A 65 años del golpe contra Perón

El 16 de septiembre de 1955 un golpe de Estado orquestado por el imperialismo yanqui, la iglesia, el conjunto de la burguesía y los principales partidos patronales, con el apoyo tácito o explícito del Partido Socialista  y el Partido Comunista  derrocaba a Juan Domingo Perón. Concluía un período de diez años  de relativa independencia del  país e importantes conquistas para la clase obrera. A partir de entonces Argentina se transformaría en una semicolonia yanqui.

Escribe: Emilio Poliak

Perón había asumido la presidencia en 1946 luego del triunfo electoral sobre la Unión Democrática, alianza comandada por el embajador norteamericano Spruille Braden  que incluía al Partido Conservador, la UCR, el PS y el PC.  El protagonismo del coronel, sin embargo, venía de unos años antes, cuando asumió al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión como parte del gobierno militar que detentaba el poder desde el golpe de junio de 1943.

El surgimiento del peronismo se dio en  un contexto de profundos cambios en la situación política mundial que tuvieron su reflejo en nuestro país. Desde fines de la Primera Guerra Mundial el imperialismo norteamericano se fue transformando en una potencia mundial disputando a Gran Bretaña la hegemonía mundial y en ese camino un objetivo primordial fue desplazar  la influencia británica en Latinoamérica transformándose en la nueva metrópoli del continente.

Argentina estaba ligada desde su nacimiento  como Estado Nación al imperialismo inglés y con el pacto Roca-Runciman de 1933 se transformó directamente en una semi colonia inglesa. Por ese acuerdo  todos los productos importados de Inglaterra quedaban liberados de impuestos y se garantizaba que la exportación de carnes quedara en manos de los frigoríficos británicos. Se  creó el Banco Central de la República Argentina con un directorio dominado por Inglaterra y se le entregó el monopolio del transporte, entre otras medidas tendientes a cumplir el compromiso de considerar a Inglaterra como nación privilegiada.

Durante  la década infame, ante la contracción del mercado mundial producto  de la crisis capitalista que estalló en 1929, el país encaró un proceso de industrialización por sustitución de importaciones dando lugar al  surgimiento de una nueva burguesía industrial.  Se crearon además  algunos organismos estatales de regulación de la producción y la economía como  la Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de Carnes. Paralelamente en esa década se formó la clase obrera moderna  originada en  la migración interna.

La división dela burguesía

A comienzos de la década del ´40 las clases dominantes argentinas se dividieron en relación  a la ubicación del país frente a la disputa interimperialista. Los sectores de la burguesía industrial necesitaban, a fin de lograr las inversiones de capital necesarias para su desarrollo, estrechar las relaciones con EEUU, mientras que la burguesía tradicional formada por los estancieros pretendía mantener las relaciones preferenciales con el imperialismo británico. Esta división tenía consecuencias concretas;  la posición a tomar ante la Segunda Guerra Mundial. Mientras el Reino Unido propiciaba la neutralidad argentina para garantizar el rol de proveedor de granos y carnes sin que sus barcos sean blanco de ataque de los ejércitos del Eje, el imperialismo yanqui alentaba la participación en la guerra en el bando  de los Aliados.

Ante las elecciones de 1943, en el marco del “fraude patriótico” que imperaba en la década infame, el dirigente del Partido Conservador  Patrón Costas, ligado a los sectores que propiciaban el cambio de metrópoli,  se encaminaba a ser el nuevo presidente. Para evitarlo,  el ejército, respondiendo a los intereses de la burguesía pro inglesa, llevó a cabo un golpe de Estado comandado por el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) del cual el coronel Juan Domingo Perón era una figura destacada.

La presión yanqui comenzó de inmediato, incluyendo un bloqueo comercial  y una campaña política acusando al peronismo de intentar crear una base  nazi-fascista en Latinoamérica.  La burguesía y los partidos de la oposición, incluidos el PS y el PC también se sumaron a esa campaña. Para resistir esas presiones no bastaba sólo con el apoyo del ejército, la policía y la iglesia, base de sustentación del gobierno. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Perón buscó ganarse el apoyo de la nueva clase obrera.

