Aborto: derrotar la presión clerical

Ya a principios de marzo, la diputada macrista Elisa Carrió planteaba que las comisiones de la Cámara de Diputados a cargo de debatir el proyecto de ley de aborto debían posponer sus reuniones hasta después de la Semana Santa.

A su vez el domingo 25 de marzo, día del (imaginario) “niño por nacer”, decretado por Carlos Menem, varios miles de personas marcharon de Plaza Italia a la Facultad de Derecho contra el derecho al aborto tras un enorme y bizarro feto de plástico. Convocaron la Iglesia Católica, en especial monseñor Aguer, y sectores evangelistas. Dicen “defender la vida”, pero en realidad defienden que en nuestro país siga muriendo una mujer día por medio por aborto clandestino.

Hasta ahí no habría ninguna novedad: ya es bien sabido que Lilita es una ferviente católica y las cerca de 10.000 personas que se expresaron tienen todo su derecho democrático a hacerlo, más allá de que quedó en claro que son una pequeña minoría frente a quienes reclamamos el aborto legal.

En realidad, a alguno de estos dinosaurios conviene dejarlos hablar ya que suelen caer en el sincericidio. Por ejemplo, en un reciente programa de TV, el dinosaurio Roberto Castellano, de la Fundación Pro-Vida, sostuvo que “el aborto es más grave que la pedofilia”. No es casualidad: sabe que en la Iglesia abundan los curas pedófilos, a los cuales también el Papa protege.

El problema es que frente a esas presiones reaccionarias el Congreso terminó cediendo y resolvió postergar el tratamiento del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo. De ese modo, las reuniones de comisión se postergaron hasta el martes 10 de abril.

Es decir, la Iglesia Católica Apostólica Romana y sus socios evangelistas movilizan cada vez menos, pero siguen manteniendo un poder de presión importante. Esto implica un serio riesgo para el avance del proyecto de aborto, ya que estas organizaciones seguirán ejerciendo su lobby retrógrado.

Es preciso entonces enfrentarlos y vencerlos con la movilización feminista y popular, retomando los “pañuelazos” verdes y todo tipo de iniciativas para seguir ganando a la opinión pública para que de una vez por todas en este país logremos el aborto legal.

A la vez, hay que exigir el fin de los subsidios estatales a la Iglesia y a toda la educación religiosa. Es ridículo que con la plata de todas y todos el Estado siga bancando a un culto oscurantista, que no sólo difunde dogmas medievales sino que interfiere descaradamente sobre la vida política y social. Para decirlo más claro: ¡saquen sus rosarios de nuestros ovarios y quien quiera un cura que se lo pague!

 Juntas y a la Izquierda-MST