Capitalismo; destrucción, virus y negocios irracionales

Pandemias, muerte, contagios masivos. Todo precedido por fuertes transformaciones económicas y sociales en esta etapa de capitalismo imperialista marcada por la destrucción ambiental y el aumento de la pobreza. Los negocios irracionales nos trajeron hasta acá. Y ahora las grandes potencias quieren seguir ordenadas por sus ganancias en medio de la pandemia, incluida en el negocio de la búsqueda de vacunas. Se impone otro modelo de sociedad. Es una tarea urgente por la vida.

Por: Sergio García

Los discursos de los gobernantes del mundo y el conjunto de los grandes medios de comunicación hablan todo el tiempo sobre el coronavirus y como enfrentarlo. En nuestro caso, partimos de un diagnóstico opuesto de porqué llegamos hasta acá y por lógica, también de que debe hacerse ahora. Para quienes somos socialistas y anticapitalistas, es imprescindible en primer lugar identificar que estamos en manos de una siniestra cúpula política burguesa comandada por países imperialistas y en asociación con corporaciones financieras, extractivas y agrotóxicas, que producen a como dé lugar y de acuerdo a los niveles de ganancia que necesitan. Nada de lo que hoy nos pasa se explica correcta y científicamente sin partir de esta realidad, de su incidencia sobre el planeta y la vida humana. La irresponsabilidad de estos actores políticos y su clase social es total. Estamos viendo en el plano de una crisis mundial y una pandemia, la lógica cotidiana del sistema capitalista que en todo su recorrido tiene un desprecio total por la vida al estar ordenado por sus ganancias.

El capitalismo primero genera condiciones para que estos virus se propaguen; se habla por ejemplo de la relación a veces no óptima entre animales y humanos o entre animales salvajes y domésticos por el alto porcentaje de enfermedades que estas relaciones de contacto pueden producir y que se identifican como enfermedades zoonóticas. Pero no se dice que la producción capitalista irracional empuja los desmontes, la agricultura descontrolada y la pérdida de hábitat de especies salvajes y el debilitamiento de la biodiversidad tan necesaria, lo cual alimenta a diario la propagación de infecciones. A esto habría que agregarle el componente de agrotóxicos y todo tipo de elementos contaminantes inducidos sobre la producción masiva de alimentos.

El capitalismo también hace su parte cuando coloca en situación de hacinamiento a cientos de millones de personas en las grandes ciudades y en particular en masivos barrios populares en condiciones muy precarias de cuidado y alimentación, por el crecimiento inducido, a través de planes de ajuste, de la pobreza y la indigencia a nivel mundial. Se vive en pleno siglo XXI en situación de insalubridad extrema, cotidiana y masiva. A lo cual se suma que grandes franjas poblacionales tienen parámetros dramáticos de mala alimentación.

El conjunto de esta situación de avanzada destrucción ambiental y degradación social masiva hace emerger un peligroso cóctel que da todo un marco social óptimo para la propagación de viejos y nuevos virus en países determinados, regiones o, como en este caso, en el mundo entero.

Sobre la base de haber profundizado tras la crisis mundial de 2008 un proceso de transformaciones que colocan a todo el planeta en función de un modelo de producción irracional, de mayor explotación obrera en las industrias y de carácter extractivo, destructor de tierras y contaminante, a renglón seguido el capitalismo y sus gobiernos para que “cierren sus cuentas” abandonan toda política seria, científica y presupuestaria sobre la salud pública. Con lo cual, tras generar las condiciones económicas y sociales para que estas pandemias existan, luego no permite ni investigar, ni prevenir, ni resguardar correctamente a las poblaciones cuando las mismas aparecen. Tanto en países centrales como en los periféricos, se han deteriorado ostensiblemente todos los parámetros presupuestarios en materia de salud pública. Y ahora se corre desde atrás y en desventaja absoluta, frente a un virus que nos lleva la delantera y nos ha sacado un enorme predominio en sus tiempos.

