Salud en lucha. Parazo en Sanidad
La semana pasada, las y los trabajadores de la sanidad hemos sido protagonistas de paros muy fuertes por nuestro salario. Más allá de lo limitado de los mismos (fueron de pocas horas diarias) constituyeron una importante experiencia y demostración de fuerza. Además, durante las protestas la población mostró significativamente su apoyo. Sin embargo (o por esto mismo) la burocracia levantó el paro el viernes pasado aún sin tener acuerdo. Es necesario darle un giro a la situación para poder lograr lo que necesitamos.
Escribe: César Latorre
El contexto de deterioro salarial que estamos sufriendo todos los sectores de trabajadores tiene su capítulo en la sanidad. No solo venimos perdiendo poder adquisitivo desde hace varios años, sino que en el último período ha pegado un salto de calidad. Nuestra paritaria está vencida desde el 31/3 y la inflación sigue corriendo por más que baje en el ritmo de su estampida. Sobre este mar de fondo navegó una bronca que viene de hace rato y que encontró un canal para expresarse con todo en el parazo de la semana pasada.
Lamentablemente, la conducción del gremio escatimó la fuerza y empezó a desmontar el proceso. Mientras escribimos estas líneas, nos enteramos de que, ya habiendo levantado el paro, aún no hay un acuerdo que contemple la terrible pérdida del poder adquisitivo del sector asistencial, aunque sí están acordadas las demandas de las patronales (devolución en 12 cuotas del aumento del que tuvo que retrotraerse y libertad de aumentos a partir de julio). Como era de preverse sin la presión de las acciones directas, los tiempos los comienzan a manejar las patronales y el gobierno. Sin embargo, no está dicha la última palabra. La bronca es grande y la necesidad acuciante.
La génesis del descontento
Hay una situación muy particular que hemos sufrido las y los trabajadores de la salud en general y de la sanidad privada en particular: atravesamos una pandemia en la cual se demostró la importancia de nuestro rol social. Incluso esa valoración tomó mediática-mente un cariz grotesco: éramos los héroes y estábamos en la primera línea de la guerra contra el covid. Pero, pensado a fondo no fue tan grotesco ya que esa valoración, tal como en una película de Marvel, fue ficción.
Durante las primeras semanas en donde el ASPO (aislamiento social preventivo y obligatorio) fue más fuerte, se impulsaban los aplausos para las y los trabajadores de la salud con justa razón, sin embargo, en el mismo período nuestros salarios comenzaron a deteriorarse más aceleradamente y las condiciones laborales empeoraron. El salario se deterioró de dos maneras: por un lado se congelaron durante todo un año nuestros básicos y parte de nuestro salario salía de fondos jubilatorios de toda la clase trabajadora argentina. Por el lado de las condiciones laborales, proliferaron las contrataciones a plazo determinado como forma encubierta de precarización, se multiplicaron las rotaciones en los lugares de trabajo, se rebajaron las colaciones y comedores y un largo etcétera.
Y como si esto fuera poco, hasta se anunció dos veces que íbamos a tener viajes gratuitos y nunca sucedió.
Todo esto lo dejó correr Daer, la directiva del sindicato y su lista celeste y blanca que convalidó las sumas en negro en el 2020 de las paritarias de ese año y hasta mantuvo el sindicato cerrado mientras todos teníamos que ir a laburar.
En síntesis, lejos del reconocimiento que merecíamos por la importancia social que jugamos, se dejó pasar el momento. Esto no se olvida.
Los mercaderes de la salud
Como decíamos más arriba, las patronales fueron subsidiadas (en su gran mayoría) desde el 2020 hasta el 2023. Tres años de subsidios multimillonarios que el Estado les regaló hipotecando el futuro de las jubilaciones. Además, mientras tuvieron estos subsidios, siguieron aumentando las prepagas al ritmo de la inflación y a mayor ritmo que los salarios. También, porque hay que recordarlo todo, empezaron a implementar masivamente los «copagos» para «compensar» las dificultades para aumentar las prepagas como quisieran.
