De campaña. Otra vez el mal menor
Comenzó 2023 y junto con él el clima de campaña por parte de las fuerzas del régimen. Como era de esperar, el Frente de Todos, sin resultados que mostrar, ensaya una vieja receta: el malmenorismo. Usa como argumento la polarización social y la existencia de postulantes por derecha. El peronismo prepara una campaña que, por espanto, busca ubicarse aún con un Sergio Massa como posible candidato, como el campo «progresista». Es la izquierda la única herramienta útil para enfrentar a las derechas.
Escribe: Nicolás Zuttión
Un balance de los tres años del Frente de Todos muestra un incumplimiento de todo tipo de expectativas y hasta un fraude con sus promesas electorales de 2019 para con sus votantes. La idea que habían militado por aquel entonces, la de terminar con la herencia macrista, terminó en una nueva frustración. Los males sociales y económicos de aquella experiencia no sólo persisten sino que se han profundizado: la inflación es casi de tres dígitos; los salarios, en términos reales, han perdido en los últimos 7 años más del 30%; la pobreza supera el 40% de la población total y, para agregar un punto más, el peronismo convalidó la estafa macrista con el FMI, renegociando una deuda usurera que dejará al organismo imperialista por más de una década en el país.
Estos elementos mencionados son los que, en las últimas encuestas que circulan por diversos medios, dan como una posibilidad muy concreta la derrota del oficialismo en las próximas elecciones. Y como posible ganador a alguna fórmula de Juntos por el Cambio, que aún se debate si estará encabezada por Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich o hasta un retorno del propio Mauricio Macri.
Partiendo de esta posibilidad concreta es que el gobierno comenzó a ensayar la política del malmenorismo. En la previa a la cumbre de la CELAC, con la presencia de Lula, Alberto Fernández advirtió que: «Por Brasil pasó Bolsonaro y por Argentina Macri». Una vez más, el «progresismo» busca mostrarse como la opción menos mala para enfrentar a una derecha recalcitrante con posibilidad de ser gobierno. Pero miremos qué ha hecho el FdT.
De la aceleración a la contención y ¿de la contención a la aceleración?
Fabio Luis Barbosa dos Santos y Daniel Feldmann, autores de Brasil Autofágico. Aceleración y contención entre Bolsonaro y Lula (Tinta limón, 2022) estudian en el libro mencionado el proceso político, social y económico transcurrido durante el gobierno de Bolsonaro y la nueva reaparición de Lula, como opción del régimen. En una lectura lúcida esgrimen que la derecha bolsonarista tuvo o tiene como estrategia la ofensiva contra derechos laborales y democráticos de las mayorías sociales. Mientras que la opción «progresista», en esta etapa, no juega más que un rol de contención, donde no trastoca ni un ápice la herencia política anterior y así forma parte de una estructura que mantiene viva, por inercia, el resurgir de las derechas, por más que se vayan del gobierno.
Esta idea podría aplicar como un espejo en Argentina con el gobierno del Frente de Todos. Desde su llegada hasta el momento, como ya mencionamos, no ha modificado nada en términos económicos, políticos y sociales de lo que el macrismo dejó. Sin embargo, la función de contención de la coalición que integran Alberto Fernández, CFK y Massa ha sobrepasado sus límites y también aceleró elementos propios de las derechas reaccionarias.
El acuerdo con el FMI es el elemento principal. Pero, también, se pueden enumerar otros ejemplos. Las rondas de los diferentes «dólar soja», que han significado una transferencia de recursos sin igual para las patronales del agro. Podríamos agregar la reforma laboral por sector, que han permitido en complicidad con diversas burocracias sindicales afines al peronismo. Y, sumando a este tema el ingreso al gobierno, como jefe de asesores presidencial al ex CEO de Syngenta, de Antonio Aracre. Un personaje que, no sólo promueve la profundización del modelo extractivista adulado por la derecha reaccionaria, sino también la aplicación de una reforma laboral integral.
La lista de hechos podría continuar, por ejemplo, la reunión de Cristina Fernández de Kirchner con el embajador estadounidense, Marc Stanley, y la jefa del Comando Sur de EE.UU., Laura Richardson, ahora famosa por hacer público los intereses de su país en el nuestro. Con esto en cuenta, no hay fórmula para presentar la herencia macrista como el «mal mayor», ya que el actual gobierno se ha encargado de extender los márgenes de entrega.
No es momento de contención, es momento de revolución
Ateniéndose a una imposibilidad autoconstruida, los sectores autodenominados progresistas agitan que las relaciones de fuerzas no dan para confrontar con la nueva «ofensiva conservadora». Por tanto, como Lula lo hizo en Brasil, promueven un frente que reúna el apoyo de banqueros, empresarios, extractivistas y cuanto elemento conservador a uno se le ocurra.
Tal cometido, para el Frente de Todos, en caso de «sortear» la crisis económica, podría terminar ubicando a Sergio Massa como candidato a presidente, acompañado de una posible vicepresidencia de Eduardo «Wado» de Pedro. Uno ya conocido por sus relaciones amistosas con la embajada de Estados Unidos y el círculo rojo. El otro, un dirigente camporista que promueve una renovación de su espacio, demostrándose amistoso con todos los sectores concentrados que le abren la puerta para escucharlo. Por algo suena con bastante intensidad esa alternativa.
Ningún proyecto que se presente como progresista, si sigue atado al FMI y a garantizar las ganancias a los bancos y las corporaciones, podrá cumplir con su premisa de no emular el comportamiento de la derecha denunciada. Lejos de cualquier malmenorismo que busca contener, es necesario poner en pie una alternativa en favor de los trabajadores y la grandes mayorías.
Esta opción, solo la planteamos desde la izquierda. Con un programa anticapitalista y socialista, de fondo, que no sólo es sacado para la «gala» de la elecciones, sino una hoja de ruta para la lucha diaria. Pateando el tablero, luchando en defensa de los derechos de las y los trabajadores, la juventud, los derechos de género y sociambientales, es posible enfrentar a la derecha. Porque hay que tocar los intereses de una minoría que saca ganancias apropiándose de nuestro trabajo.
Avanzar contra el FMI, rompiendo con el mismo y dejando de pagar, esa es la única garantía de asegurarnos recursos para que no se siga ajustando en salud y educación pública. Si no echamos a esos buitres, la campaña por la flexibilización laboral y el ataque a más derechos sociales va a ser una constante gobierne quien gobierne entre las diferentes derechas del país. Prometer un futuro diferente sin tomar estas medidas, es una estafa política. Promover una convivencia pacífica con los sectores que nos atacan a diario es un crimen mayor. El malmenorismo, como opción política, sólo es para escépticos o conciliadores que no buscan más que perpetuar el actual estado de cosas. Para el MST en el FIT-Unidad, quienes luchamos por nuestro presente y futuro, entendemos que la salida es por izquierda, revolucionaria.