Nuestra hoja de ruta y las PASO de agosto
Transcurre la coyuntura política del país con el proceso electoral como eje gravitante. El contraste entre la agenda de la superestructura tradicional y las preocupaciones de la gente. Nuestras batallas presentes. Posibilismo, izquierda y perspectiva.
Hay una categoría que sirve para definir las élites políticas que administran el Estado en la actualidad: casta. Los inventores de este concepto fueron dos periodistas italianos del diario Il Corriere della Sera. Desde entonces tenemos un término eficaz para describir la forma de gobierno de los políticos tradicionales al servicio de un núcleo de capitalistas concentrado en las corporaciones decisivas de la economía argentina. Esa élite, recibe en compensación por su tarea, sobres, valijas o cargos como asesores/consultores en esas mismas empresas capitalistas. Esa minoría política y de clase, tiene secuestrados todos los mecanismos -limitados, pero existentes- de esta democracia. Así, cada vez más los derechos más básicos, incluso los consagrados en las leyes del sistema, son incompatibles con el modelo político de esta democracia capitalista de casta, de élite. Para mandar actuando contra los intereses de las mayorías, no pueden apelar siempre a la fuerza, a la coerción, a la represión. Gramsci estudió mucho el mecanismo de consenso hegemónico que construyen los que mandan para controlar a la mayoría social, para lograr la naturalización de la desigualdad. Un escritor francés, Paul Valéry, se refería a esos mecanismos de control de la burguesía diciendo que eran “fuerzas ficticias”. Se refería a las falsas ideologías, a las ilusiones de conciencia que las instituciones dominantes -hoy los partidos, empresas mediáticas- difunden para confundir, distraer y ganar tiempo, mientras hacen negocio, ganancia privada. La dificultad que presenta esta mecánica, esta forma de gobierno para los capitalistas, es que en Argentina la profunda experiencia con el bipartidismo que hizo crisis en 2001 marca la tónica actual. El descreimiento, la falta de ilusión en la política tradicional es aguda y se está notando en la campaña electoral. Por eso, son millones los que integran la categoría de “indecisos” en encuestas y muestreos. En realidad, están “decididos”, con predisposición a no alimentar más la gobernanza de la política tradicional. Pero, en política existe un espacio indeterminado de disputa de ideas, cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no terminar de ser construido.
Alegato contra el posibilismo
Los recursos de la burguesía, de la clase que tiene el poder, se van renovando. Siempre limitada por las luchas y las relaciones de fuerza, se da maña para improvisar nuevas variantes políticas con su correspondiente justificación ideológica. El posibilismo es un recurso capitalista, no es un ideología progresista, ni emancipadora. Después de la potente oleada del 2001 que sepultó el bipartidismo como había funcionado, el 1 % encontró una salida en la idea de que se pueden lograr cambios muy parciales sin cuestionar los pilares del sistema capitalista. Durante años toda la fuerza material del Estado en Argentina -y a escala del continente- se usó para militar por esta idea. El sentido era obvio: encauzar la vitalidad crítica, impugnadora del capitalismo desatada con el Argentinazo, en una opción que restaurara el consenso mayoritario a favor del capital, dando forzadamente una serie de limitadas concesiones económicas y sociales. Eso hizo el FPV en el país, pero también el PT, el chavismo, Evo y Correa. Con matices, la llamada ola progresista latinoamericana.
Así desde el aparato estatal se organizó a mucha militancia con la convicción de que hay cambios imposibles hoy, y que en todo caso en un futuro indeterminado se verá si da “la correlación social y política”. Esta argucia falsa, sirvió para:
- Justificar el pago millonario de deuda ilegítima, porque “auditar y no pagar”, era utópico
- *Habilitar la multiplicación de corporaciones que perfilaron el modelo capitalista dependiente y extractivo en el país, con la megaminería, el agronegocio, el fracking o la especulación inmobiliaria urbana. Cuestionarlo, como hicimos, era “utopía, hacerle el juego a la derecha”
- *Consolidar una élite política privilegiada e impune, partícipe de la corrupción estructural, porque combatirlo y plantear cambiarlo era “irrealizable con el actual nivel de conciencia de las masas”
Y así hasta el infinito posible de ejemplos. ¿Por qué señalamos esto acá y ahora? Porque en esta campaña electoral, el kirchnerismo pretende, invocando la necesidad -real- de pararle la mano al plan de Cambiemos, alimentar el retorno de una experiencia política que ya mostró sus límites, y que como oposición al macrismo colaboró con la gobernabilidad burguesa de ajuste, votando las leyes fundamentales o dando tregua en la lucha de clases desde la CGT. Por lo tanto, no hay tal polarización entre Macri y CFK. Sin ser iguales, actúan como complementos de una misma estrategia capitalista. Por eso, desde el antimacrismo militante, rechazamos la falsa salida proveniente del kirchnerismo.
