El tablero político gobierno-oposición

Con Cristina fortalecida y la oposición fragmentada, los resultados de las primarias y la perspectiva hacia las presidenciales siguen dando tela para cortar. Retomamos algunos debates y análisis sobre lo que muestran las elecciones y el panorama para los tiempos que se vienen.


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Pablo Vasco

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Sacar la mitad más uno de los votos tras ocho años de gobierno no es poco. Como venimos analizando, ese éxito obedece a unas pocas pero efectivas razones.

La primera y decisiva es la situación económica de relativa estabilidad, que siempre favorece al que gobierna. Un amplio sector de la población no busca cambios sino conservar lo existente. Esto ya lo vimos en elecciones donde retuvieron el poder gobernantes de distinto signo, como la fueguina Ríos, el porteño Macri o el santafesino Binner.

La base del triunfo K es esa «bonanza» económica. Los altos precios de las materias primas, junto a manotear las reservas del ANSES y el Banco Central, le han permitido al gobierno nacional no tener que aplicar duros ajustes y hasta «derramar» un poquito: la asignación por hijo aunque no sea universal, el aumento a los jubilados aunque no sea el 82% móvil, el Argentina Trabaja aunque siga siendo precario.

Los K usaron a su favor, además, los últimos hechos de la crisis capitalista internacional. Mirando a Grecia, España o Londres, la comparación les rindió frutos. Lo mismo con el estallido en Chile, contrastando la educación pública acá -por más deteriorada que esté- con su casi total ausencia allá.

Menos crispación, más diálogo

Si la economía los beneficia, y no surgen competidores sólidos, ¿para qué mantener el estilo confrontativo permanente? Hábilmente, todo el kirchnerismo cambió el tono habitual de su discurso. Así como tomó distancia de Moyano y la burocracia sindical, Cristina pasó del choque frontal a bromear sobre las bermudas de Macri. Esta adecuación sin duda le aportó votos.

De todos modos, de ese 50% logrado en las primarias podríamos estimar que un 30% es más o menos sólido, de gente que apoya y defiende al gobierno K. El resto es un voto más ocasional, callado, más bien un voto al «mal menor» por ausencia de alternativas creíbles o directamente por rechazo a las que hay.

La oposición, en la lona

Alfonsín y Duhalde son de terror. Rodríguez Saá pesa más que nada en San Luis. Carrió se hundió. Macri no se postuló. Con tales caras, que tampoco ofrecen ningún modelo económico distinto al del gobierno nacional, se explica el alto caudal K. A su vez, que toda esa oposición por derecha no alce vuelo es un dato positivo, que reafirma la vigencia del fuerte rechazo a la vieja política que signa el país desde el 2001 y deja espacio para nuevas alternativas.

En cambio Binner, aun sin serlo, es visto como algo nuevo. Su perfil «light» empalma mejor con la coyuntura y en buena medida ocupa el espacio electoral de Proyecto Sur. Desde el establishment, además, tendrá algo de luz verde. Por estos factores es posible que pueda mejorar su performance en octubre.

Un régimen en dilemas

Desde el 2001, la burguesía y el imperialismo intentan rearmar el maltrecho régimen político argentino. Aparte de la Corte Suprema sólo lograron recomponer la figura presidencial, pero no un funcionamiento institucional estable y, menos aún, un bipartidismo que con su alternancia asegure la «gobernabilidad» capitalista.

Las primarias impusieron el piso proscriptivo, pero no alumbraron una solución. La UCR salió peor, con sus líderes enfrentados y varios candidatos a gobernadores buscando colgarse también de la boleta de Binner, porque peligran sus chances de ganar yendo sólo con Alfonsín. Lo único certero es el kirchnerismo, alrededor de la figura de Cristina y conteniendo a la mayoría del viejo PJ.

En este marco, ¿podrá ser más adelante Macri la opción, por centroderecha como preferirían los K? ¿O llegarán a serlo Binner y la UCR, ahora en disputa pero socios de siempre, en una alianza como la que viene gobernando Santa Fe? Son interrogantes abiertos. Hoy por hoy, el régimen no ha encontrado una salida estratégica.

Las perspectivas

Salvo cambios bruscos, difícilmente haya polarización y Cristina gana. Así, la pelea electoral se centrará en obtener bancas en el Congreso. Junto con dar esa pelea, igual hay que mirar más allá de octubre.

Pese a la victoria K, no creemos estar ante un nuevo movimiento histórico ni que haya Cristina por años y años. Salvando las diferencias, Menem gozó de la estabilidad del uno a uno impuesta -como las privatizaciones- en base a derrotas del movimiento obrero y popular.

La estabilidad económica actual no tiene esa base estructural. A medida que el ritmo de la crisis internacional afecte a la Argentina, y obligue al gobierno a ir contra la clase trabajadora y/o los sectores medios, el humor social y el nivel de luchas sin duda irán cambiando. Entonces, al calor de esos cambios, crecerá el espacio para un proyecto político de verdad alternativo, a la izquierda del gobierno, como el que impulsamos desde el MST y venimos intentando con el Movimiento Proyecto Sur.