La situación de la clase obrera

Las condiciones de vida del pueblo trabajador eran paupérrimas y los nuevos sectores que se habían incorporado al movimiento obrero y que cambiaron su composición, en su mayoría, no estaban sindicalizados. El Partido Comunista había ganado peso en el movimiento obrero a partir  de la formación de los sindicatos por industria y la dirección de la huelga de la construcción en 1936. Pero tanto el PC como el PS, que dirigían gran parte de los sindicatos fueron incapaces de  incorporar a los nuevos sectores de la clase obrera.  Cuando el PC se acopló a la política mundial del stalinismo de los Frentes Populares y al apoyo a los “imperialismos democráticos”  traicionó una serie huelgas, en particular la de la carne en 1943, porque toda su política se supeditaba a la necesidad de proveer  de mercancías a los  aliados para la guerra. De esta manera el PC fue perdiendo influencia mientras Perón se daba una política para ganar a los nuevos sectores de la clase obrera.

Asentado en una coyuntura económica excepcional, producto del crecimiento de las exportaciones de granos y carnes durante la guerra, otorgó una serie de reivindicaciones que le valieron ganar las simpatías y apoyo del movimiento obrero (*). Nunca en la historia la clase trabajadora obtuvo tantas conquistas como durante el primer gobierno peronista. La situación económica permitió hacerlo sin tocar los intereses de la burguesía que seguía obteniendo ganancias extraordinarias. Como reconocía el propio  Perón, «las enormes ganancias de la industria argentina, desmesuradamente grandes, no podían verse perjudicadas con la mejora de los salarios y de la situación de vida de los trabajadores.» [1]

