Huelga General en Brasil: La clase obrera le dio un duro golpe a Temer
El pasado viernes 28 de abril, la clase obrera brasilera protagonizó una huelga general calificada de “histórica”. Hacía 21 años que el país no se tenía un paro general, el último fue contra el gobierno de Fernando Enrique Cardozo, aunque los compañeros de Brasil la comparan por su magnitud con la huelga de 1986 contra la hiperinflación, en la que abandonaron sus tareas más de 35 millones de trabajadores.
Pese al intento del gobierno de minimizar el impacto del paro, con su ministro de Justicia Osmar Serraglio acusando (como en la Argentina) al paro de transporte del elevado ausentismo, o a la “acción de pequeños grupos”, la fuerza de la medida fue contundente. Otros, como el alcalde de San Pablo, el presidenciable del PSDB, Joao Doria, no pudieron ocultar su odio de clase al calificar de “vagos” y “perezosos” a los huelguistas.
Lo cierto es que la huelga se hizo sentir en 24 capitales de los estados, como Porto Alegre, Recife, Bahía, Fortaleza o Manaos. El paro tuvo un amplio espectro de simpatía y acatamiento, abarcando a las 9 centrales obreras (entre ellas a la CUT, Fuerza Sindical, UGT y CSB, etc.), a los principales sindicatos del país (metalúrgicos, bancarios, transportes, empleados públicos, docentes, petroleros), a las organizaciones sociales, a la izquierda brasilera y también a muchos obispos de la Iglesia Católica y representantes de la Iglesia evangélica que apoyaron la protesta. También tuvo amplia repercusión en el comercio minorista.
En San Pablo, que con sus 18 millones de habitantes, es la capital económica del país, fue fuerte el paro de transporte y hubo numerosos piquetes en los principales accesos. Pero además el paro se sintió en las fábricas, en las escuelas primarias, escuelas secundarias y en las universidades, tanto en la educación estatal como privada.
Muchos medios se refirieron a que su extensión superaba la “burbuja del Fuera Temer”, con lo que señalaban que fueron parte de la medida muchos sectores que habían estado a favor del “impeachment” que destituyó a Dilma Rousseff y que ahora reaccionaban contra las medidas de Temer, al cual una encuesta reciente ubica con tan solo el 4% de aceptación pública, constituyendo unos de los gobiernos más antipopulares de la historia de Brasil.
Temer se refugió en Brasilia, quizás escapando del escrache que le tenían preparado en su domicilio en San Pablo, y tuvo que apelar a la policía militar para proteger los edificios públicos. Hubo represión y 16 integrantes el MTST (Movimiento de Trabajadores Sin Techo) detenidos en la capital paulista. En Río de Janeiro la policía reprimió a los manifestantes en horas de la tarde.
Pese a la intención de la burocracia sindical de acotar la fuerza de la medida y que la gente se quedase en la casa, hubo numerosos piquetes, muchos empujados por la izquierda. Según la prensa hubo más de 200 concentraciones en distintas ciudades, entre las que pueden destacarse 150 mil en Belo Horizonte, 70 mil en la plaza Largo de Batata en San Pablo y 50 mil en Río de Janeiro.
La reacción obrera a un brutal plan de ajuste
Con la excusa de “crear puestos de trabajo” para una economía en recesión que ha perdido en los últimos dos años más del 7% del PBI, cuya desocupación ronda ya el 13,7% con 14 millones de personas sin trabajo (hace solo dos años era del 10%), el gobierno de Temer, apoyado por la mayoría de la gran burguesía brasilera, ha decidido descargar la crisis sobre la espalda de sus trabajadores.
Las durísimas medidas de ajuste del gobierno contra los trabajadores significarán, de poder concretarse, la pérdida de conquistas obtenidas décadas atrás. Ya se aprobó la “ley de externalización” que permite la tercerización de todas las operaciones de las empresas; la Cámara de Diputados le dio media sanción a un proyecto de reforma laboral que reforma 100 artículos de ley de trabajo de 1943 en favor de los empresarios, hace primar la negociaciones particulares de cada sector entre los empresarios y los trabajadores por encima de los beneficios de la ley de trabajo, permite la extensión de la jornada hasta 12 hs., la división en tres cuotas de las vacaciones y el trabajo insalubre para las embarazadas, entre otras draconianas medidas.
Remata este ataque la intención de hacer una reforma previsional, para la cual se debe reformar la Constitución, con el objetivo de elevar la edad jubilatoria a 65 años y a ¡49 años de aportes, los necesarios para poder obtener una jubilación completa!
La clase obrera en el centro de la escena
Si la movilización de las mujeres del 8M y la movilización de los trabajadores del 15M fueron los rounds previos a este paro, en esta ocasión la pelea contra el gobierno de Temer y sus reformas ha pegado un gran salto, con un peso pesado como es la clase obrera brasilera en el centro de la escena. Un salto que fue posible gracias al desborde de las tradicionales conducciones sindicales, que empezando por la CUT, que apoya la estrategia electoral de Lula como centro, y de Fuerza Sindical que apoyó el impeachment, no querían llegar a esta medida.
El plan del gobierno está gravemente herido. Pese a sus declaraciones negacionistas sobre el alcance de la medida, en los próximos días se podrá apreciar cómo continúa y acusa el golpe de esta gran demostración de fuerza de los trabajadores de Brasil. Lo que si podemos señalar, como lo hace es su reciente artículo Bernardo Correa del MES-PSOL, que “…la huelga general del 28 de abril abre un nuevo ciclo en las luchas en Brasil…” y “…se ha podido sentir el clima de las grandes Jornadas de Junio de 2013, pero con la presencia de la clase obrera organizada, como no se ha visto en aquél momento….”.
A lo que podría agregarse, que dado el peso de Brasil en el subcontinente, esta acción va a repercutir favorablemente en el curso de las luchas que los trabajadores y los pueblos latinoamericanos estamos dando contra los planes de ajuste de los gobiernos de turno.
Como señalan los compañeros brasileros, la presencia del MES PSOL en los piquetes fue muy importante. Sus principales dirigentes y parlamentarios, como la ex candidata a la presidencia de la República, la compañera Luciana Genro, desde las 3 a.m. de la mañana estuvieron al frente de la pelea.
Justamente, la izquierda de Brasil tiene la responsabilidad de aprovechar, pegada a las enormes luchas que se están dando y se avecinan en el país continente, la oportunidad para construir una nueva dirección sindical que tanto necesitan los trabajadores para ganar la lucha en curso. Y en ese camino, y dado la crisis terminal del viejo régimen político arrinconado por las luchas y las denuncias de corrupción del Lava Jato, está planteada la formación de una alternativa política de masas, que desarrolle una salida anti capitalista a la crisis.
Gustavo Giménez