En vez de pararle la mano a Macri, Cristina desmoviliza

Ante la pasmosa pasividad de la CGT cómplice del ajuste macrista, a principios de este mes la Corriente Federal de Trabajadores (CFT) dirigida por el bancario Sergio Palazzo, el docente privado Horacio Ghillini y el gráfico Héctor Amichetti había lanzado la convocatoria a una marcha a San Cayetano para el 7 de agosto, día de ese santo del trabajo. A ese llamado se había sumado la CTA que lidera Hugo Yasky. La convocatoria, aun siendo a una iglesia en Liniers y no a la Plaza de Mayo o al menos al Congreso, seguía sumando adhesiones…
Pero el 7 de julio esos tres dirigentes de la CFT se reunieron con Cristina Fernández de Kirchner en su Instituto Patria. Como ella misma lo informó luego por twitter, «En la reunión les dije que hay rezar por el trabajo, por los que no lo tienen y por los que sufren. También les pedí que no hagan la movilización. Sé que los trabajadores tienen más que sobradas razones para reclamar, pero también sé que en lugar de llamar a una movilización el 7 de agosto, lo que debemos hacer es convocar a una gran votación el 13 de agosto».
Más claro, agua. Dóciles ante la clara orden política de Cristina de ir a rezar y a votar en vez de salir a las calles, Palazzo y los otros dirigentes de la CFT salieron a postergar la movilización para el 22 de agosto, o sea después de las primarias. También Yasky se encuadró enseguida y dijo que «la gran protesta será después de las PASO».
La excusa de la posible infiltración o provocación en la marcha que diera lugar a una represión por parte del gobierno macrista es ridícula por donde se la mire: en Pepsico el gobierno no necesitó ningún «infiltrado» para ordenar la represión policial contra las obreras y obreros. Dicho sea de paso, con la única excepción de Leonardo Grosso del Movimiento Evita en la planta no se hizo presente para solidarizarse ni un solo diputado del PJ o del FPV…

Coherencia… para un solo lado

Si Cristina hizo más descafeinados sus discursos, la estética de sus actos y toda su campaña electoral, allá ella. Pero todo compañero o compañera que milite en alguna agrupación política, sindical o social sabe bien que sin la movilización de los trabajadores, de las mujeres, de la juventud, de los desocupados, no hay ningún cambio posible. Así fue toda la vida, lo es ahora y lo sigue siendo. Y además tampoco hay por qué contraponer el voto a la necesidad de salida a la calle.
El problema de fondo es que el armado electoral que ha reciclado ahora Cristina, Unidad Ciudadana, mantiene la misma lógica de la política tradicional: hacer algunas críticas obvias y de ocasión al gobierno de turno en el plano discursivo, pero sostenerlo a nivel institucional y, sobre todo, no apelar a la movilización obrera y popular para derrotar sus políticas de ajuste.
Existe una profunda coherencia política entre la actitud complaciente de los bloques del PJ-FPV hacia el gobierno derechista de Cambiemos y este llamado desmovilizador de Cristina. Así como en el Congreso los senadores y diputados pejotistas le aprobaron a Macri sus Presupuestos 2016 y 2017 de ajuste, sus principales leyes antipopulares y hasta sus jueces del 2×1 a los genocidas, ahora Cristina plantea «no hacer olas».
Una mirada superficial podría suponer que es para tratar de recuperar algún voto de sectores enojados con su anterior tono confrontativo. Pero no es así: como espacio político del sistema, y más todavía frente a una bronca creciente del movimiento de masas contra este gobierno neoliberal y ajustador, su hoja de ruta es preservar la «gobernabilidad» capitalista.
No hay que dejarse engañar, compañeros: Cristina no «le para la mano» a Mauricio Macri y su ajuste, sino a la movilización obrera y popular.

Pablo Vasco