Acto-Homenaje a Nahuel Moreno: palabras de Alejandro Bodart

Buenas tardes compañeros, buenas tardes compañeras. El agradecimiento a todos los viejos compañeros que se han hecho presentes, a los compañeros de AGR, que creo que están dándonos un ejemplo a todos, a cada uno de los jóvenes, de los trabajadores, de la gente de los barrios que nos acompañan.

Para nosotros, es muy importante homenajear a Nahuel Moreno. Fue el fundador de nuestra corriente, uno de los pocos cuadros que luego de la muerte de Trotsky, tomó esa antorcha e hizo del trotskismo una fuerza viva, que se consustanció con la clase obrera. Podemos decir que Nahuel Moreno es uno de los fundadores del trotskismo en nuestro país y en infinidad de países de Lationamérica.

Eran momentos difíciles, porque el trotskismo era una fuerza minoritaria y atacada por el estalinismo; eran momentos en los cuales el movimiento de masas iba para otro lado, e incluso cuando giraba a la izquierda encontraba grandes aparatos que nos aislaban del movimiento de masas. La guerrilla, el peronismo; aparatos muy fuertes que se replicaban en otros países; el Partido Comunista, que era fortísimo. Sin embargo, gracias a Moreno, el trotskismo se fue fortaleciendo poco a poco y, muchos años después, podemos decir, en la Argentina, que el trotskismo es la fuerza más dinámica que existe en nuestro país dentro de la izquierda. Son cadáveres los aparatos que en aquel momento eran fuertes; nadie se acuerda ni sabe dónde está el Partido Comunista actualmente. Las experiencias del foquismo, lamentablemente, llevaron a una generación de luchadores heroicos a un camino sin salida. Muchos partidos han surgido y desaparecido, pero el trotskismo sigue firme dando las mismas peleas que dábamos allá por la década del cuarenta cuando Nahuel Moreno, con un pequeño grupo, dio los primeros pasos para construir nuestra organización.

El mundo de hoy es muy distinto del que Nahuel Moreno vivió; han pasado treinta años. Él no pudo ver algo que seguramente lo hubiera apasionado, como es la caída del aparato contrarrevolucionario mundial más importante: el estalinismo. Moreno murió unos años antes. Tampoco pudo ver cómo se fueron desmoronando prácticamente todos los partidos y regímenes que la burguesía fue construyendo después de la Segunda Guerra Mundial. Hoy prácticamente no queda nada de la socialdemocracia «todopoderosa»; no quedan esos partidos que lograron, durante décadas, contener al movimiento de masas. Hasta Estados Unidos -el exportador del bipartidismo a nivel mundial- está pasando por una crisis precisamente por la descomposición de los partidos tradicionales. Han caído dictaduras que tenían décadas. Moreno tampoco pudo ver la crisis sistémica que está atravesando al capitalismo actualmente, solo comparable con aquella crisis de principios del siglo XX, que fue la que provocó y motorizó los enormes cambios que se dieron hace casi un siglo, cambios que lograron que un tercio de la humanidad rompiera con el capitalismo.

La izquierda se conmovió por infinidad de debates, sobre todo a partir de 1989. Hubo crisis, rupturas, reacomodamientos… Qué falta nos hubiera hecho a todos que Hugo no sufriera ese ataque al corazón que a tan corta edad nos lo arrancó. Porque, seguramente, con él en vida, hubiéramos podido responder mucho mejor a los enormes desafíos que se nos plantearon. Nosotros siempre lo decimos: hay grandes personalidades, que son pocas, contadas con los dedos, cuya presencia -o ausencia- se transforma en un factor objetivo; tienen un peso tal que, cuando desaparecen, o cuando están presentes, determinan muchas veces el accionar y la intervención en la lucha de clases. Para nosotros, por ejemplo, el asesinato de Trotsky en manos del estalinismo fue un golpe que, hasta el día de hoy, todavía sufrimos. Su asesinato fue causal, entre otras cosas, de la enorme dispersión que tiene el trotskismo a nivel mundial, porque el grupo de cuadros que quedó cuando falleció Trotsky no tenía ni la experiencia, ni la capacidad, ni la inserción en el movimiento obrero que tenía el propio Trotsky, y eso lo pagamos por décadas. La muerte de Moreno, para el trotskismo latinoamericano y argentino, tuvo el mismo efecto. No se entiende la dispersión y la división de la década de los noventa sin entender lo que había pasado unos años antes cuando Moreno falleció.