La debilidad de ellos, nuestras oportunidades desaprovechadas
La caracterización de los problemas orgánicos del sistema político burgués es categórica. Sin embargo, esa inconsistencia no se viene traduciendo en alternativa superadora desde la izquierda. En este punto, nos queremos detener.
Nunca como en estos años, los partidos capitalistas dieron tanta ventaja. Su crisis orgánica es la precondición para la construcción de una novedosa experiencia anticapitalista, de izquierda, con fuerza para gobernar. Pero que sea el requisito previo no significa que sea la condición suficiente.
La falta de unidad global de la izquierda en una expresión común, no en un solo partido, sino en una confluencia de partidos y organizaciones, que en base a un programa y a un mecanismo de debate democrático procese matices, contribuye a la sobrevida de los monstruos. El FIT despliega impedimentos conscientes para evitar esa unidad, para frustrarla. Así suma a la negativa repetida ante cada propuesta que le formulamos para un acercamiento positivo, la reciente política de impugnación en la justicia del régimen, para intentar impedir la participación de Izquierda al Frente. Esta inédita tesitura, que fracasó, es un síntoma político de debilidad y corrobora la naturaleza de ese armado.
El origen del FIT como unidad defensiva para superar las PASO evolucionó hacia un frente electoral que al tener buenos resultados relativos, sobrevivió a las contradicciones de sus propios integrantes. Pero, contiene una tensión inicial producto de ser una unidad de fuerzas que reniegan de esa orientación como concepción táctica ofensiva, de construcción positiva. Esa es la razón de su crisis permanente.
Nuestro planteo es alternativo a esa visión. Por un lado, trabajamos con la perspectiva de contribuir a un desarrollo de masas en la izquierda. Lo hacemos con un enfoque que combina la unidad y el choque de ideas entre organizaciones distintas, y la construcción estratégica de la propia fuerza. Eso lo entendemos compatible y necesario. Cuando la legítima vocación de construir la propia fuerza se transforma en un escollo que debilita la emergencia de una herramienta de mayor incidencia para la disputa por el poder, esa orientación termina siendo funcional al régimen, conservadora y por lo tanto, en su sectarismo, reformista.
El camino que emprendimos con Izquierda al Frente transita en sentido opuesto y cada avance que logremos será para insistir en más unidad de la izquierda.
El ahora de la lucha electoral con el mediano plazo como horizonte
Todo lo que escribimos más arriba tiene el sentido de dar un marco a la lucha presente, electoral, que tiene sus reglas. En política, como explicamos en varios artículos, nuestro eje es instalar que una serie de causas necesarias para la juventud que trabaja, que estudia y para el movimiento de mujeres, y que la política tradicional excluye de su agenda:
- Prohibir el trabajo precario, repartir el trabajo en jornadas de 6 hs para garantizar pleno empleo
- Estipular un salario equivalente al costo de vida, hoy en CABA $ 25.000
- Luchar por otros derechos también, como el aborto, la legalización de la marihuana o el desmantelamiento de la casta política, estableciendo reglas que impidan su renacimiento: que los políticos ganen como una directora, que sean revocables, que usen lo público.
Estos son algunos de los temas. Y claro, estamos militando para explicar de forma paciente, pero firme, que hay recursos económicos para esas medidas:
- Eliminar subsidios a la iglesia y a la educación privada
- Impuestos a la transacciones financieras, restitución de retenciones a las megamineras y a los pooles
- Auditoría soberana y no pago de la deuda externa
Estas medidas pondrían en disponibilidad inmediatamente cerca de $ 350.000 millones. Una buena base material para financiar lo que planteamos.
Está claro que el problema no es económico, sino político. Por eso, machacamos en lugares de estudio, de trabajo, en esquinas, parques y plazas, en nuestro entorno social y familiar, que la cuestión pasa por la voluntad y fuerza política para empujar esa orientación.
El 13 de agosto en todo el país se eligen representantes legislativos, no gobierno. Para fortalecer, impulsar y respaldar voceros y voceras de estas ideas, de estas causas, la clave es lograr muchos votos para las listas de Izquierda al Frente y el MST.
Hoy es la tarea número uno para desarrollar una fuerza política de alternativa que se vaya preparando para la disputa de fondo, la pelea por todo: por el gobierno de los que nunca gobernamos, los y las imprescindibles de verdad.
Mariano Rosa