En este siglo XXI podemos ver como el capitalismo internacionalizó y globalizó a velocidad sus mecanismos de ganancia, comercio y transacciones financieras que pasan de continente a continente en segundos, y como los modernos mecanismos internacionales de tránsito y viaje propagaron en días una pandemia a todos los continentes. Pero esa misma velocidad no se aplica en cuanto a socialización de los avances científicos, que a cuenta gotas pasa de los países centrales a los periféricos. En este plano la humanidad soporta un desarrollo desigual y combinado; vive en el siglo XXI pero con millones sin agua potable o cloacas, mientras muchos de los avances científicos viajan al ritmo del Medioevo y de la conveniencia o no de los imperios que ostentan los mayores niveles de tecnología y ciencia.

Sin olvidar otro aspecto esencial de la realidad capitalista: la profundidad de las transformaciones irracionales que el modelo capitalista genera viene haciendo que diversos virus que antes se manifestaban con períodos algo más largos de tiempo entre sí, en las últimas décadas cada vez se volvieron cada vez más recurrentes. Tomemos nota que en pocos años y con desiguales alcances internacionales, regionales o en determinados países ya tuvimos al SARS en 2002, la gripe porcina H1N1 en 2009, el MERS en 2012,  el Ebola en 2014, el Zika en 2015 y  el Dengue 2016. Nuestro país en particular tuvo también este año un incipiente nuevo brote de dengue, aunque la fuerza de la pandemia del coronavirus dejó lado por el momento la visibilidad de este rebrote.

Todas estas diversas manifestaciones virales entierran la idea errónea que viejas o nuevas plagas no nos afectarían por el avance de la sociedad. En el mundo hubo siglos atrás muchos virus, plagas y algunas pandemias mortales, en general acompañando cada cambio social de envergadura. Así fue, por dar un ejemplo, tras el mal llamado “descubrimiento de América”, que generó una acción epidemiológica de carácter trágico, provocando la muerte de millones de originarios ante la combinación de nuevos intercambios humanos, de enfermedades, hambre y trabajo esclavo como forma de una relación social impuesta. Lo mismo sucedió en diversos siglos detrás de cada conquista militar que recorría varios países y continentes dejando a su paso intercambio de virus y su costo en muertes masivas.

Con el proceso de decadencia del sistema capitalista imperante, en las últimas décadas han vuelto viejas plagas infecciosas como el sarampión, el cólera, la malaria o la tuberculosis entre otras. Y se han generado condiciones para el surgimiento de nuevos virus como la pandemia actual. No vamos a encontrar las respuestas a este flagelo buceando en las predicciones de Nostradamus, sino comprendiendo científicamente como llegamos hasta acá y quiénes son los responsables de epidemias y pandemias, muchas de las cuales son evitables.

Ahora con la pandemia del coronavirus en pleno desarrollo mundial y avance constante, nos adentramos a una nueva irracionalidad; por centrarse en nuevos negocios capitalistas se condicionan las formas más rápidas, eficientes y masivas de obtener vacunas. Cerrando el círculo macabro de un sistema que desprecia la vida humana y coloca a las ideas y avances científicos como una mercancía más, regida por las normas de ganancia capitalista.

Coronavirus y vacunas: la irracional competencia capitalista

El avance constante de la pandemia a nivel mundial, con países como China, Italia, EEUU y España teniendo los mayores niveles de contagio y muerte, con Brasil y Ecuador encabezando en Latinoamérica la lista de países de mayores contagios y en un contexto donde ningún país está a salvo; ha colocado la urgencia de lograr una vacuna efectiva como un tema científico central.

Sin embargo, así como ante la irrupción de este virus el capitalismo jugo su nocivo papel al liquidar las inversiones en salud pública y generar mediante la pobreza y la destrucción ambiental condiciones optimas para que proliferen todo tipo de virus; ahora en torno a las posibles vacunas también el decadente sistema capitalista juega su rol regresivo contra la vida humana.

