Russiangate: Con el despido del jefe del FBI, Trump potencia la crisis
El martes 9 de mayo el presidente Donald Trump despidió al director del FBI, James Comey, en un intento por frenar la investigación sobre sus contactos con Putin y el ataque informático ruso a su favor durante la pasada campaña electoral. El despido ha profundizado una grave crisis en el régimen política que algunos analistas comparan con el Watergate(1).
La primera excusa para deshacerse de Comey fue la información incorrecta, brindada por el FBI al Senado, sobre la utilización de Hillary Clinton de servidores de correo privados cuando era Secretaria de Estado de la administración Obama. Esta falta a la seguridad nacional, fue comentada como el uso de miles de mails con servidores incorrectos, para luego comprobarse que eran sólo algunas decenas.
Con estas consideraciones Trump buscaba congraciarse con los demócratas, a quienes la reapertura de las investigaciones de Comey sobre los mails de Hillary pocos días antes de la fecha de las elecciones, los perjudicó en forma muy grave. No tuvo suerte, los demócratas pusieron el grito en el cielo ante el despido del jefe del FBI. Finalmente, el propio Trump reconoció en una entrevista con la NBC, que el motivo central del despido eran las investigaciones de Comey sobre “esa cosa de Rusia”. Luego, para cubrir las contradicciones entre sus dichos y los de los funcionarios, amenazó con terminar con las “conferencias de prensa” e informar solo por comunicados oficiales.
El despido del jefe del FMI, como titula es su página web la BBC, desató una “tormenta política en los Estados Unidos”. En el sistema político norteamericano el jefe del FBI es elegido por períodos de 10 años para que no dependa del poder ejecutivo de turno. El FBI es una organización reaccionaria al servicio de los intereses del régimen político de EEUU. Su historia es la de la persecución al sindicalismo obrero, a la izquierda, los negros, los inmigrantes, las distintas minorías y todo lo que pueda poner en riesgo los intereses del capitalismo norteamericano, funcionando con un grado de autonomía importante del presidente en funciones. Por eso pudo abrir una investigación, contra la candidata “oficial” Hillary Clinton, pocos antes de que se definiera la contienda Clinton vs. Trump.
Comey no es un modelo de virtudes democráticas como ahora se lo quiere mostrar. Entre sus antecedentes inmediatos puede encontrarse el fallido pedido a Apple y Google para acceder, con la excusa de combatir al terrorismo, a los códigos de encriptación de los teléfonos de los norteamericanos. Lo cual constituye una violación a los más elementales derechos democráticos del pueblo yanqui. Su despido, en el momento en que estaba investigando la conexión de Trump con los rusos, significó un cimbronazo en el seno del poder norteamericano.
Los medios periodísticos señalan que el jefe del FBI, que fue recibido por Trump con bombos y platillos, ya que sus denuncias contra Hillary ayudaron a su triunfo electoral, habría entrado en desgracia luego de que se negara a prometerle “lealtad” al nuevo presidente. Además Comey desautorizó al nuevo mandatario, cuando este acusó a Obama de espiar sus comunicaciones durante la campaña, sin poder mostrar alguna prueba de ello.
Después del despido del jefe del FMI, cada vez que Trump abre la boca, parece que la crisis de agrava. Terminó aceptando que provocó su salida por la investigación sobre el Russiagate. Luego lo amenazó públicamente –vía twiter- para que no revele las conversaciones que tuvo con él e insinuó que están grabadas. Con lo cual los demócratas, y también miembros de la bancada republicana, demandan que entregue las grabaciones si existen y señalan que destruirlas constituiría un grave delito… Y así cada día que pasa, no hace sino escalar la crisis…
El Watergate… y el Russiangate
Varios analistas han comparado el conflicto provocado por el despido de James Comey con lo que se llamó “La masacre del sábado por la noche”, cuando el fiscal Archibald Cox, que investigaba el Watergate fuera despedido por el entonces presidente Richard Nixon. Aquel escandalo le costó la renuncia a Nixon abriendo una de las crisis más fuertes en el régimen político norteamericano del siglo XX.
