Centenario de la Revolución Rusa: Las Tesis de Abril
Muchas veces en la historia, los grandes acontecimientos que cambian el mundo suceden en los lugares menos esperados. La Revolución Rusa de 1917 es uno de ellos.
La teoría marxista del momento indicaba que la revolución socialista sólo era posible en países avanzados como Inglaterra, Francia o Alemania. En países atrasados como Rusia, lo que estaba planteado era la revolución democrático-burguesa. Y la lucha por el socialismo estaría a la orden del día después de un extendido período de desarrollo económico y social capitalista.
Esta ortodoxia gozaba de un consenso casi absoluto en el movimiento socialista. Incluso Lenin, que advirtió que la burguesía rusa era demasiado dependiente del Estado zarista como para dirigir su propia revolución, y que la misma la dirigiría la clase obrera y el campesinado, no cuestionaba que el resultado de dicha revolución sería una república democrático-burguesa con una economía capitalista.
Solamente Trotsky había propuesto una hipótesis disidente, planteando en su “teoría de la revolución permanente” que la economía capitalista mundial había llegado a un punto de desarrollo tal que la revolución socialista estaba planteada globalmente, y que no importaba si esta comenzaba en un país atrasado, mientras se transformara en el primer “acto” de la revolución socialista mundial.
Poder dual
De la revolución de febrero de 1917 que volteó al zar, surgieron dos gobiernos. Por un lado, la Duma (parlamento consultivo) proclamó un gobierno provisional, compuesto por los partidos de los terratenientes y capitalistas. El príncipe Lvov, un aristócrata liberal, fue elegido presidente. El abogado Alejandro Kerensky, del Partido Social Revolucionario, que representaba al campesinado y la clase media urbana, se sumó como ministro de Justicia, cubriendo al nuevo gobierno por izquierda.
Por otro lado, resurgieron los soviets, que habían aparecido por primera vez en la revolución de 1905. Estos consejos de diputados obreros, soldados y campesinos, elegidos como delegados de cada fábrica, lugar de trabajo, zona o cuartel, tenían en sus manos los resortes del poder efectivo tras la caída del zar. Controlaban el transporte, los medios de comunicación, la banca y el tesoro estatal; hasta tenían la última palabra en cuanto a los movimientos del ejército.
Los dos centros de poder eran incompatibles, pero los dirigentes del Gobierno Provisional sabían que el Soviet no se podía ignorar, de hecho no podían gobernar sin su apoyo. También se percataron de que la represión no era una opción inmediata, ya que la mayoría de los soldados consideraban al Soviet su legítimo gobierno.
El Soviet, por su parte, podría haber hecho a un costado a su raquítico competidor, si sus dirigentes hubieran querido. Pero los socialrevolucionarios, que tenían mayoría en el Soviet, opinaban que era el Gobierno Provisional el que debía gobernar y constituir una republica burguesa como las de Europa occidental. Los mencheviques -el ala moderada del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR)- que tenían el segundo bloque en el Soviet, opinábamos parecido. Como en la Rusia atrasada sólo estaba planteada la revolución democrátio-burguesa, había que apoyar al Gobierno Provisional y formar una oposición “leal” al mismo.
Incluso los bolcheviques -el ala radical del POSDR- presos de la misma ortodoxia teórica, inicialmente apoyaron “críticamente” al Gobierno Provisional. Hasta que Lenin volvió del exilio.
Todo el poder a los soviets
El 4 de abril Lenin, recién llegado del exilio, expuso su visión de la revolución y su propuesta sobre las tareas que el partido tenía por delante, en una reunión conjunta de bolcheviques y mencheviques. Los puntos centrales de las que se conocerían como Tesis de Abril aseveraban:
“La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.
Ningún apoyo al Gobierno Provisional; (debemos) explicar la completa falsedad de todas sus promesas.
Explicar a las masas que los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas.”
Todo el arco político rechazó la postura de Lenin. La animosidad con la que los mencheviques lo enfrentaron reflejó el abismo que separaría a las alas del socialismo ruso definitivamente en dos partidos. Días antes, las direcciones de ambos habían avanzado en gestiones hacia un reunificación. De hecho, la propia dirección bolchevique rechazó las tesis de Lenin. En una reunión del Comité Bolchevique de Petrogrado el 8 de abril, la posición de Lenin perdió por 13 votos a 2 con una abstención. Al día siguiente, el periódico bolchevique Pravda publicó un editorial escrito por Kamenev que se desmarcaba de Lenin: “Nos parece inaceptable que (el esquema de Lenin) parta de presumir que la revolución democrático-burguesa haya terminado y cuente con una transformación inmediata de esta revolución en una revolución socialista.”
Lenin, enemigo de todo dogma, respondió con dureza que “esta vieja formula de que la revolución democrático-burguesa no ha terminado es obsoleta, no sirve para nada, está muerta y no sirve de nada intentar revivirla”. Le realidad siempre es más rica que la teoría. Lo que Lenin leyó en la revolución y explicó a sus detractores es que la burguesía era incapaz de resolver ninuna de las demandas de la revolución, y los trabajadores sólo podrían confiar en su propia fuerza. El Gobierno Provisional, por su carácter burgués, no podía acabar con la guerra imperialista, no podía resolver el hambre ni distribuir la tierra sin comprometer sus ganancias, sus intereses y su misma existencia como clase capitalista dominante. Las demandas más escenciales de la revolución sólo se podían alcanzar si los trabajadores con sus soviets tomaban el poder, y ninguna teoría podía con esa realidad. En los hechos, Lenin estaba adoptando la teoría de la revolución permanente de Trotsky, que llegaría de su exilio en mayo y terminaría sumándose al Partido Bolchevique.
Explicar pacientemente
A pesar de su inicial aislamiento, Lenin ganó al conjunto de su partido para su posición en algo menos de tres semanas. Algunos historiadores adjudican esta rápida reorientación a un supuesto poder dictatorial que ejercía Lenin. La realidad es que tuvo que pelear por sus posiciones en las publicaciones partidarias y reunión por reunión hasta lograr una mayoría en un congreso partidario a fin de mes. La autoridad que tenía como principal dirigente del partido seguro le ayudó. Sin embargo el factor central que le permitió reorientar al partido fue otro.
Aunque chocaron con la ortodoxia teórica de parte importante de los dirigentes, las ideas de Lenin empalmaron con los cuadros y militantes bolcheviques. Estos mantenían un contacto cotidiano con el movimiento de masas, que se impacientaba rápidamente con el Gobierno Provisional. Para los soldados, acabar con la guerra era de vida o muerte, y no había teoría que relativizara eso. Los reclamos de los obreros y campesinos hambrientos no podían esperar a que se consumara ninguna etapa de la revolución democrático-burguesa.
Hacia fines de abril, con su consigna “todo el poder a los soviets”, los bolcheviques ofrecían la única hoja de ruta hacia los reclamos que motorizaron la revolución de febrero: paz, pan y tierra. Ahora había que ganar a las masas para esa hoja de ruta. ¿Qué propuso Lenin? “Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo, la necesidad de que todo el poder del Estado pase a los Soviets de diputados obreros”.
Federico Moreno