Macri en modo electoral. Críticas al sindicalismo para atacar al movimiento obrero
Macri salió a pegarle a la dirigencia sindical tradicional. Casi al unísono se sumaron varios patrones de alto rango. No apuntan a ninguna renovación sindical y menos para destronar a estos serviles de la gobernabilidad. Utilizan su desprestigio para recuperar terreno electoral y, en el fondo, preparar el terreno para la reforma laboral pendiente.
En las últimas semanas hay fuego cruzado entre el gobierno y sindicalistas burocráticos. Los chispazos tuvieron como centro algunas diatribas de Macri contra Moyano y Palazzo, y también criticando a Biró (Aeronavegantes) ante un conflicto que demoró vuelos. Mientras el presidente trata de mostrarse intransigente con los dirigentes sindicales con los cuales viene negociando durante todo su gobierno, los patrones salieron a reclamar la cuestión de fondo: las reformas reaccionarias pendientes. No está de más recordar que el propio Moyano se mostró junto al presidente inaugurando el monumento a Perón a principio de su mandato. Tampoco los buenos oficios del triunvirato cegetista a lo largo del mandato de Cambiemos. Más allá de la disputa en los medios, sabemos que gobierno y patrones negocian tras bambalinas y que los sindicalistas tienen una alta responsabilidad en el ajuste salarial, los tarifazos y los despidos que padecemos les trabajadores.
Chantaje y discurso adaptado a los tiempos electorales
Macri aprovecha el desprestigio que tiene la burocracia sindical con un doble objetivo de: a) sumar votos para recuperar terreno de cara al 11 de agosto b) para debilitar al movimiento obrero frente a la sociedad de conjunto. Colocando un signo igual entre los dirigentes traidores y los trabajadores pretende desarticular la cercanía política que genera la situación económica entre los trabajadores, los demás sectores oprimidos y la clase media. Con esta división prepara el terreno con la estrategia de acumular fuerzas para poder cumplir con el FMI en profundizar el ajuste y, especialmente, implementar las reformas laboral y previsional condición sine qua non no solamente para la liberación de nuevos créditos sino para la progresión del acuerdo Mercosur–UE y otros tópicos de la agenda estratégica del capitalismo mundial.
Al mismo tiempo, Macri sale a defender su programa proempresariado de manera abierta para trasmitirle a todo el establishment seguridad y confianza en que él, más allá del «gradualismo forzado», es el producto más atractivo para la elección. Necesita salir de la crisis de confianza que significó que desde el movimiento obrero y pese al rol de la burocracia, le frenáramos parte de las medidas de ajuste y lo obligáramos a cajonear las reformas reaccionarias con las jornadas de diciembre de 2017.
Difícilmente haya desprevenidos que puedan creer que exista alguna intención de avanzar en una renovación sindical. En estos cuatro años se cansó de elogiar y blindar el modelo sindical vigente que es la herramienta con la cual la dirigencia de todas las centrales colaboró con el sostenimiento del régimen y del propio gobierno en sus peores momentos.
El final del anteúltimo acto
Rechazar todo ataque del gobierno y sus secuaces contra la clase trabajadora, no significa de ninguna manera avalar la lacra burocrática. Más que nunca sostenemos que justamente para luchar con la fortaleza que se necesita para derrotar el ajuste y las reformas capitalistas que están en la agenda del próximo gobierno sea macrista o pejotista, hay que avanzar hacia una nueva dirección democrática y combativa.
Como el protagonista de una tragedia, la burocracia sindical da indisimulables señales de su decadencia. Divididos y con un desprestigio sin igual entre los trabajadores los golpea el deterioro de la situación económica y la entrega que tuvieron y tienen frente al ataque al salario y las condiciones laborales.