Si bien el fiscal Cox tenía en la década del 70 una abrumadora cantidad de pruebas contra Nixon, no es la primera vez que los presidentes de la larga “democracia imperial” de los EEUU, acuden “ilegalmente” a los servicios de los medios de inteligencia para investigar a sus ciudadanos, adversarios políticos o realizar todo tipo de maniobras. Para que estos hechos salgan a la luz y devenguen en una fractura expuesta del sistema político, deben existir razones profundas, que tienen que ver con la lucha de clases y su impacto en la superestructura política.
No se puede explicar la renuncia de Nixon únicamente por sus desprolijidades y la investigación de dos buenos periodistas. Gran parte de la crisis que estalló en el poder norteamericano en aquellos años tuvo sus razones de fondo en el curso desfavorable que tenía la guerra de Vietnam, que concluyó con la primera gran derrota militar del imperio yanqui.
Es público en los EEUU las simpatías expresadas por Trump hacia el gobierno de Putin durante la campaña electoral. Los contactos entre sus colaboradores y el gobierno ruso tuvieron un duro golpe, cuando el designado Consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn –una de las personas más influyentes de la flamante administración- tuvo que renunciar luego de pocas semanas de ocupar el cargo, por no haber informado sobre sus contactos con el embajador de Rusia en EEUU.
En el expediente presentado por la CIA, el FBI y la NSA se ‘analiza meses de actividad del Kremlin y ofrece una conclusión aterradora: “Vladímir Putin ordenó una campaña en 2016 contra las elecciones presidenciales de EEUU. El objetivo era socavar la fe pública en el proceso democrático, denigrar a la secretaria Clinton y dañar su elegibilidad y potencial presidencia. Putin y el Gobierno ruso desarrollaron una clara preferencia por Trump”’ (diario El País de España, 14/05/2017).
La dinámica y las razones de la crisis
Quizás sea prematuro indicar que la crisis del Russiangate va a terminar con Trump de la misma forma en que el Watergate se llevó puesto a Nixon. Pero si podemos señalar que los intentos bonapartistas de Trump, al tratar de saltar por encima de los mecanismos del régimen político norteamericano, están chocando con una resistencia más importante que la que representa tal o cual instancia institucional, están siendo enfrentados por una movilización creciente de amplios sectores del pueblo norteamericano.
En los días posteriores a su asunción más de cuatro millones de mujeres se movilizaron en distintos puntos del país, convirtiéndose en un canal por el cual muy diversos sectores expresaron su rechazo al mandato de Trump. Los inmigrantes, con centenares de miles en sus movilizaciones, han sido otra de las grandes luchas que lo enfrenta y que ha frenado parcialmente sus planes más nefastos.
Y si bien la clase obrera blanca y los estados del medio oeste, la llamada América profunda, que fueron la base de su triunfo electoral, aún no han roto con Trump, es un hecho que tras largos meses de su asunción no se ven cambios cualitativos en la creación de las nuevas fuentes de trabajo que prometió. Al contrario lo que existe es un fuerte recorte presupuestario a los gastos destinados a la seguridad social.
El triunfo del “outsider” Trump sobre Clinton, la candidata del establishment, ya mostraba una aguda crisis con los partidos tradicionales del régimen político, producto del desencanto de millones de norteamericanos con la vieja “casta”. Reflejó el rechazo de millones que no se han podido recuperar de la crisis abierta en el 2007 y el hundimiento del “sueño americano”, que ahora decidían apostar por un Trump, y también por un Sanders en la otra punta.
Por eso, la dinámica y el curso del llamado “Russiangate”, no depende solo de las pruebas que existan contra Trump, sino del curso general de estas movilizaciones y protestas en EEUU, que son las más fuertes de las últimas décadas. Un proceso político inédito que plantea la posibilidad de construir una alternativa política independiente de Demócratas y Republicanos, que para poder desarrollarse deberá enfrentar los mecanismos centrales del sistema capitalista imperialista del gigante del norte.
Gustavo Giménez
(1) Watergate: Crisis política desatada en los EEUU en la década del 70 al comprobarse el robo de documentos de las oficinas del complejo Watergate de Whashington D.C., en la sede central del Partido Demócrata. La investigación llegó a comprobar una gran cantidad de maniobras clandestinas ilegales, como la persecución y el acoso a dirigentes opositores, en las cuales estaban involucradas altas personalidades del gobierno de Nixón. La crisis provocó la renuncia de Nixón en agosto de 1974, para evitar ser llevado a un proceso de impeachment (proceso de destitución) por el Congreso y la condena y encarcelamiento de 49 personas de la administración.