Sindicalización masiva y estatización del movimiento obrero

El proceso de mejoras en las condiciones de vida fue acompañado por una sindicalización masiva. Perón impulsó la formación de  sindicatos por fuera de las direcciones del PC y el PS. Así se pasó de unos 370 mil trabajadores sindicalizados en 1936 a casi seis millones en 1955. Se crearon las comisiones internas y cuerpos de delegados que eran prácticamente un poder obrero dentro de las empresas. Al mismo tiempo todo este proceso fue acompañado de una estatización de las organizaciones sindicales. La Secretaría de Trabajo y Previsión era la encargada de otorgar la personería gremial y sólo lo hacía a los sindicatos que controlaba, el resto eran declarados ilegales. En 1945 se promulgó la Ley de Asociaciones Sindicales que legalizaba la injerencia del Estado en la vida de los sindicatos, incluyendo la posibilidad de intervenirlos. La nueva CGT, estructurada a partir de las directivas de la Secretaría de Trabajo y Previsión  fue esencialmente, desde su origen, una repartición estatal. No surgió de la movilización autónoma de la clase obrera. El control estatal de los sindicatos y la formación de la burocracia sindical tiene sus orígenes en esos años.  La siguiente cita de Perón en 1944, aunque extensa, explicita los objetivos de su política: “Pienso que el problema social se resuelve de una sola manera: obrando conscientemente para buscar una perfecta regulación entre las clases trabajadoras, medias y capitalistas, procurando una armonización perfecta de fuerzas, donde la riqueza no se vea perjudicada, propendiendo por todos los medios a crear un bienestar social, sin el cual la fortuna es un verdadero fenómeno de espejismo que puede romperse de un momento a otro. Una riqueza sin estabilidad social puede ser poderosa, pero será siempre frágil, y ése es el peligro que viéndolo, trata de evitar por todos los medios la Secretaría de Trabajo y Previsión […]Eso me dio la idea de formar un verdadero organismo estatal con prestigio, obtenido a base de buena fe, de leal colaboración y cooperación, de apoyo humano y justo a la clase obrera, para que respetado, y consolidado su prestigio en las masas obreras, pudiera ser un organismo que encauzara el movimiento sindical argentino en una dirección; lo organizase o hiciese de esta masa anárquica, una masa organizada, que procediese racionalmente, de acuerdo con las directivas del Estado. Ésa fue la finalidad que, como piedra fundamental, sirvió para levantar sobre ella la Secretaría de Trabajo y Previsión […]»Se ha dicho, señores, que soy enemigo de los capitales, y si ustedes observan lo que les acabo de decir no encontrarán ningún defensor, diríamos, más decidido que yo porque sé que la defensa de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa misma del Estado. Yo estoy hecho en la disciplina. Hace treinta y cinco años que ejercito y hago ejercitar la disciplina y durante ellos he aprendido que la disciplina tiene una base fundamental: la justicia. Y que nadie conserva ni impone disciplina si no ha impuesto primero la justicia. Por eso creo que si yo fuera dueño de una fábrica, no me costaría ganarme el afecto de mis obreros con una obra social realizada con inteligencia. Muchas veces ello se logra con el médico que va a la casa de un obrero que tiene un hijo enfermo, con un pequeño regalo en un día particular; el patrón que pasa y palmea amablemente a sus hombres y les habla de cuando en cuando, así como nosotros lo hacemos con nuestros soldados. Para que los soldados sean más eficaces han de ser manejados con el corazón. También los obreros pueden ser dirigidos así. Sólo es necesario que los hombres que tienen obreros a sus órdenes lleguen hasta ellos por esas vías, para dominarlos, para hacerlos verdaderos colaboradores y cooperadores. Con nosotros funcionará en la casa la Confederación General del Trabajo, y no tendremos ningún inconveniente, cuando queramos que los gremios equis o zeta procedan bien o darles nuestros consejos, nosotros se lo transmitiremos por su comando natural; le diremos a la Confederación General: hay que hacer tal cosa por tal gremio, y ellos se encargarán de hacerlo. Les garantizo que son disciplinados, y tienen buena voluntad para hacer las cosas.” [2]

Si por un lado se avanzó en la organización sindical, por el otro se favoreció un control estatal de esa organización, consolidando una conciencia de colaboración de clases  de características  paternalistas. Como parte de su política de impedir la independencia política de la clase trabajadora Perón disolvió el Partido Laborista y encarceló a su principal referente y dirigente del 17 de octubre Cipriano Reyes. Esta  organización política,  basada en sindicatos y agrupaciones obreras fue clave para el triunfo electoral (el 80% de los votos obtenidos por Perón fueron de su boleta) y  a pesar de apoyar al presidente,  la osadía de intentar mantener su independencia y  no disolverse dentro del  Partido Único  de la Revolución creado por Perón le valió la persecución y cárcel a los dirigentes que se resistieron a su disolución.

Independencia económica

Hacia finales de la guerra EEUU se erigió como la potencia imperialista hegemónica mientras  Gran Bretaña, debilitada, fue cediendo posiciones.  En ese contexto Argentina fue recuperando gran parte de las empresas pertenecientes a capitales ingleses. Las nacionalizaciones se hicieron pagando enormes cifras y en acuerdo con Inglaterra, que en su decadencia ya no podía mantener sus inversiones en el país. En febrero de 1946 se nacionalizaron  el Banco Central y los depósitos bancarios, luego los ferrocarriles, la Unión Telefónica y diferentes puerto. Además se fundó  Gas del Estado  y con la creación del Instituto Mixto de Reaseguros y el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) se estableció el control de cambios y del comercio exterior de cereales. Estas medidas, que se  combinaron con la resistencia que el gobierno mantenía frente a la penetración del imperialismo norteamericano llevaron  a que efectivamente el país gozara, por algunos años de una relativa independencia económica.

