Cambio de mando en EE.UU.: No a Trump

El 20 de enero Donald Trump asume la presidencia de Estados Unidos. Lo hace
rodeado de crisis e intrigas, y con una convocatoria de protesta callejera en su contra.

En los días previos a la asunción del magnate, han estallado diversos conflictos y escándalos políticos. Hace días, el diario oficial de China, Global Times, advirtió que «si el equipo diplomático de Trump forja las futuras relaciones chino-estadounidenses como está haciendo ahora, más vale que ambas partes se preparen para un enfrentamiento militar». Fue en respuesta a declaraciones amenazantes del secretario de Estado designado por Trump, Rex Tillerson. China representa el punto más claro y agudo del clima tenso y hostil que reina en el escenario geopolítico mundial, ante el advenimiento del nuevo presidente yanqui.
La reafirmación de Trump de que avanzaría con la construcción del muro en la frontera con México (y que se lo haría pagar «de alguna manera» al gobierno mexicano), y que revertiría el acuerdo nuclear con Irán y el reestablecimiento de relaciones con Cuba también generaron rispideces internacionales en los días previos a su asunción.
En su primera conferencia de prensa desde que ganó la elección, el presidente electo tuvo que reconocer que Rusia probablemente estuvo detrás de los hackeos a los demócratas que lo beneficiaron electoralmente. Llega a la Casa Blanca enfrentado con sus propios servicios de inteligencia, que afirman que Rusia lo influencia, extorsionándolo con videos comprometedores.
Trump tampoco resuelve todavía el escándalo en torno al manejo de su imperio económico, ya que sus hijos, a quienes les pasaría la batuta, estarían también involucrados en su gobierno. De hecho, nombró a su yerno como principal asesor de la Casa Blanca.
A estas complicaciones, se les suma un creciente repudio popular contra su política xenófoba, racista, misógina y reaccionaria, que se expresará en la movilización bautizada «Inauguración de la Resistencia» en Washington, coincidiendo con su asunción el 20 de enero. Y el día siguiente en un paro nacional y la Marcha de Mujeres Sobre Washington.
Este repudio ya se hizo sentir inmediatamente después de la elección, cuando miles de personas salieron espontáneamente a las calles a lo largo y ancho del país, día trás día, manifestándose contra Trump y todo lo que representa. Y tampoco nació en ese momento, sino que es un punto de inflexión del ascenso en la lucha de clases que se remonta a aquella rebelión contra el 1% de Occupy Wall Street. Tomó forma en la campaña nacional por el salario mínimo de 15 dólares la hora, en la huelga docente de Chicago y la toma de la Legislatura de Wisconsin contra la flexibilización laboral; explotó con las puebladas del movimiento Black Lives Matter (las vidas negras importan); reveló su magnitud con los millones que respaldaron la campaña de Bernie Sanders en la primaria demócrata; obtuvo sus primeras conquistas, logrando el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana en varios estados. Y viene de un triunfazo en Standing Rock, North Dakota, donde se impidió, por ahora, la construcción de un oleoducto en tierras originarias.
La batalla de Standing Rock es indicativa del nuevo momento que atraviesa la lucha de clases en EE.UU. Una coalición encabezada por el pueblo sioux, junto a otros pueblos originarios, más de 3.000 veteranos del ejército yanqui, organizaciones ambientalistas y de izquierda, sostuvo durante meses un acampe en las tierras por donde pasaría el oleoducto, resistió reiteradas represiones y terminó logrando la suspensión del proyecto.
Este ascenso cala profundamente en la clase trabajadora estadounidense, golpeada por décadas de neoliberalismo y años de ajuste despiadado desde la crisis capitalista de 2008. El triunfo de Trump le vertió nafta a esa indignación acumulada y se multiplica la voluntad de resistir. Un extendido proceso molecular de politización y radicalización recorre el pueblo trabajador del norte. Un artículo reciente de La Nación toma nota: «Lynn Kiang (34), una diseñadora gráfica de Brooklyn, armó una página de Internet y diseñó carteles para que la gente los baje e imprima para la marcha. En dos días, 8.000 personas visitaron el sitio.
Beau Williams, creador de la serie House of Cards, organizó grupos de acción en todo el país divididos en temas -inmigración, medio ambiente, derechos de la mujer, por nombrar algunos- para diseñar estrategias para luchar contra la agenda de Trump.»
Al igual que Macri en la Argentina, Trump provoca un revulsivo social que convence a miles de estadounidenses que este es el momento para hacer algo, activar, rebelarse, militar. Los movimientos en defensa de los inmigrantes, por el salario mínimo, el Black Lives Matters, las organizaciones feministas, ecologistas, sindicales, la izquierda, están confluyendo en un punto común que es cómo enfrentar al nuevo presidente. La movilización del 20 de enero, el paro y la marcha de mujeres del 21 son frutos de esa unidad.
En Argentina nos sumamos a la cita: nos movilizaremos con Izquierda al Frente y otros sectores.

Federico Moreno