Esta fue la forma en la cual el gobierno les permitió mantener sus márgenes de ganancia frente a la ofensiva del sector de producción de medicamentos que comenzó a disputarle porciones de ganancia a las patronales asistenciales. Las patronales, en estos tiempos igualmente se quejaban en los medios y en distintos comunicados sobre la «regulación» del gobierno. Cara duras.
Milei y la fiesta del libre mercado limitada por el descontento social
A 24hs del DNU del 20/12 de Milei, los mercaderes de la salud aumentaron exponencialmente las prepagas. La «libertad» del libre mercado les habilitó a ser segregadores sociales: los comerciantes de la enfermedad no dudaron un segundo en empujar a miles de personas a salir del subsistema de salud más equipado. Por solo poner un ejemplo, una persona sola mayor de 65 años había pasado de pagar 90 mil pesos a 320 mil en el lapso de tres meses.
Este golpe a sectores sociales ubicados un poco mejor que la media significó un peligro enorme porque se sumaba un condimento más, muy sensible, al descontento social producido por el ajuste que no solo ya se había manifestado sino que venía creciendo. Estas circunstancias condicionaron al gobierno, que de un momento a otro se reubicó vistiendo un ropaje antimonopolista inverosímil (me viene a la cabeza nuevamente Marvel).
Combinación explosiva
Necesidades salariales objetivas, descontento social, falta de unidad entre el gobierno y las patronales y crisis de representación de una burocracia cada vez más deteriorada fueron los componentes que desembocaron en un parazo que fue creciendo día a día.
Si bien hubo desigualdades de conjunto (porque en algunos lugares la burocracia está en la lona y no puede garantizar nada) lo que primó fue una acción importante de las y los trabajadores más allá de la maniobra de llamar a paros de 2, 3 y 4 hs más difíciles de organizar y que les daban a las patronales más margen para poder presionar. No obstante, la fuerza por abajo superó todos estos obstáculos y garantizó un paro contundente demostrando que hay fuerza para poder llevar adelante una pelea a fondo.
La lucha en el Hospital Italiano
La expresión más acabada de la fuerza del paro se dio en el combativo Hospital Italiano, que el día viernes estuvo casi paralizado y realizó manifestaciones callejeras en todos los turnos movilizando en los alrededores de la institución.
El Italiano es el único lugar del gremio en donde sus trabajadores debatieron en asamblea general qué era lo que se estaba pidiendo y pudieron tener voz para manifestar la disidencia con acuerdos que sean por debajo de la inflación y que además levantó un programa alternativo en lo salarial votando pelear por un básico inicial igual a la canasta familiar con cláusula de ajuste automático mensual.
Esto fue posible porque la Bordó impulsa un modelo distinto al de la Celeste y Blanca. Sin poner las diferencias por delante impulsó la unidad de acción con la Celeste y Blanca contra las patronales. Aunque, al mismo tiempo, no diluía su pensamiento y posicionamiento. En cambio la celeste y blanca impulsa un modelo en donde hay que seguir la «orgánica» y se hace lo que dice la directiva, se combate lo que piensa distinto y se quiere condicionar la unidad a no tener críticas. Es necesario romper con el verticalismo y el pensamiento único que impone el modelo sindical de la burocracia del pj.
Pelear por lo necesario
La Celeste y Blanca, en todas sus variantes, justifica la pérdida de poder adquisitivo por la situación de las patronales. Esto no es nuevo, solo hace falta ver las diferencias salariales que hay entre el sector asistencial con el de producción del mismo gremio para advertir que terminan reflejando más los intereses de las patronales que los de los trabajadores. Con el verso de «lo que es posible» vienen justificando la rebaja salarial que venimos sufriendo hace rato. Cuando hablan de lo «posible» se refieren a lo que pueden las patronales para seguir obteniendo ganancias sin importar nuestras necesidades.
Por eso, una vez más, sostenemos con toda claridad: hay que pelear por las necesidades de las y los trabajadores y para hacerlo necesitamos un modelo sindical democrático, plural, clasista y combativo.