Vigencia del morenismo

Hay muchos que, luego de la muerte de Moreno, para tapar sus propios errores, intentaron, después de muerto, transferirle la responsabilidad incluso de políticas que ni tuvo la oportunidad de discutir porque había ya fallecido. Otros descubrieron, tras su desaparición, errores, y algunos abandonaron el legado del morenismo. Miren, compañeros: Moreno nos enseñó que nosotros no somos ni una secta ni una iglesia; no tenemos dogmas, no tenemos problemas en reconocer errores, y el propio Moreno, permanentemente, nos lo inculcaba: el marxismo es una fuerza viva, y, por lo tanto, avanza acorde a los tiempos que se viven. Moreno nos enseñaba cómo los clásicos, que también cometían errores, no tenían ningún problema en autocriticarse a partir de sus propias experiencias.

Moreno, siendo un admirador de Trotsky, no tuvo ningún empacho en explicarnos los errores que éste último había cometido. Lenin y Trotsky no tuvieron ningún empacho en analizar y discutir algunos errores que había cometido Marx. Nosotros, por nuestra parte, no tenemos ningún problema en analizar errores o tesis que la realidad haya demostrado que no eran correctas. Y, seguramente, los jóvenes, en el transcurrir de la experiencia revolucionaria, sacarán en cuenta muchos errores que hemos cometido. Pero nosotros seguimos reivindicando los pilares que nos dejó Moreno, porque creemos que tienen una vigencia extraordinaria.

Confianza ciega en la clase obrera

Moreno nos enseñó que había que tener confianza en la clase obrera. No hay nadie que nos pueda garantizar el triunfo. Posiblemente, la humanidad termine en la barbarie. No lo sabemos. Sin embargo, el triunfo solo puede venir de la clase obrera movilizada. Es la única fuerza social que puede construir una sociedad completamente distinta a la sociedad capitalista. Por lo tanto, los que queremos cambiar el mundo, los que queremos un mundo más justo, tenemos que tener confianza en la única clase social que puede dar los cambios. No nos podemos confundir. Muchas veces nos tientan con atajos. Pero si nos mantenemos firmes y tenemos confianza en la clase obrera, vamos a poder no solo fortalecernos de los triunfos, sino también incluso saber asimilar bien las derrotas, porque la pelea por el socialismo no es un camino de rosas, no es un camino que tiene un final asegurado; es una pelea, es una lucha. Pero mientras la clase obrera pelee, hay esperanzas de que el mundo cambie. Y si hay algo que nosotros tenemos que reivindicar de la clase obrera es que no ha dejado de pelear desde hace décadas; ha tumbado gobiernos, ha tumbado regímenes, ha tumbado la dictadura y va a tumbar a los Clarines y a cuanto hijo de su madre se le ponga en el camino, y eso es lo que nos hace tener confianza en un mundo mejor.

Nosotros tenemos una confianza ciega en la clase obrera. Creemos en la movilización como único camino para lograr los cambios. Peleamos, damos peleas legislativas, queremos sacar diputados, concejales… Pero estamos convencidos de que solo la clase obrera movilizada puede derrotar al poder establecido. Y, por ello, las luchas de los trabajadores son nuestras propias luchas. La lucha de Clarín es la lucha de los compañeros, pero es nuestra lucha y la vamos a tomar como nuestra y vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que triunfe, como queremos que triunfe la lucha de los metalúrigicos de Banjo, como queremos que triunfe cada una de las luchas.