El cambio en la situación económica

Hacia comienzos de la década del ´50 la situación económica se modificó considerablemente. La caída de los precios de carnes y granos  en el mercado mundial significó un menor  ingreso de divisas con la consiguiente disminución de las reservas. Ya no se podían mantener y ampliar las conquistas obreras sin afectar los intereses de las clases dominantes. Concluyó así el período de concesiones de los años anteriores. Para mantener los márgenes de ganancias de las patronales los salarios ya no tuvieron los aumentos de antes  mientras se permitieron aumentos en los precios. Al mismo tiempo la burguesía presionaba  por aumentar la productividad. Ante las dificultades de hacerlo por la vía de inversiones de capital, apuntó a aumentar  la intensidad del trabajo y quitar poder a las Comisiones Internas. El gobierno se hizo eco de los reclamos patronales. Si en los años anteriores la intervención estatal en los conflictos laborales solían beneficiar a los trabajadores, a partir de entonces el Estado empezó a dictaminar en favor de los patrones, que cada vez desconocían más  las leyes de protección laboral. En ese sentido se realizó también la convocatoria en 1954 al Congreso de la Productividad, que si bien no dio los frutos esperados  mostró cuál era el camino elegido por el gobierno peronista. Paralelamente,  la necesidad de inversiones de capital aumentaba las presiones de la burguesía industrial para abrirse a los negocios con EEUU. Entre la posibilidad de realizar cambios estructurales o ceder a las presiones de los capitalistas Perón eligió la segunda variante y fue otorgando cada vez más concesiones al imperialismo yanqui.  Ya en 1950, ante la baja de los precios de las exportaciones el gobierno tomó un empréstito con el Export Import Bank de Washington por U$ 125 millones al que se le sumó otro crédito norteamericano por U$60millones en 1953 para la construcción de una planta siderúrgica.  La ley de inversiones extranjeras sancionada ese año  promovía un trato excepcional  al capital internacional, especialmente norteamericano. Se firmaron acuerdos  con la Kaiser para invertir en la industria automotriz y con la Standard Oil para el desarrollo de la producción petrolera.

Perón, fiel a los intereses de clase de la burguesía,  decidió abrir las puertas al capital imperialista pero intentando mantener  el control, sin someterse completamente. Sin embargo, los EEUU reclamaban  una rendición incondicional que sometiera al país a sus necesidades, para lo cual necesitaban un gobierno más dócil.

La nueva Unión Democrática

Si en 1946 el frente antiperonista estuvo capitaneado por el embajador norteamericano, a partir de 1954 sería la Iglesia Católica quien aglutinaría al conjunto de  la oposición. Esta institución formó parte de la base de sustentación del régimen durante el primer gobierno peronista y obtuvo grandes beneficios de ese apoyo. Vale recordar que  el peronismo había establecido, entre otros privilegios, la enseñanza obligatoria de religión en las escuelas y el mismo Perón decía al comienzo de su gobierno: «La República Argentina es producto de la colonización y conquista hispánica que trajo, hermanadas a nuestra tierra, en una sola voluntad, la cruz y la espada. Y en los momentos actuales parece que vuelve a formarse esa extraordinaria conjunción de fuerzas espirituales y de poder que representan los dos más grandes atributos de la humanidad: el Evangelio y las armas. Por eso es especialmente grato a mi espíritu todo lo que sea agrupación católica, porque es agrupación de paz, de armonía y de sentido místico, sin lo cual el mundo no puede ir sino a la anarquía social» [3]   Sin embargo, la Iglesia se reacomodó, como es característica de esta institución reaccionaria, a los intereses del sistema dominante, en este caso a los de EEUU como nueva potencia hegemónica.  Con la creación del Partido Demócrata Cristiano el imperialismo encontró una herramienta para aglutinar a toda la oposición al régimen. Perón respondió de contragolpe con algunas medidas progresivas como la anulación de la enseñanza religiosa, la supresión de los privilegios impositivos de la Iglesia, la  ley de divorcio y la convocatoria de una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución con el fin de separar la Iglesia del Estado.