Podríamos decir que es obvio que ante semejante flagelo todos los avances científicos tienen que coordinarse a velocidad, poniendo todas las estructuras de ciencia y medicina a disposición. Parece obvio que debiera hacerse, pero no es así. Estamos presenciando lo contrario; un ejemplo brutal de lo nocivo que es que la salud, incluida la investigación científica y producción de vacunas, cuando está en manos privadas.

Lo que estamos presenciando es una feroz competencia inter-imperialista por ver quién logra primero una vacuna, se queda con sus patentes y por ende con la ganancia millonaria para venderla nivel mundial. Más el mérito estratégico para sus futuras disputas, de haberlo logrado primero que nadie y hacerlo sentir salvando su propia población antes que a otras. O lo que es peor, salvando a quienes vayan pagando por la vacuna.

Es tan escandalosa esta disputa que hasta el diario La Nación reproduce un artículo del New York Time que dice: “En los tres meses desde que el virus inició su letal propagación, China, Europa y Estados Unidos se han puesto en carrera para llegar primero a la fabricación de una vacuna. Pero, a pesar de la cooperación que existe entre esos países en muchos niveles -incluso entre sus empresas, que suelen ser feroces competidoras-, sobre esos esfuerzos sobrevuela la sombra de un enfoque nacionalista que podría darle al país ganador la chance de privilegiar a su propia población y de ese modo tomar la delantera para revertir las catastróficas consecuencias económicas y geoestratégicas de la pandemia. Lo que empezó siendo un tema de quién se quedaba con los aplausos científicos, las patentes y en definitiva las ganancias de una exitosa vacuna se ha convertido de pronto en un tema urgente de seguridad nacional”.

El mismo artículo además afirma: “El presidente Donald Trump mantuvo reuniones con ejecutivos de los grandes laboratorios para asegurarse de que en territorio norteamericano se produzca una vacuna y que el país tenga control de su suministro. El gobierno alemán dice que Trump intentó seducir a la farmacéutica alemana CureVac para que desarrollara y fabricara la vacuna, llegado el caso, en Estados Unidos”.

Esta brutal e irracional competencia capitalista trae además aparejado todo tipo de presiones. Como publica el portal de noticias Infobae: La periodista Minnie Chan reveló que los científicos que trabajaron en el nuevo desarrollo que podría encontrar una cura preventiva contra el coronavirus fueron sometidos a presiones extremas por el régimen de Beijing en orden de “ganar la carrera” para hallar la vacuna…Sin embargo, lo más inquietante que revela en su crónica Chan es la presión que los militares chinos ejercieron sobre el equipo científico para ganar la carrera por la vacuna, algo que podría mejorar la imagen del régimen comunista luego de que una ola de críticas cayera sobre Beijing por la lenta reacción y la falta de datos que sometieron a su población a la exposición del virus letal”.

En un sentido similar la web española “El periódico” agrega: Las revelaciones sobre las maniobras de la Casa Blanca para adquirir en exclusiva y a golpe de talonario los derechos sobre la vacuna que está desarrollando el laboratorio alemán CureVac denotan que en este pulso contra el tiempo hay algo más que un mero interés sanitario. En la coctelera se han insertado también el orgullo nacional y la recompensa financiera”.

El diario europeo “La vanguardia” en el mismo sentido remata su conclusión inequívoca: El primero en conseguir una vacuna eficaz que ponga fin a este enorme desafío sanitario, social y económico logrará el reconocimiento mundial, pero también una valiosísima patente”.

En medio de esta carrera comercial y disputa entre potencias, pudimos ver a Trump anunciando varias veces que tendrían la vacuna, teniendo que ser desmentido rápidamente por funcionarios de salud. O al gobierno Chino también haciendo anuncios irreales, todo como parte de una disputa irracional que adquiere dimensiones trágicas. Es cierto que hay pruebas permanentes en diversos países pero nada indica que en pocos días o semanas se logre la vacuna necesaria.