Democracia obrera

Moreno también nos enseñó que tenemos que confiar en la clase obrera y en la democracia obrera. Muchas fuerzas de izquierda que quieren cambiar el sistema, en ocasiones, caen en una desviación que ha sido liquidadora del socialismo y de la izquierda, que es intentar suplantar las decisiones de la clase obrera, no confiar en sus decisiones, no aprender a retroceder cuando la clase obrera retrocede, no tener la paciencia para avanzar cuando avanzan también los trabajadores, y muchas veces, cuando se conquista alguna posición, la clave de los revolucionarios es apoyar y desarrollar al máximo la democracia al interior de los trabajadores y armar una conciencia donde todo se resuelva por la mayoría.

En la Unión Soviética se suplantó el poder de los trabajadores, el poder de los sóviets, el poder de las organizaciones obreras por el poder del partido. Y nosotros, que somos fanáticos de la construcción de partido, porque creemos que sin partido revolucionario no se puede tomar el poder, también somos fanáticos de explicar que solo puede haber un socialismo real que inicie el camino a una sociedad distinta, si son los trabajadores los que resuelven absolutamente todo. Y el partido revolucionario, que es fundamental para tomar el poder, es también fundamental para garantizar la más amplia democracia obrera. Esto es una enseñanza para los jóvenes que ganan centros de estudiantes y, muchas veces, los suplantan, y creen que porque los dirije un partido de izquierda, ya está todo dicho. Esto lo tienen que aprender las corrientes de izquierda que muchas veces ganan posiciones en algunos sindicatos y que después hacen primar la defensa del pequeño aparatito que se gana y no practican la democracia obrera que implica, entre otras cosas, la posibilidad de que haya que retroceder.

Trotsky, siendo uno de los máximos dirigentes de la Revolución de Octubre, teniendo bajo su mando al Ejército Rojo -una influencia decisiva en los cuadros armados en Rusia- fue consultado una vez y se le preguntó: «Usted, que tenía ese poder, ¿por qué no lo utilizó para dar un golpe de Estado cuando surgió el estalinismo, y sacar así a todos a patadas, en vez de salir y permitir que Stalin hiciera el desastre que hizo?» Trotsky explicó que, si hubiera hecho eso, la humanidad hubiera perdido todo hilo de continuidad con el marxismo y con la izquierda revolucionaria; Trotsky se hubiera convertido en el propio Stalin. Trotsky creía en la revolución; quería hacer un partido, pero creía en la clase obrera movilizada. Y si la clase obrera retrocede, prefería retroceder con la clase obrera. Trotsky no quería transformarse en un burócrata para detentar el poder, aislado del movimiento de masas. Algunos camaradas de izquierda que dirigen algunas seccionales han de aprender esto, pues terminan reproduciendo los métodos de la burocracia sindical. La izquierda tiene que sacarse de encima todo lo que huela en ella a stalinismo. Hasta el propio trotskismo, lamentablemente, muchas veces tiene estos vicios. Moreno luchaba contra todo eso. Él nos inculcó que la base ha de decidir, que no se trata de ganar una asamblea con aparateadas, sino que tenemos que escuchar lo que quieren los compañeros, que para ganar hay que tener la fuerza que da el convecimiento.

Compañeros, el socialismo triunfará si triunfa la democracia obrera. Se han hecho revoluciones. Una grandiosa, la cubana. Hace poco, hubo un gran debate en torno a Cuba, porque falleció uno de los líderes de la revolución. Sin embargo, ese proceso revolucionario enorme terminará, probablemente, en el capitalismo. Cuál fue la base? Lamentablemente, el grupo de revolucionarios que tomó el poder, en vez de avanzar hacia un regímen de amplia democracia obrera, en vez de extender la revolución, terminó siendo cooptado por el estalinismo, por la concepción de que lo principal es el aparato, y que para mantener el aparato hay que mantener el partido único, porque si sos atacado por el imperialismo no podés permitirte la democracia. Miren, la muerte de la revolución y de todas las revoluciones que hemos vivido no ha sido por la fuerza del imperialismo; la revolución es tan fuerte que siempre derrotó al imperialismo. Las revoluciones han muerto y han sido traicionadas desde adentro por dirigentes que se creen iluminados y que han suplantado a la gente y han instalado una dictadura que no fue contra el capitalismo, sino que fue esencialmente contra los trabajadores y el pueblo. El trotskismo es democracia obrera o no es nada; el socialismo será socialismo con democracia o no será nada, y Moreno nos enseñó todo esto.