A partir de 1955, apoyada fundamentalmente en las clases medias y la oligarquía, la Iglesia convocó a distintas manifestaciones encabezando  el enfrentamiento al  gobierno peronista al que se sumaron , como diez años atrás, los partidos burgueses , el PS y también el PC, que llegó al colmo de sacar un volante donde decía: “Compañeros católicos:  en esta hora de lucha en que la dictadura nazi-fascista pretende ahogar las instituciones religiosas, dejamos de lado diferencias ideológicas para ponernos junto a vosotros en un frente unitario de lucha contra la opresión” [4]  Las iglesias y parroquias se transformaron en tribunas de agitación de la reacción. El 11 de junio de 1955 se convocó la procesión de Corpus Christi en la Plaza de Mayo que se convirtió en una movilización del frente clerical-patronal-imperialista  que fogoneaba  el golpe de Estado. En ese cuadro, en  lugar de preparar la resistencia al golpe,  Perón recomendaba: “como una conducta general es necesario recordar la consigna de las horas de vigilia y observación, del trabajo a casa y de casa al trabajo […] Por eso recomiendo calma y tranquilidad.”  Y un día antes del golpe decía: “Yo les pido a los trabajadores que en los asuntos que se están suscitando estos días, me dejen a mí que juegue el partido […] No ha llegado el momento de hacer nada todavía.” [5]

El golpe y la rendición sin lucha

El 16 de junio  la marina y la aviación se sublevaron y bombardearon la Casa de Gobierno. Perón se refugió en el Ministerio de Guerra. La CGT convocó a la huelga general y miles de trabajadores se dirigieron a la Plaza de Mayo. No había preparación para enfrentar el golpe, la mayoría estaban desarmados aunque hubo algunos asaltos de armerías. En todo caso ni Perón ni la CGT organizaron una respuesta acorde a la situación y muchos de los que se movilizaron quedaron expuestos a los bombardeos que provocaron cientos de muertos y heridos. Finalmente el ejército sofocó la rebelión tomando las bases militares y los aviones huyeron hacia Uruguay no sin antes dejar caer algunas bombas más sobre la plaza.

Si durante el intento de golpe no hubo intención de  organizar y armar a las masas, una vez controlada la sublevación  la política de Perón debilitó aún más al movimiento obrero y fortaleció a la reacción. Durante los meses siguientes se multiplicaron las manifestaciones golpistas, sin embargo el presidente centró su política en el llamado al diálogo a todos los partidos opositores. La oligarquía envalentonada frente al recule comenzó a exigir la renuncia del presidente, a través de la UCR y de la democracia progresista. Perón, hábil, presentó su renuncia a la CGT que la rechazó en una masiva convocatoria a la Plaza de Mayo. Allí Perón pronunció el célebre discurso donde manifestó que “no quieren la pacificación que les hemos ofrecido. De esto surge una conclusión bien clara, quedan solamente dos caminos: para el gobierno, una represión ajustada a los procedimientos subversivos, y para el pueblo una acción y una lucha que condigan con la violencia a que quieren llevarla […] La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de sus organizaciones, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de nosotros caiga, caerán cinco de ellos.”[6] Pero la dureza del discurso contrastaba con la negativa a organizar a las masas obreras mientras seguía confiando en el ejército. Nuestra corriente, organizada en la Federación Bonaerense del Partido Socialista de la Revolución Nacional levantaba  desde hacía tiempo una política alternativa. Ya en diciembre de 1954 en su periódico La Verdad titulaba “ La Iglesia Católica al servicio del golpe de Estado del imperialismo yanqui” planteando que “sólo la movilización de la clase obrera detendrá el golpe de Estado y la colonización del país” y consecuentemente proponía “ A pesar de nuestras divergencias con el gobierno peronista, pesar de nuestras críticas, queremos manifestar públicamente que, mientras el gobierno no se entregue al imperialismo yanqui, frente al peligro de golpe de Estado fomentado por Wall Street, ofrecemos al gobierno un acuerdo de carácter técnico bien delimitado, público y sin compromisos políticos a fin de detener todos los intentos del imperialismo por colonizar el país y superexplotar a nuestra clase obrera” [7]  Algunos  días antes del segundo golpe, La Verdad planteaba “Compañeros: todos los obreros unidos, sin excepción, debemos luchar contra el golpe de estado de la reacción y debemos exigir que se ponga en  práctica la resolución sobre las milicias obreras, única forma de aplastar de una vez por todas a la reacción clerical, patronal e imperialista.”[8]

