Rebelión popular en Francia

Escribe Pedro Carrasquedo (La Commune – NPA)

28/10/10

Para la comprensión de los compañeros argentinos, es preciso explicar el desafío de esta ley.
En Francia, el sistema de Seguridad Social (popularmente llamado la Secu) -que incluye la rama jubilaciones- tiene una particularidad que lo distingue, ya que en la inmensa mayoría de los otros países se basa en seguros privados, o en una financiación estatal, o en una combinación. En cambio aquí, desde 1945, fruto de una conquista obrera en la ola de huelgas insurreccionales de la postguerra, la Secu se financia únicamente por los salarios de los trabajadores. La suma así recaudada ronda los 2.300 billones de euros, equivalente al presupuesto del Estado. Lo que hace fuerte a la actual protección social «a la francesa» es ser financiada por el salario diferido.
El salario diferido es una parte del salario que no se paga al trabajador. A fin de mes se cobra el salario neto, descontado del salario bruto el aporte a la Secu. Los asalariados ponen ese dinero en una caja común, según el principio de la solidaridad obrera: cada uno cotiza para todos y todos para cada uno. Cada uno cotiza según su posibilidad y percibe según su necesidad. Ese dinero no proviene del bolsillo del patrón.
Los aportes sirven para pagar las jubilaciones y la cobertura de salud. Los trabajadores activos cotizan para los jubilados y los sanos para los enfermos. Es el sistema de reparto solidario. Las prestaciones no dependen del monto del aporte individual de cada trabajador, como en los fondos de pensión, sino del total de sumas recaudadas sobre la masa salarial.
En ese modelo de Seguridad Social, que los trabajadores franceses hoy defienden como en 1995 y 2003, cada trabajador recibe todas las prestaciones de salud que necesita y cada jubilado cobra una pensión proporcional a sus mejores salarios. La ley Sarkozy sube la edad jubilatoria de 60 a 62 años. Pero para cobrar una jubilación completa1 hay que haber trabajado al menos 41,5 años. Y como en promedio la vida laboral aquí recién comienza a los 28 años, sólo la podrá cobrar quien trabaje hasta los 70 años. Esto explica el fondo de la cuestión y la pulseada actual.
¿Pero qué pulseada es ésta? ¿Sarkozy y su gobierno versus los trabajadores y sus organizaciones unidas? Si fuera así, sería incomprensible. De mayo a hoy, nueve veces los trabajadores -con apoyo de los jóvenes- pararon y marcharon por millones, a un nivel de lucha superior al del ’95. ¿Sarkozy sería tan fuerte, como Thatcher contra los mineros ingleses, para imponer su plan? Para nada. Las últimas encuestas le dan apenas un 27% de aprobación, el récord más bajo de todos los presidentes franceses. El movimiento actual pronto se unificó contra él, planteando la cuestión de quién gobierna y la ilegitimidad de Sarkozy. De fondo y de forma, es un movimiento político. ¿Cuál es entonces la traba? La línea de las direcciones políticas y sindicales tradicionales, atalonadas en impedir como sea el triunfo de los trabajadores.

Los dos ejes de esa política de sumisión

1. Del PS al PC pasando por el Partido de Izquierda de Mélenchon, y de la CGT a la CFDT y demás centrales sindicales, todos sin excepción dicen -como Sarkozy- que sin una reforma el sistema jubilatorio se hundirá. ¡Ninguno exigió el retiro del proyecto de ley! Hablan de “una buena ley”, o de jubilaciones “individualizadas”, y todos coinciden en el planteo de ATTAC, de gravar la renta financiera. Pero solventar las jubilaciones en base a las rentas financieras es justamente introducir el sistema por capitalización, totalmente opuesto al solidario.
El sistema francés, basado en los salarios, sólo puede existir si los trabajadores y sus organizaciones luchan por aumento salarial, contra los despidos y por el fin de las exenciones a los empresarios. Toda nueva suspensión o despido y todo salario que se estanca o baja implican menos aportes a la Secu. Con el espejismo de gravar al capital financiero, los principales dirigentes del movimiento obrero le indican a Sarkozy su decisión de no impulsar las verdaderas luchas necesarias para la clase obrera y así le dejan pasar su ley

