Se acumula descontento
Debajo de la superficie. Pareciera que Alberto y la pandemia hubieran logrado cerrar la notoria “grieta” de la política argentina durante las primeras semanas de esta crisis. Matices aparte, Alberto acumuló apoyo opositor para la cuarentena y la negociación de la deuda. Hasta la oposición se dividió alrededor de las ya célebres sesiones virtuales del Congreso. Y las encuestas mostraron altos niveles de aprobación del presidente. Pero debajo de la superficie de unidad nacional ante el coronavirus, se vino acumulando un descontento generado directamente por las decisiones del gobierno y los empresarios, cuyos intereses representa. Y también comenzaron las presiones desde el propio establishment para abrir la cuarentena, porque no pueden darse el lujo de bajar algunos puntos de su tasa de ganancias. Esa unidad se fue resquebrajando en la puja por el reparto de la torta. Por esas grietas, comenzaron a emerger los reclamos desde abajo.
Descuidan a los que nos cuidan. De extensión de cuarentena en extensión de cuarentena, o, mejor, de apertura de la misma en cuotas, Alberto se viene jactando de los números que mostrarían lo bien que Argentina está manejando la pandemia de Covid-19. Pero ninguno de los gráficos que muestra el presidente en sus exposiciones muestra un dato particularmente oscuro: Argentina está entre los países con mayor nivel de contagios en el personal de salud. Es una muestra de la hipocresía y cinismo del Estado y las patronales de la salud privada, que escatiman los elementos de protección más elementales de los trabajadores de la primera línea que luego llaman a aplaudir y reivindican como héroes. Insólitamente, cuando sale a la luz que esa exposición los está enfermando, el gobierno les echa la culpa a los propios trabajadores. El ministro de Salud Ginés González García dijo que se contagian porque “no se uso correctamente la ropa” y “algunos trabajadores sanitarios concurrieron con fiebre a trabajar”. Este destrato, sumado al verdadero desprecio por la salud y vida de los trabajadores, está llevando a un creciente descontento en el sector, donde los reclamos empiezan a multiplicarse.
Pacto social versión exprés. Ante los reclamos y la necesidad de costurar la crisis, finalmente salió un acuerdo entre los empresarios y los sindicatos, con el gobierno de anfitrión. Para sorpresa de nadie, es muy malo para los trabajadores. La UIA y la CGT acordaron un mecanismo de suspensiones y recortes del 25% del salario para trabajadores de empresas afectadas por la cuarentena. Sin perjuicio de descuentos mayores, por supuesto. Finalmente despejan cualquier duda sobre la solidaridad a la que tanto apelan frente a la crisis. Es solidaridad con las ganancias de un puñado de empresarios millonarios, mientras a millones de trabajadores, que ya nos esforzamos por llegar a fin de mes, nos recortan una cuarta parte del ingreso. Por supuesto, el acuerdo pasa a ser referencia para el resto. Larreta ya presentó un proyecto de ley de emergencia que congela salarios, suspende bonificaciones (efectivamente recortando el ingreso) y separa el pago de salarios en cuotas. La bronca y los conflictos contra estos ataques, como ya mostraron los repartidores, los trabajadores de comidas rápidas y los del frigorífico Penta, también comienzan a extenderse.
Precios descuidados. La inflación de marzo y abril ronda el 4%, la interanual se mantiene cerca del 50%, y en los alimentos es aún más alta. Pero no hacen falta tantos números para explicar lo que todos vivimos cuando vamos al súper. Las necesidades están cada vez más caras, lo cual hace cada vez más desesperante la perspectiva de recortes salariales, suspensiones y despidos. Ni hablar de los millones que trabajan por su cuenta o viven de changas y se han quedado sin ingreso. Los miserables bonos del gobierno no resolvieron nada, y encima han reducido e interrumpido la entrega de comida a comedores populares, provocando reclamos en los barrios. Todo suma al creciente descontento.
Un giro de 180. Lo que necesitamos es revertir las prioridades para enfrentar la pandemia y cuidar la salud y las vidas de todos. Hace falta una gran inversión en testeos masivos, insumos de protección personal y todo lo que necesite el sistema de salud para enfrentar la pandemia y cuidar a los que nos cuidan. Hace falta reconvertir la producción, obligando a las empresas a producir respiradores, barbijos, alcohol en gel y todo lo que haga falta, declarando sólo esas actividades productivas como esenciales. Hace falta involucrar a los trabajadores de la salud en los debates y decisiones. Ellos, y no los empresarios, saben como mejor “administrar” la cuarentena y la crisis sanitaria de conjunto. Y hace falta avanzar hacia un único sistema estatal de salud, sin negociados ni lucro. También tenemos que tomar el control de nuestra economía, empezando por terminar con la estafa de la deuda externa, nacionalizar la banca y el comercio e imponer un fuerte impuesto a los que más tienen. Necesitamos prohibir los despidos, suspensiones y recortes salariales, expropiando las empresas que incumplan bajo control de sus trabajadores; un subsidio universal de $36,000 para quienes no tienen trabajo. Todo esto implica un giro de 180 grados de adonde nos lleva el gobierno. Son medidas socialistas para salir de la crisis a favor de los de abajo. En el acto del FIT Unidad que realizaremos este Primero de Mayo y al cual te podés conectar a través de nuestras redes sociales, apuntamos a organizar el descontento que se acumula para dar la pelea por este giro.