Leyes de Glaciares y Bosques: Contrarreforma, democracia y capitalismo en crisis

Hace algunas semanas trascendió la estrategia que diseña el gobierno nacional para modificar la Ley de Glaciares. En varias provincias, con epicentro en Córdoba, los gobiernos locales avanzan intentando modificar leyes de protección de zonas boscosas. La relación entre este proceso y la etapa del capitalismo en crisis.

Desde el gobierno nacional se diseña desde hace varios meses un plan para modificar la esencia de la Ley de Glaciares con una reglamentación que cambie la definición de glaciar y habilite la instalación de megamineras en zonas prohibidas, hoy protegidas por la legislación. Se supo además por denuncias de colectivos ambientales que, revisando el 10 % de las zonas de glaciares y periglaciares inventariadas, sobre 77 emprendimientos aprobados por el Estado, 44 violan la Ley de Glaciares por encontrarse en zonas protegidas, entre ellos Veladero y Pascua Lama, propiedad de la Barrick. La modificación de la Ley tiene como objetivo darle cobertura a una situación de hecho que si se aplicara la legislación vigente obligaría a las empresas a cerrar. Con la Ley de Bosques en sus versiones provinciales ocurre algo parecido. El caso más emblemático es el de Córdoba que ha generado un movimiento social enorme en defensa de esa ley. Un borrador del proyecto elaborado a finales de 2016 por el gobierno de esa provincia, plantea un reordenamiento territorial de bosques nativos que reduce a la mitad el áreas protegida, en total casi 1 millón 300 mil hectáreas. Detrás de este proyecto está el liberar esas zonas al negocio especulativo turístico-inmobiliario.

Capitalismo incompatible

El sistema capitalista tiene un motor que lo moviliza: la ganancia privada, la rentabilidad sostenida. Para lograr ese objetivo desenvuelve todo tipo de recursos. La mercantilización, la conversión de todo lo vivo en negocio privado es un rasgo característico de este modelo dominante en la actualidad. La especificación como modelo capitalista extractivo, apropiador de bienes comunes, de recursos sociales y públicos, grafica perfectamente su dinámica presente. La etapa actual es de crisis global del capitalismo, sistémica. Para salir de la misma necesita recuperar rentabilidad y lo intenta bajando el costo de la fuerza de trabajo, explotando naturaleza para reducir costo de producción de los insumos e incorporando al circuito de la valoración comercial áreas de la vida hasta ahora excluidas. La lucha social de generaciones logró preventivamente limitar este avance depredatorio con legislación de resguardo de derechos; por ejemplo, la de glaciares y bosques. Hoy el capitalismo necesita eliminar esas leyes que son obstáculo para hacer negocio privado. En ese camino además, violenta principios democráticos -de la democracia burguesa, capitalista- como las audiencias públicas, los plesbiscitos, las consultas populares. El capitalismo tiende al autoritarismo, porque requiere tiempos cortos para su ciclo de reproducción. La democracia actual, limitada y todo, significa un escollo que lentifica la realización de ganancia. En suma: este sistema es incompatible con la democracia, la salud pública y el interés colectivo.

Una respuesta ecosocialista a esta contrarreforma

La primera y obvia clave de una posición anticapitalista de protesta y ecosocialista de propuesta es contribuir activando con fuerza en los movimiento que resisten este ataque del poder político nacional y de los gobernadores. Tender a multiplicar, nacionalizar y coordinar la respuesta en las calles es central.
En el plano del programa, de la respuesta alternativa a la mercantilización, nuestro planteo es la defensa de derechos sociales y ambientales, desde un enfoque que antepone a la ganancia privada la vida y bienestar de la mayoría que trabaja, que estudia, que no vive parasitariamente del esfuerzo ajeno.
La estrategia revolucionaria que se expresa en ese programa implica luchar por un reorganización económica, social y política que sustituya el principio capitalista de producir valores de cambio, cosas para ser vendidas, por el de producir valores de uso, bienes comunes necesarios socialmente por determinación democrática de la mayoría. Ese es un pilar de nuestro paradigma.

Mariano Rosa