Finalmente el 16 de septiembre estalló el nuevo golpe. Del discurso del “cinco por uno” no quedó más que la amenaza. El ejército esta vez se pasó del  lado de los golpistas. El 19 de septiembre Perón presentó su renuncia ante una junta de generales de las FFAA  y abordó una cañonera hacia Paraguay. La CGT no movió un pelo, ni siquiera para convocar a la huelga general prometida, sólo llamó a mantener la calma. Así el golpe triunfó frente a la pasividad de las masas obreras, que estaban dispuestas a defender a su gobierno pero no encontraron nunca una dirección que las organizara y armara, única forma de enfrentar el golpe y lograr ganar a una  parte de la base del ejército para aplastar la reacción. Entrevistado días después Perón reconoció que “las probabilidades  de éxito eran absolutas, pero para eso hubiera sido necesario prolongar la lucha […] Bastaría pensar en lo que habría ocurrido si hubiera entregado armas de los arsenales a los obreros dispuestos a emplearlas.”[9]  Como buen dirigente burgués, Perón prefirió salvar el régimen, que con las masas obreras armadas hubiera estado en verdadero peligro. Esa fue, en última instancia, la razón de la claudicación.

Colonización yanqui y resistencia obrera

A partir del golpe Argentina se fue transformando vertiginosamente en una semicolonia yanqui. Se ratificaron los pactos de la OEA que Perón había dilatado y se establecieron compromisos con el FMI y el Banco Mundial. Se abrieron  las puertas a la penetración de las multinacionales norteamericanas otorgándoles todo tipo de facilidades y ventajas. Para la clase obrera significó el ataque a muchas de sus conquistas, despidos, suspensiones, represión y un aumento de la explotación. Los salarios se redujeron progresivamente y nunca más  alcanzaron los niveles que tuvieron durante el primer gobierno peronista.

La clase obrera resistió todas esas medidas huérfana de dirección. Con Perón exiliado, apostando a algún golpe de militares leales y la burocracia sindical borrada, se inició  el proceso conocido como “la Resistencia Peronista”  que duró hasta la derrota de la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre en enero de 1959. La clase obrera y una nueva vanguardia de activistas fabriles fueron los protagonistas de ese período que daría para escribir  todo un artículo en sí mismo que realizaremos en otra oportunidad. El regreso de Perón, 18 años después, no significó la vuelta a una política nacionalista sino por el contrario un intento pactado con la burguesía y las FFAA de  aplacar el ascenso obrero surgido con el Cordobazo para garantizar la estabilidad económica y política del régimen capitalista. La conformación de la Triple A bajo su tercer gobierno fue la expresión trágica de ese objetivo.

