Revolución Rusa: La reorientación del partido
La discusión que atravezó el Partido Bolchevique sobre qué orientación adoptar tras la caida del zar demuele la caricatura stalinista del partido de Lenin.
Para justificar su modelo autoritario de partido monolítico y de pensamiento único, el stalinismo reescribió la historia para decir que el Partido Bolchevique siempre había sido así. A Lenin lo presentan como un lider infalible que condujo su partido con autoridad incuestionable, previendo cada giro y marcando cada paso con exactitud, desde su concepción hasta la toma del poder.
Desde entonces, un sinfin de ideólogos se ha encargado de aseverar que ese “pecado original” de Lenin, no sólo predestinó la revolución a la tiranía stalinista, sino que también condena a cualquier organización revolucionaria que busque construir un partido político a la burocratización. Pero la historia fue muy distinta.
La historia verdadera
El Partido Bolchevique no evolucionó linealmente de núcleo revolucionario a partido de masas. De hecho, la mayor parte del tiempo, el bolchevismo fue una fracción, o ala, del más amplio Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR). Esta ala dirigida por Lenin, y el ala moderada menchevique se dividieron cuando se fundó el partido en 1903, pero se reunificaron tras la revolución de 1905. A pesar de tener visiones muy distintas sobre el balance de este levantamiento, convivieron en un mismo partido hasta 1912. Los primeros dos años, los bolcheviques estuvieron en la minoría, Lenin ni siquiera integró el Comité Central, sino que se dedicó a pelear en el partido por sus ideas. Y en 1907 logró la mayoría que le permitió a los bolcheviques dirigir al partido de conjunto.
Hasta la Primera Guerra Mundial, Lenin sostuvo que los revolucionarios debían integrar y luchar por dirigir partidos más amplios de la clase trabajadora: “todo social-demócrata tiene lugar en un partido donde, en Rusia como en Occidente, deben coexistir elementos revolucionarios y reformistas, pues sólo la revolución, en su calidad de expresión definitiva del desarrollo de la vida política, podrá separarles nítidamente”.
Efectivamente, la Primera Guerra Mundial y el estallido de la revolución de febrero que volteó al zar en 1917 acentuaron ante los hechos las profundas diferencias entre mencheviques y bolcheviques.
Cartas desde lejos
La ortodoxia teórica del marxismo sostenía que la revolución socialista estaba planteada en los paises desarrollados económicamente, y que en países atrasados como Rusia, lo que estaba a la orden del día era la revolución burguesa. Por eso, cuando cayó el zar y surgieron en paralelo un gobierno provisional burgués y los soviets obreros, tanto mencheviques como bolcheviques aceptaron que quien debía gobernar era el gobierno burgués. Incluso iniciaron negociaciones para volver a unificar al POSDR.
Pero Lenin, exiliado en Suiza, vio con preocupación esta política conciliadora de sus compañeros en Rusia. Escribió cuatro cartas al diario del partido Pravda -las llamadas Cartas desde lejos- en las que afirma que hay que constituir una milicia obrera que busque convertirse en el órgano ejecutivo del soviet y preparar de inmediato la revolución socialista. Los dirigentes bolcheviques, convencidos de que Lenin estaba mal informado, sólo publicaron la primera.
Cuando volvió del exilio en abril, Lenin presentó sus ideas a una reunión conjunta de bolcheviques y mencheviques, insistiendo en que el gobierno provisional no cumpliría con las exigencias de la revolución, que no había que apoyarlo. Que por el contrario, había que convencer a una mayoría de que los soviets debian tomar el poder y que la revolución burguesa debía dar lugar a la socialista, adoptando de hecho la teoría de Trotsky de que la revolución podía comenzar en un país atrasado a condición de que luego se expanda.
Contrario a lo que uno se imaginaría de un partido monolítico ante la palabra sagrada de su lider supremo, no sólo los mencheviques, sino la mayoría de los dirigentes bolcheviques enfrentaron a Lenin. Días después de la mencionada reunión conjunta, Pravda publicó un editorial escrito por Kamenev que decía que “tales tesis no representan sino la opinión personal de Lenin”, y que su esquema les “parece inadmisible”. En su primera reunión de la dirección bolchevique Lenin también perdió, 17 a 2 con una abstencion.
La lucha por reorientar al partido
El principal dirigente del partido tuvo que dedicar semanas a pelear por sus posiciones y dar una pelea ardua en una conferencia nacional del partido que reunió el 24 de abril a 149 delegados elegidos por 79.000 miembros. Incluso ahí, Lenin obtubo un triunfo parcial para sus posiciones.
En la resolución para “iniciar un trabajo prolongado con el fin de transferir a los soviets el poder del Estado” consigue 122 votos a favor, 3 en contra y 8 abstenciones. Pero en la resolución que afirmaba la necesidad de emprender la vía de la revolución socialista, sólo reunió 71 votos de un quórum de 118. Y la resolución de avanzar hacia la reunificación del partido, a la que él se opuso, también se aprobó.
Este triunfo parcial, sin embargo, le permitió a Lenin reorientar al partido en la tarea fundamental, que era disputar por el poder de los soviets. Le ayudaron en esto los acontecimientos políticos del momento y el estado de ánimo de la base obrera del partido.
Unos días antes de la conferencia del partido, el gobierno provisional sacó una declaración afirmando que estaba decidido a respetar todos los compromisos contraídos con los aliados, asegurando que “todo el pueblo aspira a proseguir la guerra mundial hasta la victoria final”, provocando movilizaciones callejeras y una crisis ministerial que no se resolvería hasta el 5 de mayo.
La impaciencia de las masas obreras con las demandas de la revolución “paz, pan y tierra” y el gobierno que no las cumplía impactó en la base militante del partido más que los dogmas teóricos, y empalmó con la posición de Lenin.
Un partido para la revolución
La concepción leninista del partido revolucionario es la contracara de la caricatura de la misma que hace el stalisnismo. El propósito fundamental de Lenin era construir un partido para la acción, para la revolución. Por eso arranca de la necesidad de contar con una columna vertebral de militantes profesionales y una estructura centralizada que permita golpear con la fuerza de la unidad. Pero la libre circulación y enfrentamiento de ideas era igualmente importante para Lenin. Un partido vertical, de obsecuentes repetidores de una linea oficial, sirve para mantener el status quo, no para darlo vuelta. Para hacer una revolución hace falta una organización de rebeldes.
El partido de Lenin tuvo un régimen interno en el cual distintos dirigentes y diversas corrientes permanentemente debatieron cuál era el camino a seguir, esquema en el cual el propio Lenin se encontró muchas veces en minoría. Y también alentó la iniciativa y crítica en el partido de conjunto. Lenin insistía con que los comités de base elaboraran y publicaran sus propios volantes, por ejemplo. Y aseveró que “el primero de los deberes de un revolucionario es criticar a sus dirigentes: los discípulos no serían por tanto dignos de su maestro si no se atreviesen a combatir su punto de vista cuando piensan que está equivocado. Un partido revolucionario no se construye con robots.”
Como veremos, este es el partido que lograría dirigir a los trabajadores a tomar el poder y autogobernarse democráticamente.
Federico Moreno