Internacionalismo

Moreno nos enseñó que la revolución se inicia en un país, pero si no se continúa en otros, es difícil mantener las conquistas, y lo más probable es que se retroceda. Por ello, al mismo tiempo que uno construye un partido en un país, es fundamental ayudar a construir partidos en todos los países del mundo. El imperialismo tiene organización internacional. Tiene ejércitos que ayudan de manera conjunta. Para triunfar, los trabajadores necesitamos una organización mundial. Y para una organización mundial valen todos los esfuerzos. Por eso, muchas veces hemos debilitado nuestra propia construcción para construir una perspectiva internacional. Moreno era obsesivo por construir el partido en todos los países que podía. Y, como él mismo lo dijo, incluso hubiera dado todo lo que construyó en Argentina para que triunfara la revolución brasileña, por la importancia de Brasil para todo el continente. Tenemos que entender que el mundo es uno solo. Los trabajadores del mundo tenemos los mismos problemas acá que en la China, que en Cuba, que en Estados Unidos, donde tienen los mismos problemas que todos los demás trabajadores. Debido a ello, es tan importante construir organización en todos lados.

El morenismo nos enseñó que de nada vale tener un partido nacional fuerte mientras no se impriman esfuerzos en erigir partido en otros países. Hay compañeros de la izquierda que no comprenden esto, que creen que teniendo un grupo grande en un país se soluciona todo. No hay ninguna posibilidad de que un partido nacional, por más grande y fuerte que sea, logre el triunfo, compañeros. No hay ninguna posibilidad, porque en este mundo globalizado, la única forma de triunfar, incluso en un solo país, es logrando antes tener una relación de fuerza que nos permita tener una organización internacional grande y poderosa. hoy es más importante que en la época de Moreno, porque la globalización es una realidad; las comunicaciones nos interrelacionan de un día al otro. Y esto, que parece algo básico para todos los morenistas, no es así en la izquierda mundial. Muchas veces, en la izquierda mundial, se prioriza la construcción de lo nacional y no se juntan las fuerzas para hacer triunfar procesos que a todos nos fortalecerían. Por eso, hemos de ser un grupo de revolucionarios que esté dispuesto a hacer todo lo que haga falta para que triunfen los compañeros kurdos, porque si triunfan nuestros camaradas del Kurdistán, triunfamos todos los trabajadores a nivel mundial. Tenemos que trabajar para que triunfen los trabajadores estadounidenses y le den una paliza al facho, machista y retrógrado Donald Trump, que salió a la caza de los inmigrantes y le dice a todo el mundo que son los responsables de la crisis que los propios capitalistas han producido.

Obsesión por las masas

Nosotros también somos morenistas porque Moreno nos enseñó que el problema de la izquierda no es solo el oportunismo, sino también el sectarismo. Moreno batalló permanentemente para que la izquierda, y el trotskismo en particular, rompiera con los vicios sectarios que, muchas veces, impiden que los trotskistas nos hagamos de masas, impiden que los trotskistas participemos de procesos.

En la Argentina se está provocando un crimen. Éste crimen no lo ha provocado el oportunismo. El kirchnerismo es responsable del macrismo, pero el trotskismo, al no unirse en una gran fuerza, en una gran frente, es responsable de que la izquierda revolucionaria no sea vista por el movimiento de masas como una opción de poder. Hay algunos que se confoman con sacar un diputado o un concejal más. No es esa la función del trotskismo ni de la izquierda revolucionaria. Desde ya que queremos sacar diputados, concejales. Pero eso no soluciona el problema. La tarea de los revolucionarios en Argentina y en el resto del mundo, es juntarnos todos los que opinamos más o menos lo mismo para darle batalla con la mayor fuerza posible a los mismos de siempre. Es un desastre que la izquierda esté dividida en dos frentes ahora y en tres o cuatro opciones hace un tiempo. Si la izquierda se uniera en una sola alternativa, en poco tiempo se transformaría en una alternativa de poder. Los sectarios que priorizan el aparato por sobre la necesidad de la gente terminan siendo funcionales al poder establecido

