Opinión de Alejandro Bodart sobre la reforma judicial

Legislatura porteña: sesión del 12 de abril. Desgrabación de mi intervención.
En el debate sobre una declaración para exigir que el Congreso nacional, antes de debatir la reforma judicial, traspase a la Justicia de la Ciudad los fueros pendientes.
Vine a discutir un aspecto, que es la autonomía. Por lo menos, quiero discutir si entre todos somos capaces de seguir reclamando la autonomía, sobre todo en este caso que se discute acerca de la Justicia. Entiendo que los diputados del Frente para la Victoria plantean discutir un poco más: la reforma que se está encarando.
Creo que la reforma puede tener distintos aspectos. Para mí no tiene nada en el sentido de democratizar, que es el título. Los títulos rimbombantes, como “democratización de la Justicia”, después no se condicen para nada con las medidas concretas que se están poniendo en discusión, ni siquiera -y lo voy a tratar después- con el tema de la autonomía, que sería parte de democratizar.
Facilitar la autonomía de la Justicia en la Ciudad de Buenos Aires sería parte, pero tampoco apuntan a eso. Creo que por eso hay muchos que dicen por fuera estar de acuerdo, pero hoy, al defender la ley e ir contra la declaración que se presentó, esconden que en el fondo tampoco pueden votar algo a favor de la autonomía, porque sería ir en contra de lo que plantea la propia reforma.
La reforma no sólo no plantea la autonomía, sino que propone también avanzar en aspectos que van en contra de toda la democratización. Voy a nombrar seis aspectos que para mí son importantes.
El primero, es que centrar la reforma en el Consejo de la Magistratura ya es parte de no discutir ningún aspecto de democratización. Si hay un mecanismo contra la democratización, es seguir fortaleciendo los consejos de la magistratura. Precisamente, son órganos que intentan que no haya una real democratización, porque van en contra de la elección directa de los jueces.
Lo que se intenta es buscar un mecanismo intermedio para que las fuerzas políticas mayoritarias puedan decidir a su antojo cuándo remueven a algunos de los jueces y controlarlos por esa vía. Si queremos hablar de democratización –no sólo en la Nación sino también en la Ciudad–, se tendrían que volar los consejos de la magistratura y se debería tener en cuenta directamente un aspecto. Me refiero a lo que pasa en algunos lugares que no son precisamente concordantes con mi ideología ni con mis posiciones, por ejemplo, en Estados Unidos, donde los jueces se eligen por voto popular. En ese caso, no haría falta discutir cómo controlar los consejos de la magistratura. Lo que habría que discutir es cómo sacarlos para ir a la discusión de fondo: facilitar que haya una real democracia y que el juez sea electo. De esa manera, si hay jueces que hacen lo que hizo el tribunal de Tucumán en el caso Marita Verón, difícilmente podrían ser luego votados nuevamente por la gente. En ese caso, iríamos a una real democratización.
Ahora bien, con el pomposo título de “democratización”, se pretende fortalecer un organismo intermedio que va contra la democracia, que son los consejos de la magistratura, para meterlo en la lista sábana en las elecciones, para que las mayorías políticas circunstanciales tengan el control y, por la vía de ese control, volver a “agarrar del cogote” a todos los jueces para que voten a su antojo.
Es interesante el título de “democratización” pero, cuando vemos lo que se hace, es todo lo contrario. Simplemente, me voy a referir a que el mismo gobierno que está impulsando esto es el mismo que en su momento, con el pomposo título de “democratizar la Corte Suprema”, hizo una serie de cambios que a algunos los confundió. Es el mismo que cuando la Corte no le vota algunas cosas a su favor, la demoniza completamente. Por lo tanto, miran cada uno de los aspectos que van pasando en función de su conveniencia y no realmente de la discusión que dicen enfrentar.
Si realmente hubiera democratización, antes de que se sancione el proyecto voy a presentar una ley para que se promulgue de una vez por todas los juicios por jurados que están en la Constitución nacional desde hace 160 años. Nadie los promulga porque tampoco quieren la democratización. No haría falta ninguna reforma constitucional, sino que se aplique y se ponga en práctica la Constitución que habla de esto desde hace 160 años. Ningún gobierno -y éste, que habla de la democratización, menos que ninguno- lo puso en práctica. Eso permitiría democratizar y realmente tener juicios por jurados; la población podría ir rotando y hasta el último hijo de vecino podría ser parte de los jurados. De esa forma se les sacaría el poder omnímodo a los jueces para que hagan lo que quieran. Tendrían que dictar sentencia, pero quienes definirían quién es culpable o no serían precisamente esos jurados.
¿Por qué no se quiere democratizar? ¿Saben por qué? Porque todas estas medidas van en contra del poder político y contra el control de la Justicia por parte de la mayoría de turno. Van en contra diciendo en la tribuna que se está por la independencia y después votan todo para terminar controlando completamente cada uno de los fallos que se dicten. Cuando hay alguno que no les gusta, tratan de tener los resortes para poder voltear rápidamente a los jueces.
Sigo enumerando. Si hablan de democratizar, ¿por qué no vuelan de un plumazo a los cerca de 200 jueces federales que todavía siguen y fueron nombrados durante la dictadura? ¿Por qué no los sacan? ¿Por qué parte de la reforma no es volar, por ejemplo, a todos y a cada uno de los jueces que fueron nombrados en el período de la dictadura? ¡Ojo! Muchos de estos jueces votan cosas que le gustan al Gobierno.
Cuando se meten para sacar o tratar de condicionar los amparos, ¿se está democratizando la Justicia? No, porque se está tratando de limitar los derechos de la gente para acceder a la Justicia.
He escuchado interesantes argumentos acerca de las grandes corporaciones de abogados y parece que vamos en contra de ellas. Todas estas corporaciones se han realizado al amparo de esta Justicia y se seguirán fortaleciendo de la misma manera. Pero no se atacará a las grandes corporaciones, sino a la gente. En este punto están de acuerdo con el Gobierno de la Ciudad, ya que cada vez que se presenta un amparo saltan a la yugular porque no les gusta que la gente tenga acceso a un derecho.
En esta reforma lo que menos le gusta al Gobierno de la Ciudad son los derechos de la gente. ¿Qué tiene de democratización recortar los derechos de la gente cuando el Estado va en contra y entonces pueda apelar? Nada. Por último, vuelvo al principio. ¿Es realmente democratizar no poner como uno de los primeros puntos la autonomía de la Ciudad para resolver sus aspectos de justicia? No, todo lo opuesto.
Por este motivo, les pido a los diputados de Frente para la Victoria que sean coherentes. Si están por la autonomía de la Ciudad, voten esta declaración, porque no los condiciona ni siquiera en el debate general. De lo contrario, díganlo con claridad: están en contra de esta resolución porque apoyan un proyecto que, como he enumerado varios aspectos antidemocráticos, está en contra de la autonomía de la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires. Esta es la contradicción. Por eso, hay que terminar con los dobles discursos.
Por último, sinceramente creo que no es una opción a esta falta de democratización la defensa que se hace desde los sectores de la derecha, que intentan hacernos creer que la Justicia tal como está es una Justicia bárbara, lo que va en contra de todo lo que opina la población.
Esta Justicia sí necesita reformarse, pero no en el sentido que propone el Frente para la Victoria sino en una democratización real. En esta pelea, unos y otros intentan sacar réditos, pero ni de unos ni de otros vendrá algo bueno para la gente. Esto lo quiero decir, porque estar en contra de esta reforma no me hace estar a favor de gente que sigue defendiendo el mismo sistema que nos ha llevado a los problemas que tenemos hoy.