Centenario de la Revolución Rusa. El gran ensayo general

En conmemoración del centenario de la Revolución Rusa de 1917, Alternativa Socialista publicará una serie de artículos a lo largo del año, resaltando sus principales hechos, debates y enseñanzas. En esta primera entrega, analizamos la revolución de 1905.

La Revolución Rusa es la historia del empoderamiento de un pueblo, de cómo millones de trabajadores y campesinos le arrebataron el poder a sus opresores, lo tomaron en sus propias manos y comenzaron a construir una nueva sociedad. Aunque finalmente fue derrotada y usurpada por el despotismo stalinista, la Revolución Rusa es todavía modelo y fuente de inspiración porque nos brindó la única imagen duradera de cómo podría ser una futura sociead socialista, en la que el pueblo trabajador gobierne colectiva y democráticamente.

El escenario menos probable

Sucedió en uno de los lugares menos esperados. La Rusia zarista era entonces la potencia más atrasada de Europa. Mientras la Europa occidental había encabezado el ascenso social del capitalismo a partir de la Revolución Francesa y las dos revoluciones industriales, la inmensa mayoría de los rusos llegaron al siglo XX viviendo más o menos de la misma manera que lo hacían hacía siglos.

El 80 % de la población estaba compuesta de campesinos atados a la tierra de la nobleza feudal, que padecían condiciones de vida deplorables. El imperio ruso  dominaba decenas de naciones en un vasto territorio que se extendía desde Europa hasta el Pacífico. Su monarquía absoluta, la de los zares de la dinastía Romanov, fue una de las dictaduras más crueles y sanguinarias de la historia. No existían las más mínimas libertades democráticas, y cualquier expresión de descontento era aplastada con la fuerza bruta de la represión sin miramientos.

En 1861, tas su derrota en la Guerra de Crimea, el zar Alejandro II había tomado medidas para intentar modernizar el imperio, profesionalizando el ejército y aboliendo formalmente la servidumbre. “Es mejor deshacernos de la servidumbre desde arriba que esparar su abolición desde abajo,” había declarado. Pero las medidas surtieron poco efecto, ya que no buscaban eliminar el principal escollo para el desarrollo -el absolutismo feudal- sino salvarlo y prolongar su existencia.

Un desarrollo desigual y combinado

Sin embargo, para comprender el desenvolvimiento histórico, sería equivocado enfocarse solamente sobre el atraso de la Rusia zarista. El capitalismo en Rusia no recorrió gradualmente los 200 años de desarrollo que atravesó la Europa occidental, sino que importó directamente las maquinarias y técnicas más avanzadas de su tiempo, y las insertó en la sociedad feudal que tenía. En medio del inmenso mar campesino, la capital rusa de Petrogrado y un par más de centros industriales, concentraron la producción industrial más avanzada de su época. En 1914, el 41,4 % de los obreros industriales rusos trabajaban en empresas de 1000 trabajadores o más. La fábrica más grande del mundo era la metalúrgica Putilov en Petrogrado, con 30.000 obreros.

Las consecuencias políticas de este desarrollo “desigual y combinado” -como lo describió Trotsky- fueron decisivas. Aunque el absolutismo estaba más que agotado históricamente, la incipiente industrialización de Rusia dio luz a una burguesía debil y dependiente del Estado y del capital europeo. Al mismo tiempo, generó una clase obrera, pequeña en relación a las masas campesinas, pero increíblemente concentrada y, por ende, dotada de un peso social desproporcionado.

Un estallido revolucionario

Esos obreros no vivían mucho mejor que los hambrientos campesinos. Trabajaban 10, 12 y hasta 14 horas sin descansos ni protección alguna por salarios de hambre. En 1904 el zar Nicolás II se lanzó a una guerra contra Japón que terminó en una derrota desastrosa. En enero de 1905 el cura Gapón dirigió una procesión masiva hacia el Palacio de Invierno en Petrogrado para peticionar al monarca por la hambruna que estaba generando la guerra en la ciudad. Un retrato gigante de Nicolás II encabezaba la marcha. Este ordenó la dispersión de la movilización. Sus soldados dispararon contra la congregación, matando a más de 1000 manifestantes.

La masacre, grabada en la historia como “Domingo Sangriento”, desencadenó una oleada de huelgas que se esparcieron por Petrogrado y otros centros urbanos e industriales en cuestión de días. A lo largo del año la rebelión contra el régimen se extendió al campo, donde los campesinos saquearon los campos de al menos 2000 terratenientes. Sectores de las fuerzas armadas se amotinaron contra la guerra. Los marineros del acorazado Potemkin se apoderaron del navío a favor de la revolución. La revolución culminó en diciembre con un levantamiento armado en Moscú que fracasó en su intento de arrebatar el poder.

En su balance de la revolción de 1905 Trotsky atribuye gran parte de sus limitaciones al desfasaje entre el levantamiento campesino y la insurrección urbana de diciembre. Esto le permitió al Estado concentrar sus fuerzas en un frente a la vez. Para cuando se produjo el levantamiento de Moscú, la rebelión campesina ya habia sido reprimida, y las fuerzas contrarrevolucionarias lograron aplastar a los obreros sublevados.

El poder obrero

La revolución de 1905 fue derrotada, pero no antes de dar a luz al soviet. Este consejo de trabajadores surgió de las asambleas de fábrica para organizar y coordinar la lucha en pleno proceso revolucionario. Cada asamblea elegía delegados con mandatos, que se juntaban para tomar decisiones a escala regional y metropolitana.

En medio del vacío político generado por la crisis revolucionaria, el soviet pasó de discutir cómo organizar la lucha contra el régimen, a cómo garantizar el funcionamiento del transporte, la distribución de comida, y otras funciones de gobierno. Trotsky, que a los 26 años fue elejido presidente el soviet de Petrogrado, describió el potencial del mismo como organismo de gobierno obrero en forma embrionaria:

“El consejo organizaba a las masas, dirigía las huelgas políticas y las manifestaciones, armaba a los obreros… Otras organizaciones habían hecho lo mismo antes que él, lo hacían al mismo tiempo y continuarían haciéndolo tras su disolución. Pero la diferencia consistía en que el consejo era, o al menos aspiraba a ser, un órgano de poder. El proletariado, y la prensa reaccionaria, denominaban al consejo “gobierno obrero”, y es que de hecho el consejo representaba realmente un embrión de gobierno revolucionario. El consejo ejercía el poder allí donde ya se encontraba en sus manos y luchaba por él allí donde aún residía en manos del Estado militar-policíaco.”

Tras la supresión del levantamiento en Moscú, Trotsky y el resto del soviet de Petrogrado fueron arrestados y enviados al exilio en Siberia. Sobrevino lo que los revolucionarios rusos denominaron los “años de reacción”. Una persecución policial sin precendentes encarceló o exilió a los dirigentes socialistas y sindicales, diezmó la base militante de los partidos obreros y los empujo a la clandestinidad.

Lenin, sin embargo, valoró la revolución de 1905 como el “gran ensayo general” de la revolución que vendría. “Solo esperen, 1905 volverá. Así ven las cosas los trabajadores,” escribía el dirigente bolchevique en 1908. Y la revolución volvió más pronto y con mayor fuerza de lo que nadie esperaba.

En el Día Internacional de la Mujer de 1917 los trabajadores de Petrogrado salieron a la calle, nuevamente contra las carencias provocadas por una guerra -la Primera Guerra Mundial. Fue el primer día de la revolución que acabó con más de tres siglos de absolutismo Romanov.

 Federico Moreno