Lo cierto es que la propio OMS (Organización Mundial de la Salud) habla de un tiempo mínimo de un año pudiendo ser todavía algo más. En el interregno igualmente se prueban drogas que pueden tener efectos parciales y, cómo denuncian distintos investigadores, también se lleva a cuestas el haber desalentado y dejado sin presupuesto las investigaciones y avances que se habían logrado frente al SARS de 2002, que hoy podría haber sido tanto más útiles, más allá de las diferencias.

Frente a todo este negocio mundial de gobiernos y corporaciones farmacéuticas, los socialistas tenemos y exigimos otra solución; la intervención directa de todos los Estados con sus recursos millonarios, planificando desde el Estado con acción y control directa de científicas/os, médicas/os y el conjunto de las y los trabajadores de la salud, sin injerencia de corporaciones privadas. Actuando en forma coordinada a nivel mundial con intercambio de pruebas y conocimientos y sin competencia. Y aumentando los recursos en salud pública en todo lo que sea necesario, desconociendo en los países dependientes las deudas externas impagables. Todo esto para lograr, en los tiempos científicos más rápidos posibles, una vacuna eficaz contra el coronavirus. Y que al lograrla, la misma sea entregada al mismo tiempo a todos los países en forma gratuita para su producción masiva sin límite alguno. Mientras tanto, una inversión profunda para garantizar test masivos se vuelve indispensable. Y es algo que la absoluta mayoría de los gobiernos, incluyendo el argentino, no está haciendo.

Nuestras vidas valen más que sus ganancias

El viernes pasado, cuando iniciaba la cuarentena total en Argentina, en Twitter fue tendencia #ElCapitalismoEsElVirus y ese hecho no nos extraña. De una u otra forma miles de tuiteros así lo sintieron y reflejaron con total razón. Expresaron vía una red social masiva la realidad palpable y cotidiana que padecemos. No hablamos de cine catástrofe, ni de designios apocalípticos. Hablamos de la realidad tangible a lo cual nos trajo este sistema que ni aun frente a la muerte y contagios masivos deja de pensar con lógica de negocios y competencia. El sistema capitalista mundial muestra a diario sus mecanismos intrínsecos de destrucción ambiental y planetaria, de aumento de pobreza y desigualdad social y ahora, de ineficacia y negocios corporativos internacionales ante la pandemia en curso.

Las y los trabajadores y la juventud tenemos que denunciar esta realidad, también exigir nuestro derecho a opinar, a participar y a decidir todo, en defensa de nuestra vida y todos nuestros derechos. Y también se va imponiendo cada vez en forma más visible la necesidad política y social de cuestionarlo todo y difundir masivamente quienes son los responsables. Porque no está escrito que debamos soportar in eternum este sistema social. Podemos abrir la puerta a un futuro modelo socialista donde estas aberración de hacer negocios con la muerte no exista y podamos avanzar científicamente tanto para mejorar cualitativamente nuestras condiciones de vida y la de todo el planeta, como también para saber defendernos en mejores condiciones cuando es necesario.

A fines de los años 90 la película “La vida es bella” expresaba notablemente la lucha humana por la vida contra el fascismo. Retomando esa frase que el cine hizo famosa y que Trotski había escrito poco antes de ser asesinado, quienes construimos el MST creemos que sigue siendo verdad que, pese a todos los males que el capitalismo engendra, la vida sigue siendo bella. Pero como también el viejo León decía a renglón siguiente en ese mismo escrito; “que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente”. La crisis pandémica actual nos recuerda lo indispensable de impulsar esta tarea. Las y los trabajadores y la juventud tenemos que luchar contra el capitalismo y todos sus males, y ser protagonistas del cambio social de fondo que hace falta y que es hoy visiblemente urgente.