Hemos de unirnos todos para que ganen los trabajadores de Clarín; hemos de unirnos para que ganen las luchas, pero también nos tenemos que unir para dar batalla en todos los terrenos, incluso el electoral. Hay miles de formas de discutir las diferencias que tenemos, pero son más los acuerdos que las diferencias. Nosotros desafiamos a todos a discutir un programa común. Tenemos programa común de sobra para poder hacer un frente político. Pero, en el fondo, creo que muchas veces triunfa el escepticismo. No se cree que se pueda disputar el poder, no se cree en las posibilidades que tiene la izquierda revolucionara. Nosotros estamos convencidos de que hay condiciones de sobra para que la izquierda sea una condición de peso en éste país. Estamos convencidos de que la izquierda podría ser una opción frente a la crisis que se avecina en Cambiemos. Estamos convencidos de que el PJ y toda la mugre que lo rodea está en descomposición, y estamos convencidos de que la izquierda no tiene más límites que los límites que le ponemos nosotros mismos.

Por todo esto, estamos contentos de haber dado un pequeño pasito en la unidad: la conformación de Izquierda al Frente con los compañeros del Nuevo Mas es un paso al servicio de trabajar por una unidad mayor de toda la izquierda. Compañeros, no es pecado la unidad. Hoy en día, en la Argentina, el pecado de los revolucionarios es la división. El pecado de los revolucionarios no es diluir las diferencias. Tenemos diferencias. Ahora bien, frente al poder burgués, es más lo que nos une. La diferencia que nosotros tenemos con el resto de los compañeros es que no ven la oportunidad que nos estamos perdiendo.

Optimismo revolucionario

Yo creo que vale la pena luchar por un mundo mejor. El capitalismo está demostrado que solo produce hambre, misera, desocupación, racismo, machismo, contaminación, depredación, superexplotación. La izquierda es la única fuerza que tiene un programa alternativo al del capitalismo. No existe otra fuerza como la izquierda revolucionaria como para superar el capitalismo. Somos los únicos que no luchamos por el bienestar individual o de un grupo; somos los únicos que luchamos por el bienestar general. Es falso que la izquierda trabaje para achatar a todos hacia abajo. Nosotros trabajamos para que todos tengan posibilidades. Queremos que todos disfruten del mundo hermoso que tenemos, que todos tengan las mismas posibilidades. Por eso lucha la izquierda, y es posible en este mundo, si nos sacamos de encima a los zánganos que quieren acumular la riqueza en pocas manos. Hace poco salió la estadística: ocho tipos acumulan la mitad de la riqueza del planeta. Ese es el capitalismo. Si no los derrotamos, de acá a una década tendrán más del cincuenta por ciento. Y cada vez habrán más hambrientos, más miserables.

El mejor homenaje a Moreno es seguir luchando para cambiar este mundo. Y no nos dejemos engañar por la diatriba de los burgueses, de sus chupamedias, por lo que nos dicen los Clarín, La Nación, los medios hegemónicos; no nos dejemos convencer de que lo nuestro es utópico. Lo único utópico, ya fantástico, es creer que el capitalismo va a solucionar algún problema. Por lo tanto, el mejor homenaje a Moreno es seguir construyendo el partido, la Internacional, y seguir creyendo en la clase obrera y la movilización, y en que otro mundo es posible. Ese mundo posible tiene nombre y apellido, compañeros: se llama socialismo con democracia obrera. Sigamos peleando, porque no hay nada ni nadie que nos diga que no podemos triunfar. Una frase hecha: la única lucha que se pierde es la que se abandona. No abandonemos nunca, compañeros. Muramos con las botas puestas, porque vale la pena. Y Moreno es uno de los ejemplos más grandes que tenemos en este sentido. Nada más, compañeros.