Atentados del 13 de noviembre: Comunicado de La Comuna (Francia)

No hay palabras lo bastante fuertes para decir cuánto nos repugna la ola de barbarie sin nombre que ha ensangrentado París. Masacre, baño de sangre, locura destructiva… Pensamos en las víctimas y sus familias, sacrificadas de forma repugnante; en las y los que cayeron, en las y los que toda su vida guardarán las pesadas secuelas de estas escenas de terror infinito.

El balance es pesado en extremo y podría ser evaluado en 200 muertos en las próximas horas.

El pseudo «Estado Islámico» reivindica esta masacre. A esta altura, no es ni terrorismo ni incluso un acto de guerra sino una matanza cobarde e innoble contra los trabajadores y los pueblos del mundo entero, con fines exclusiva y totalmente contrarrevolucionarios.

Como sabemos, ese supuesto «Estado» es utilizado por los regímenes de tipo feudal (Qatar, Arabia Saudita), el carnicero Erdogan y otros Estados «amigos» de los «grandes de este mundo» (entre los cuales Hollande figura «en buen lugar»). El antiguo jefe de la seguridad de la DGSE, Alain Chouet, lo constataba en las columnas de L’Humanité el pasado 3 de julio: «Estamos aliados con los que desde hace treinta años esponsorean al fenómeno jihadista».

Más allá del dolor que nos afecta, vuelve siempre la misma pregunta: ¿a quién le sirve este crimen? O dicho de otro modo: ¿contra quién se va a volver? ¿Contra los «grandes de este mundo», o sea las potencias imperialistas? En absoluto. Desde ahora mismo, incluso antes de haber terminado, antes de la medianoche del 13 de noviembre, la matanza ha sido utilizada para cerrar las fronteras y suspender mediante el estado de sitio todas las libertades culturales y democráticas de reunión y manifestación por un período indeterminado, aplicando una ley de 1955 actualizada en los negros tiempos de la guerra de Argelia.

El gobierno va a volver el cuchillo de estas masacres contra todos nosotros, la población trabajadora y los pueblos que luchan por su supervivencia.

Sin esperar la última ráfaga, los «políticos» se subieron al podio para llamar a la unión nacional que pretende vernos a «todos detrás del gobierno y el jefe de Estado», todos en guardia. Entretanto los medios, enseguida dispuestos a este tipo de ejercicio, rivalizan en títulos shock. «Es la guerra», se lee en la tapa delParisien.

¿Unidad nacional? ¡No con nosotros! Ninguna unidad con este gobierno que vende armas a Estados bárbaros, dictaduras abyectas y opresores. Ninguna unidad con este gobierno que interviene militarmente y bombardea en Siria, como intervino en Libia bajo Sarkozy. No con quienes van a sacar provecho del estado de sitio (que no es más que el estado de excepción «a la francesa») para acelerar sus reformas arteras contra el código laboral y la protección social de los trabajadores y para atacar a los inmigrantes, los refugiados y los musulmanes.

Hoy como ayer la opción no es entre los bárbaros imperialistas «civilizados» y los bárbaros salvajes que las operaciones políticas y militares de los primeros han engendrado.

El «cierre de fronteras» significa que los refugiados van a pagar por segunda vez por las intrigas bárbaras y medievales de las que fueron blanco, así como fueron blanco del carnicero Al Assad. Los refugiados y asimismo las familias de los trabajadores y estudiantes extranjeros que viven en Francia. Aun así, la supuesta «lucha anti-terrorista» de la que se jactan Valls y Hollande es sólo un sucio pretexto para encuadrar a todo el mundo y pisotear los derechos fundamentales. Quiérase o no, las matanzas monstruosas son el resultado de la política exterior de «Francia», es decir del imperialismo.

Solo la unidad de los trabajadores y los pueblos podrá ponerle fin. 

Ni unidad nacional ni cierre de fronteras: abajo el estado de sitio