¿Por qué militar en el MST?
Activar en política, unir y renovar la izquierda. Es tiempo de Trump y Macri, de derecha cebada, envalentonada. También de crisis de los progresismos limitados, inconsecuentes. Revueltas, rebeliones, insurgencia y revoluciones como respuesta de los pueblos. La clase obrera está con el movimiento de mujeres y la juventud, haciendo historia, siendo protagonistas ¿Por qué hace falta construir organización revolucionaria entonces?
La crisis del capitalismo es civilizatoria. Eso quiere decir que está en decadencia mortal como proyecto de sociedad para la humanidad. No se va a caer por su propio peso, pero amenaza con arrastrarnos a todos al desastre. Es un sistema que engendra todo el tiempo crisis, guerras y revoluciones. La desorganización planetaria es su derivación natural, no un accidente. Por eso es incompatible con el trabajo como derecho de todos, con la igualdad, con las libertades individuales plenas. Es incompatible con la democracia burguesa, su propia democracia. Gramsci, siguiendo a Maquiavelo, usaba como metáfora del poder la figura mitológica del Centauro, ese engendro mitad humano y mitad animal. El capitalismo es la mitad humana cuando logra construir hegemonía y consenso naturalizando la desigualdad con los partidos tradicionales, la burocracia sindical, las empresas mediáticas, la cultura del statu quo. Pero cuando la naturalización de la desigualdad es sacudida por la entrada en escena de la revuelta social -2001 en Argentina por ejemplo- tiende a emerger su mitad animal, la coerción, la represión. Hoy más que nunca, por la necesidad de la ganancia rápida en la crisis, el capitalismo tiende al autoritarismo, por eso Trump, por eso Macri. Es su estado natural y necesario para sortear todas las mediaciones que lentifican la realización de ganancias. Los derechos sociales, los sindicatos, son obstáculos para el capital hoy. Por eso la lógica de agresión continua sobre los derechos de las mayorías. Por esa guerra declarada al 99 %, hay luchas impresionantes. La desobediencia, la rebeldía, la revolución permanente como decimos los trotskistas, se sostiene. Es la reacción masiva de las personas, de los pueblos que se defienden. Pero, la reacción social espontánea tiene un techo: puede destruir, desmantelar -positivamente- lo que existe injusto, pero la construcción positiva, planificada, organizada y estratégica de una nueva economía, política, cultura, educación, etc. no es resultado espontáneo de la movilización. Hace falta plan y organización. Este último aspecto es la parte del cambio social que depende de la voluntad personal de muchos y muchas. Vale decir: de la decisión de asociarse de forma voluntaria para construir una organización revolucionaria de la mayoría movilizada.
Antídoto de izquierda en tiempos de Trump y Macri: ¿por qué luchamos?
Parte de las operaciones ideológicas de los que mandan es estereotipar la identidad de la izquierda anticapitalista. En realidad luchamos por principios muy básicos, muy humanos, muy elementales. Derecho a trabajar sin la alienación de la explotación capitalista. Planteamos pleno empleo en base al reparto de las horas de trabajo disponible, con jornada laboral reducida e igual salario a la canasta básica. Luchamos por ganar mucho tiempo libre social, para desplegar el potencial de cada persona. Luchamos por educación pública, sin privilegios de élite. Por salud de calidad, para todos. Por desmantelar el patriarcado en sus bases materiales de doble opresión a las mujeres y su cultura machista: igualdad salarial, socializar las tareas de cuidado, despenalizar el aborto, combatir las violencias. Planteamos una democracia real de mayorías, de autogestión de masas, planificación y centralización democrática de todas las decisiones importantes. Pulverizar los privilegios de casta de la política tradicional, la justicia y el aparato represivo. Que todos los cargos públicos sean electivos y revocables -ya en la Comuna de París del siglo XIX los obreros plantearon este programa. El sueldo de los funcionarios tiene que ser igual al de una directora de escuela. Ética de lo público por ley: que todos los representantes electos usen lo público, la escuela, hospitales, transporte. Si deciden sobre eso, que lo utilicen (esto es básico). Elección y revocabilidad de jueces, fiscales y comisarios. Todo vigilado de abajo hacia arriba. El poder a la gente, al pueblo. Y más: reforma agraria, con un plan estratégico agroecológico de producción de alimentos suficientes, necesarios, saludables y accesibles para la mayoría. Otro modelo energético, basado en una matriz limpia y renovable. Los bancos tienen que dejar de ser negocio y pasar a ser herramienta de crédito en base al ahorro nacional para el desarrollo independiente. Terminar con el nacionalismo patriotero y desenvolver, en cambio, la cooperación latinoamericana e internacional con todos los pueblos en rebelión. Esa es nuestra hoja de ruta, a priori, básica pero mejorable. Difícil, pero necesaria para tener futuro.
Una organización de desobedientes. ¿Cómo tomar el poder y que él no nos tome?
No podemos ser ilusos. Nunca en la historia ocurrió que los privilegiados que tienen el poder agarradísimo, abandonaron deportivamente la pelea por las buenas. Por eso la movilización social permanente es decisiva, estratégica. Sin embargo, esa fuerza espontánea requiere orientación revolucionaria, propositiva. Eso implica en cada lugar de trabajo, en cada lugar de estudio, en los movimientos sociales, en los barrios, construir equipos de militantes voluntarios que activen en política con estas ideas para multiplicarlas y ganar adhesión obrera, estudiantil, popular. En tensión, disputa y polémica permanente -siempre así, permanente- con otras visiones, reformistas, limitadas o sectarias y testimoniales, con mucho de escepticismo, como hay en otros sectores de izquierda. Para esa tarea la forma organizativa más eficaz es garantizar la más plural y horizontal democracia interna para deliberar, sacar conclusiones, criticar y resolver todo en forma colectiva. Y en simultáneo, actuar de forma coordinada con una posición uniforme en la lucha de clases, en la confrontación política de ideas, para concentrar la energía del consenso o la síntesis alcanzada en el debate interno, y que esas posiciones tengan la fuerza de la energía que se concentra en un objetivo único, sin dispersión, para enfrentar al 1% que actúa con máxima centralización desde su Estado, su burocracia, su aparato represivo, sus empresas mediáticas que construyen confusión ideológica. Siempre en atención vigilante de las bases, para contrarrestar personalismos y burocracias. Siempre significa sistemáticamente: antes y después de la toma del poder político. Pensamos que es el único antídoto conocido. Nunca está asegurado ganar. Pero tampoco está escrito que no lo podamos lograr. La humanidad superó el esclavismo, la sociedad feudal y ahora le llegó el turno al capitalismo. Fueron masivas revoluciones las que conquistaron esos avances. Es nuestra hora, hay que activar en política y nuestra propuesta es que lo hagamos fuertemente construyendo el MST cuya razón de ser es todo esto que venimos explicando. Para pelear por unir a la izquierda, para prepararnos y arrebatarle el poder a los capitalistas y empoderar a los de abajo. Es nuestro mandato generacional. Hay que jugarse, dar el paso. Es la tarea decisiva y la única para la revolución que depende de la voluntad personal, de muchos y muchas. Vamos andando.
Mariano Rosa