Pero su esencia, su dependencia del Estado y por ende a cada gobierno de turno para poder sostener sus privilegios hacen que transen siempre en contra de los que dicen representar. Ya es vox populi que por los fondos de las obras sociales (que encima es dinero nuestro) son capaces de dejar pasar todo. No llaman a medidas, o si se ven obligados por las circunstancias evitan llamar a paros por todas las vías y si los llaman son con dos meses de anticipación con el objetivo de levantarlos, no le dan continuidad a ninguna lucha y las atomizan. En definitiva, todo tipo de maniobras para quedar bien con el gobierno y garantizar la gobernabilidad.
Motivo fundamental de su desgaste con la base obrera y que cada vez más se reduzcan a gerenciar estructuras vacías de militancia genuina, parasitando un aparato económico y político en base a privilegios que los terminan separando más del común de los trabajadores. La necesidad de apoyar las luchas y apuntalar la renovación antiburocrática que crece desde el pie, más allá de las desigualdades, en los gremios estatales y privados, es la tarea fundamental para pelear por una nueva dirección.
Del hecho al dicho… hay elecciones
Parados sobre esta bronca absoluta como un gigante con los pies de barro, la mayoría de la burocracia se refugia defensivamente en las coaliciones patronales. Mayoritariamente lo hacen detrás de la fórmula de les Fernández, aunque también algunas de sus vertientes apoyan a Lavagna y a Macri-Pichetto.
En el día de ayer, montaron una cena en el sindicato de UPCN. Y en una muestra de cinismo puro intentan retener electorado saliendo a decir que van a apoyar Alberto, Cristina y Massa, porque «no va a permitir la reforma laboral».
¿Acaso no son los responsables de que Macri haya llegado hasta las elecciones? ¿Acaso no son responsables de que haya un deterioro de puestos de trabajo, reformas de las condiciones laborales vía convenios a la baja y el envalentona-miento de las patronales? ¿Acaso no son los que no llamaron siquiera a parar para detener el tratamiento de la reforma impositiva, jubilatoria y laboral? Es decir, cuando hay que luchar contra los ataques al movimiento obrero no hacen nada y ahora dicen para las elecciones que no lo van a permitir.
Alberto Fernández que sale a decir que no va a haber reforma laboral y no explica cómo va a hacer para no cumplir con la exigencia del FMI ¿Piensa hacer una obra de magia? ¿Cómo es que reacti-varía la economía, si justamente es el deterioro de la situación económica mundial y la deuda del FMI la que no le deja ningún margen para recrear las condiciones de la «década ganada»?
Todo es una gran farsa para intentar sacar votos, es una utopía irrisoria decir que pagando la deuda habrá posibilidades de «… volver a poner dinero en el bolsillo de la gente y de los jubilados».
Derrotar el ajuste y pelear por una nueva dirección
Detrás de la pirotecnia electoral, asoman las verdaderas intenciones de la verba antisindical. El presidente de la Cámara de la Construcción, Julio Crivelli, fue contundente: «Necesitamos poder despedir sin causa en industrias y comercios» (FM Futurock). También reclamó atar las mejoras salariales a la productividad. Antes Cristiano Ratazzi de la FIAT y otros popes de la industria habían sobrevolado varios programas top de la TV, para explicar las bondades de la flexibilización laboral y la necesidad de bajar el costo para poder «crecer». No debemos engañarnos. Es uno de los puntos fundamentales de la agenda del próximo gobierno, sea el que fuere y el estilo o táctica que utilice.
Debemos prepararnos para enfrentar estas reformas y esta vez derrotarlas.
Ahora fortaleciendo la unidad de la izquierda y votando por el Frente FIT – MST. Nuestras listas, contrastando con las del PJ que llevan y son apoyadas por la burocracia, están pobladas de referentes del sindicalismo combativo.
Y preparándonos para los próximos combates. Impulsando la mayor unidad de acción y embretando a esta dirigencia que en tiempos electorales se llena la boca contra la reforma pero que rápidamente van a volver a transar alegremente en el backstage de la Rosada. Pero al mismo tiempo dando pasos en la renovación sindical, por una nueva dirección y un modelo democrático, combativo y con perspectiva de género.
César Latorre y Guillermo Pacagnini