Elecciones del 26N: fraude y levantamiento popular en Honduras

Un escandaloso fraude electoral por parte del antidemocrático régimen hondureño surgido del golpe contra el ex presidente Zelaya hace 8 años, que pretende arrebatarle elección al candidato opositor Salvador Nasralla, desató una importante rebelión popular. Una masiva movilización democrática que puede cambiar la situación del país centroamericano.

El 26 de Noviembre se realizaron elecciones en Honduras y cuando la tendencia del escrutinio informada por el tribunal electoral, que ya había contado una parte sustancial de la votación (el 57 % de las mesas) daba ganador por 5 puntos al candidato de la oposición Salvador Nasralla (Alianza de Oposición Contra la Dictadura)(1), se cortó la luz y cuando luego de muchas horas se conocieron los nuevos resultados el candidato oficialista, el actual presidente Juan Orlando Hernández (Partido Nacional) ganaba con 2 puntos arriba de su adversario, con urnas provenientes de áreas rurales y que cambiaban la tendencia de otras urnas escrutadas de esas mismas regiones.

La maniobra fraudulenta ha sido tan evidente que hasta los observadores de la OEA, un organismo que ha sido cómplice en el sostenimiento del actual régimen y que en ningún momento denunció la “ilegalidad” de la candidatura de Hernández en un país donde la Constitución prohíbe la reelección, tuvo que denunciar las graves irregularidades y aconsejar la realización de nuevos comicios.

Denuncia que va en sentido opuesto a la política de la administración de Trump que ha reivindicado el desempeño del país caribeño en torno al respeto a los derechos humanos en medio de este conflicto. También se pronunciaron en este sentido la Unión Europea y el tercer partido (de oposición), el Partido Liberal que obtuvo un 15% de los votos.

El pueblo sale a la calle

Pero si algo logro detener el fraude no son los giros de los organismos internacionales, sino el enorme levantamiento popular que salió a enfrentarlo. En los barrios populares de casi todas las ciudades hondureñas desde el día 30 de noviembre estalló una importante reacción popular consistente en toma de puentes, bloqueo de carreteras, calles y caminos, saqueos y grandes movilizaciones como la realizada el domingo 3 de diciembre en Tegucigalpa, San Pedro Sula y otras ciudades.

Un levantamiento que pretendió ser sofocado por el gobierno decretando el toque de queda, la suspensión de las garantías constitucionales y una brutal represión que según el informe del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (Cofadeh) del miércoles 5/12, había producido 14 muertos, 51 heridos -siete de ellas muy graves- y 844 detenidos, como producto de represiones violentas a 38 de las 118 manifestaciones contabilizadas a esa fecha. (Datos de Kaos en la Red del 08/12/17)

La fuerza del levantamiento ha puesto también en evidencia las fisuras dentro del aparato represivo del régimen. El lunes 4 de diciembre los Cobras, que son las fuerzas policiales usadas para reprimir las manifestaciones se rebelaron y en un “paro de brazos caídos” se negaron a reprimir las manifestaciones, argumentando que no pueden reprimir al pueblo porque ellos son parte del pueblo. Llegando incluso a desmentir a los funcionarios que intentaban esconder esta crisis señalando con el conflicto policial se debía a la falta de pago en sus salarios. En la televisión se ha podido ver a manifestantes en acciones de resistencia confraternizando con la policía, muchos de los cuales provienen de los barrios más humildes.

La crisis del modelo de ajuste

Ya en el 2003, las elecciones estuvieron cruzadas por graves denuncias de fraude, sin embargo en esta oportunidad, el fraude electoral desato un enorme levantamiento. Es que lo que está estallando es un modelo de hambre, miseria y entrega, que ha colocado a Honduras como uno de los países con más pobreza del continente (60%), ubicándolo en un segundo lugar apenas detrás de Haití. Así a los enormes beneficios de los bancos gracias al negocio de refinanciación de la deuda pública que suma más del 14% del PBI para estos pagos, contrasta con una situación donde la mitad de la población está desocupada o vive de empleo muy precarizado.

Para sostener estos privilegios la clase dirigente de funcionarios y empresarios corruptos, muchos ligados a los negocios del narcotráfico, posee un importante aparato represivo, cuyos presupuestos han subido geométricamente estos años, con el que descarga una continua represión sobre los que se oponen al régimen, como lo puso de manifiesto el asesinato de la militante campesina de los pueblos originarios, Berta Cáceres, luchadora contra la entrega de tierras de comunidades indígenas a las grandes empresas multinacionales.

Una pelea en curso

Mientras el Tribunal Constitucional revisa las actas de votación, todo indica que la movilización ha herido gravemente al este régimen hambreador y represivo. El propio Tribunal que ha sido puesto a dedo por el actual gobierno no garantiza ninguna imparcialidad. Es el ejecutor de las maniobras de fraude, y en esta revisión solo revisará una parte de las actas cuestionadas sin presencia de la oposición en el este nuevo escrutinio, por lo que el reclamo de nuevas elecciones que sostiene Nasralla, cobra cada vez más fuerza.

El levantamiento tiene planteado frenar y derrotar a la represión, como paso necesario para derrotar definitivamente al régimen que sostiene a Hernández, imponer nuevas elecciones y obtener una Asamblea Constituyente que refunde el país sobre nuevas bases, que afirmen las reivindicaciones democráticas exigidas por la movilización y responda a las demandas populares de trabajo, salario, salud y educación sobre la base de un programa de medidas anticapitalistas que enfrenten los intereses y la rapiña de las multinacionales y el imperialismo.

Es necesario desde todas las organizaciones democráticas y antiimperialistas rodear la lucha del pueblo hondureño de la mayor solidaridad, para que cese la represión, se respete su voluntad política de cambio, se vaya Hernández y el régimen corrupto y el pueblo pueda ejercer libremente su derecho a decidir sobre su destino.

Gustavo Giménez

  • Alianza de Oposición Contra la Dictadura: nombre de la formación política opositora que llevó a Nasralla como candidato a presidente y que dirige el ex presidente Mel Zalaya, depuesto por el golpe del 2009. Zelaya tenía una orientación política ligada al chavismo cuando fue depuesto. Ahora su candidato Nasralla y la organización que preside, tiene un programa económico mucho más conservador que el que levantaba en aquellos años.