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2. La táctica de las “jornadas de acción” de 24 horas, de vez en cuando. Los trabajadores la llaman huelgas salto al rango, separadas, que desmoralizan porque son ineficaces y dividen. Algunos trabajadores perdieron más de diez días de sueldo en estos seis meses de “jornadas”, cuando todo el mundo sabe bien que si hubiéramos hecho todos juntos diez días seguidos de paro Sarkozy saltaba como un corcho y su reforma con él
En realidad, la pulseada actual es entre las direcciones sindicales y políticas y las masas movilizadas, que salieron por millones a la calle no a gritar “gravar la renta financiera” sino “abajo la reforma”. Hemos visto un movimiento resuelto y extraordinario en todo el país, que en algunos lugares logró desbordes a los aparatos, aunque aún insuficientes para romper las barreras.
La poderosa huelga de 15 días de los trabajadores basureros de Marsella terminó agotada por el pacto de la UMP, PS, PC, FO y CGT. Lo mismo el paro de los basureros de París, que el intendente Delanöe (PS) logró asfixiar recurriendo a las empresas privadas de limpieza con contratados. Piquetes de huelga en depósitos de combustible fueron quebrados por la policía con el acuerdo o aval tácito de los aparatos sindicales. Esa es la verdad: tras haberse negado a convocar al paro general, los aparatos maniobran para organizar el reflujo.
Aun así, el paro de los petroleros, trabajadores del gas, portuarios, maestranza escolar y otros municipales es masivo en Marsella. Si los basureros de tal ciudad levantan la huelga por línea de FO, en decenas de otras ciudades la prosiguen. Muchos empleados provinciales siguen en paro por tiempo indefinido en las grandes ciudades y sus suburbios. En los secundarios, más de mil colegios (sobre 4.200) fueron tomados. En las universidades, la lucha alcanzó un pico la semana del 18 de octubre, con una docena de facultades tomadas y otras seis cerradas por los decanatos para impedir las tomas.
Con desalojos por la fuerza, apaleando y gaseando estudiantes y trabajadores, baleando a jóvenes de los suburbios que se rebelan, con provocaciones policiales en barrios y marchas, y más de 2.000 jóvenes detenidos y duras condenas, Sarkozy se juega a imponer su reforma a toda costa, como exigen el FMI y la Unión Europea.

Sarkozy no es Thatcher

Las principales direcciones sindicales (CGT, CFDT, FO, FSU, UNSA) reafirman su negativa a llamar al paro general e incluso a mantener la huelga prorrogable y los bloqueos, mientras los activistas de la CGT y el FSU a menudo están entre sus principales promotores. Sarkozy los desprecia negándose a ofrecerles la menor salida -que aceptarían-, pero las principales direcciones siguen suplicándole que abra “concertaciones” para “otra reforma jubilatoria, justa y eficaz”. Pese el éxito de las marchas del 16 y 19 de octubre, llaman a dos nuevas jornadas separadas -28 de octubre y 6 de noviembre-: una verdadera puñalada en la espalda de los huelguistas. Esto explica la suspensión del paro en ciertos lugares. Y en vez de apoyar las tomas, las condenan al comprometerse a “velar por el respeto de los bienes y a las personas”2.
De hecho, la Intersindical le dio así luz verde a la violación del derecho de huelga y al violento desalojo policial de la refinería de Grandpuits, uno de los bastiones de la lucha. Tres obreros fueron heridos, uno de ellos grave, a causa de la ocupación policial.
En resumen, Sarkozy puede mantener sus ataques contra nuestras jubilaciones porque Thibault (CGT) Mailly (FO) y Chérèque (CFDT) se niegan a convocar la huelga general. Otra vez se demostró que las “jornadas” y los “paros prorrogables” por sector le dejan las manos libres al gobierno y a su aparato legislativo y represivo para imponer la política antiobrera.
Cientos de miles de trabajadores pararon y se movilizaron, conscientes de la agachada de sus propios dirigentes. No decirlo sería mentir. Y llamar como si nada a las acciones del 28 y el 6, como si el problema fuera que los trabajadores no pelean lo suficiente -como hacen Lutte Ouvrière y otros grupos- es hoy el mejor servicio a las burocracias sindicales.
Thibault y Chérèque jamás exigieron el retiro del proyecto de ley, siendo que es el objetivo evidente de los huelguistas. Cada medida a la que los trabajadores franceses respondieron masivamente porque buscaban unirse, fue usada por la Intersindical para intentar corregir el texto de Sarkozy, finalmente votado.
Pero hay algo seguro: más allá de los resultados inmediatos, los trabajadores empiezan a sacar conclusiones. Y Sarkozy no es Thatcher. El movimiento político profundo para echarlo ya comenzó.

Notas:

1 El 75% del salario bruto de los mejores 25 años.
2 Comunicado de la Intersindical, 21/10.