Es contra Macri y todo el sistema: por izquierda, sí o sí
Carta abierta a les jóvenes que votan por primera vez
Macri obnubila, de bronca, de odio. Está bien y es lógico. Su proyecto de país es la representación de todo lo que se opone a tener futuro, libertad plena y posibilidades de explotar toda la vitalidad que tenemos individual y colectivamente, como generación. Sin embargo, es una imagen parcial, engañosa. No porque este gobierno no sea el problema más inmediato, sino porque superarlo es una parte, también parcial de la tarea que tenemos por delante. De hecho, no se puede disociar la lucha por sacarlo del poder del debate sobre con qué proyecto se lo reemplaza. Simplemente razonar así es engañar o engañarse. Nuestro rol es distinto: luchamos por presentar la verdad desde el punto de vista de la clase obrera, las mujeres y la juventud. Siempre los sistemas económicos y políticos tienen mecanismos para tratar de bloquear socialmente a los sectores potencialmente más radicales, más rebeldes o directamente revolucionarios, con mayor o menor consciencia. Los que mandan en el capitalismo, los bancos y grandes corporaciones, tratan de evitar recurrir a la represión, a los palos para bloquear la acción rebelde de los sectores juveniles. No porque sean sensibles, sino para evitar la reacción de lucha. Y entonces tienen como aliados ideologías que difunden determinados proyectos políticos o dirigentes que tienen influencia, o lo intentan. Siempre, la lógica consiste en demostrar que «no se puede» y que en todo caso hay que adaptarse a lo posible. Y claro, tratar de aislar a los que plantean cambios de fondo. Veamos.
Sobre medios y fines
La lucha por determinadas causas, o derechos, no se puede separar de las medidas para concretarlos ni de sus implicancias. Porque, en definitiva, la cuestión consiste en razonar pensando en qué hace falta y no en limitarse al perímetro de lo presuntamente posible, y que al final, es un invento de los que quieren mantener las cosas más o menos cómo están. Pero para evitar abstracciones, aterricemos en las causas concretas que atraviesan a nuestra generación como problemáticas, luchas o necesidades.
Repasemos: Precarización: somos la generación de los rappi, del call-center, baby-siter y otras formas de trabajo temporal, mal pago y alienante. Esa modalidad de producir no es una consecuencia del «progreso», de la «modernidad». Nada que ver. Es una opción consciente de la producción capitalista que busca más rentabilidad, más ganancia y para eso requiere explotar más a la juventud. ¿Cómo se sale? Para empezar, priorizando el trabajo como derecho, no la ganancia capitalista. A partir de ahí, hay medidas tales como la reducción de la jornada laboral y el reparto de las horas; la prohibición de despidos y suspensiones; el salario igual al costo de vida con ajustes automáticos a la inflación. Bueno, pero todo eso ¿cómo se logra? Con voluntad política de suprimir los privilegios de los grandes empresarios. Eso implica confrontación, seguro.
Educación: se refuerza todo el tiempo lo privado, frente a lo público. Falta presupuesto, y el contenido transforma la escuela en un campo de entrenamiento laboral para la precariedad. ¿Y entonces? Hay medidas, claro: eliminar los subsidios a la educación privada y usar esa plata para la pública; poner impuestos a los bancos y grandes fortunas para fortalecer salarios docentes, becas e infraestructura; y los contenidos, a debate entre docentes, estudiantes y comunidad. ¿Es tan irracional esto? Seguro no, pero implica chocar con los privatistas de la educación y los timoratos que no quieren «hacer olas».
Vivienda: somos la generación sin casa, vivimos hacinados, alquilando a precio imposible. ¿Se puede cambiar esto? Por supuesto. Hay miles de viviendas ociosas, porque grandes empresarios especulan comprando para preservar el valor de su acumulación, como una «caja de ahorro». Es irracional. Eso hace subir los alquileres (para acumulación de las grandes inmobiliarias) y se hace imposible comprar una casa (sin trabajo o precarizados, menos). ¿Y? Simple: el Estado interviene, declara de utilidad pública todas las viviendas sin uso, las pone en alquiler social, es decir con un porcentaje del 25 % del ingreso declarado del inquilino y a la vez, destina para reactivar la economía y atacar el déficit habitacional, un año de intereses de deuda externa: 415.000 viviendas populares.
¿Imposible? No, necesario. Pero otra vez, implica voluntad y plantarse políticamente.
Agenda feminista / disidente: Aborto Legal, ESI y Estado Laico. Son derechos democráticos básicos y de salud social. ¿Qué lo impide? La injerencia del clero, de la Iglesia y el Papa. ¿Hay fuerza social para oponerle? Obvio, falta decisión política, de romper con el clericalismo.
En resumen: podríamos agregar la lucha contra la mercantilización cultural, por el desmantelamiento del aparato de represión a la juventud y otros temas. Todos tienen salida, sí. Pero son incompatibles con los intereses capitalistas y de esta democracia de politiquería, burócratas y curas. Hace falta otra forma de política, para otros intereses sociales.
El voto, la militancia, lo que se viene
Decirse capitalista, como hace CFK, no es un chiste. Define los intereses de un proyecto y sus límites. La idea de un capitalismo «más social» o «no tan explotador», es vieja y falsa. Si se paga deuda externa, incluso «renegociando», que es pagar también, no hay fondos para que la economía se mueva a favor de la mayoría. Si querés servicios como derechos, el cuestionamiento a las privatizadas no puede ser retórico: hay que reestatizar con control obrero y social de los usuarios. Si querés independencia, real, tenés que cambiar el modelo de producción basado en soja y megaminería, por otro industrial con innovación tecnológica sin depredar la naturaleza, es decir, sin Vaca Muerta. Bueno, eso es anticapitalismo. Y, por lo tanto, es transición a otras reglas, a otro modelo, a otra solución, que para nosotres se llama socialismo. Entonces, las elecciones de este año son una estación de paso hacia momentos de fuertes definiciones: ¿qué hacer con el FMI, con las privatizadas, con la agenda feminista? La ubicación frente a estos problemas define de qué lado de la mecha se pone cada fuerza política. Cambiemos, pero también Alberto Fernández y Cristina, ya anticiparon que ni se les ocurre cuestionar deuda externa, privatizaciones o la alianza con el Papa. Eso, para el país que se viene, los hace no iguales, muy parecidos. Entonces, nosotres pensamos que hay que hacer fuerte a un tipo de izquierda, radical, anticapitalista, socialista. Ahora, votando por esa opción en las PASO y después también. Es decir: por las listas del FIT-Unidad. Pero fundamentalmente activando, organizándote con nosotres para preparar una gran fuerza militante que sea consciente de cómo garantizar sus causas, sus derechos y una plataforma que de verdad reorganice la Argentina sobre otras bases, distintas. Que fije las prioridades a partir de la gente común que trabaja, de la juventud que quiere tener perspectiva. No alcanza con la bronca. Menos con votar al «menos malo» para sacar a Macri. Eso es frustración asegurada. La izquierda que se unió, el FIT y el MST, somos una variante real, independiente de todo lo viejo. Es la hora, hay que jugarse con el corazón y la razón. Porque lo nuestro es eso: una apuesta razonada (y apasionante) de presente y futuro.