Un proyecto sin presente ni futuro

Los años del primer gobierno peronista significaron un mejoramiento cualitativo en las condiciones de vida del pueblo trabajador y una relativa independencia con respecto al imperialismo. Eso explica, en gran medida, el apoyo popular a ese movimiento y la permanente reivindicación que  la burocracia sindical y los dirigentes del PJ  en sus distintas variantes hacen a la figura de Perón para mostrarse como garantes de un modelo al servicio de interese populares. Sin embargo, esas conquistas se fueron perdiendo incluso bajo gobiernos justicialistas. Reflexionar sobre las causas es clave para pensar en una estrategia que sirva para pelear por una verdadera independencia nacional, recuperar muchas de las conquistas que se perdieron y lograr otras necesarias. En ese sentido mantiene plena vigencia la  Teoría de la Revolución Permanente de León Trotsky  al plantear que  en los países atrasados el camino para resolver las tareas democráticas, incluyendo la independencia nacional, pasan por la necesidad de que gobierne la clase obrera. El gobierno de Perón, al no cambiar la estructura social del país pudo otorgar mejoras significativas  mientras la situación económica le permitió hacerlo sin  confrontar con la burguesía. La conciliación de clases, base del proyecto peronista,  sólo puede brindar  concesiones a la clase trabajadora mientras la situación económica permita otorgarlas sin atacar los privilegios de los capitalistas y eso es posible muy excepcionalmente. Las referencias de sectores del peronismo, especialmente del kirchnerismo, con respecto a  la posibilidad de volver a  un modelo de independencia nacional y justicia social son imposibles en el marco de una crisis capitalista que necesita, desde el punto de vista de las clases dominantes, aumentar las condiciones de explotación de la clase trabajadora y el sometimiento de las economías nacionales. Las concesiones conseguidas durante el gobierno de los Kirchner, muy menores en relación a las del primer gobierno peronista,  también se dieron en el marco de una situación económica marcada por los precios extraordinarios de los comodities. Cuando esos momentos (breves por cierto) llegan a su fin, es la lucha de clases la que determina la posibilidad de obtener o no mejoras en las condiciones de vida.  Por otro lado, la idea de que se pueda mantener una relación de independencia frente al  imperialismo regulando o negociando desde una posición de fuerza es insostenible si no es a través de la organización y el armamento de la clase obrera y la eliminación de los privilegios de las clases poseedoras. Los lazos que unen a la burguesía local con el mercado mundial la hacen incapaz de tomar medidas de independencia real. Por eso ni siquiera levantan medidas de soberanía elemental como la nacionalización del comercio exterior o  de la banca. Una real independencia nacional y una verdadera  justicia social en el sentido de garantizar las necesidades de los sectores populares  sólo puede venir del empoderamiento dela clase trabajadora  apoyada en los sectores medios empobrecidos, impulsando una transformación social que  ponga los resortes fundamentales de la economía al servicio una planificación económica democrática. Una transformación socialista.

NOTAS

  • Diario La Prensa, 12 de julio de 1945
  • Juan Domingo Perón. Discurso en la Bolsa de Comercio el 25 de agosto de 1944
  • D. Perón. “ El Pueblo quiere saber de qué se trata”, recopilación de discursos
  • Volante de la Federación Juvenil Comunista, citado en Ernesto González: Ascenso y caída del Peronismo
  • D. Perón, discurso del 15 de junio de 1955
  • D. Perón, discurso del 31 de agosto de 1955
  • La Verdad, órgano de la Federación Bonaerense del Partido Socialista de la Revolución Nacional, 4 de diciembre de 1954
  • La Verdad, 1 de septiembre de 1955
  • Diario El Día de Montevideo, 5 de octubre de 1955

 

*Principales conquistas

  • Salario vital mínimo
  • Salario familiar
  • Sueldo anual complementario
  • Vacaciones pagas
  • Descanso semanal y feriados obligatorios
  • Jornadas de trabajo para cada gremio, establecidas teniendo en cuento el sexo, la edad y la naturaleza de las tareas
  • Estabilidad y protección contra los despidos
  • Ampliación de la ley de accidentes de trabajo
  • Reglamentación el trabajo de los menores
  • Estatuto del peón rural
  • Sistema de jubilaciones y pensiones
  • Seguro de vida colectivo
  • Ley de propiedad horizontal
  • Ley de alquileres
  • Ley de arrendamientos rurales
  • Plan masivo de viviendas