100% capitalista. El derrumbe del modelo chileno
Desde hace casi dos semanas el estallido chileno es noticia mundial. Sorprendieron a los que hasta ayer elogiaban su modelo de supuesta estabilidad y crecimiento, como Macri. Pero también a quienes, como les Fernández, que pasaron a criticarlo por “neoliberal”. En verdad el estallido refleja la bronca contenida por 30 años de ajuste y hambre capitalista, como sucede también con otros pueblos de la región y el mundo.
La histórica revuelta chilena, que tuvo como detonante el aumento del boleto del Metro, terminó cuestionando al “modelo chileno” de manera global. Se hunde uno de los más claro ejemplos que nos vendían desde la burguesía y sus partidos. En la medida que los jóvenes, trabajadores y el pueblo chileno todo, sacaban a la luz su verdadera esencia y las consecuencias de la pobreza y la exclusión, comenzaron a aparecer nuevas versiones. El crecimiento macroeconómico estaría bien, el problema sería solamente la “distribución” de esa supuesta riqueza. El problema no es su carácter capitalista, sino “neoliberal”. La realidad es distinta a lo que plantean unos y otros.
Un poco de historia
Para poder entender la génesis del actual estallido hay que remitirse a la década del 70 cuando la dictadura de Pinochet, impuso a sangre y fuego una brutal derrota del pueblo y en especial la clase trabajadora. Dejando miles de muertos y desaparecidos. Sobre esta base avanzó en la superexplotación y flexibilización de los trabajadores, eliminado en la práctica las jubilaciones, las indemnizaciones por despido y la protección sindical (donde sólo el 20% de los trabajadores está sindicalizado y en manos de direcciones conciliadoras y traidoras en su gran mayoría).
Pinochet, avanzó en un modelo capitalista neoliberal junto a los “Chicago boys” como nadie. Privatizó todo, desde jubilaciones, salud, educación, transporte y recursos naturales. Así viajar en subte diariamente llegaba a costar U$S 100 mensuales con salarios mínimos de U$S 400, por eso la sensibilización de los trabajadores ante el aumento. También logró marginar a gran parte de los trabajadores, llevándolos a vivir en “poblaciones” o directamente expulsándolos al Sur del país. Todo esto en beneficio de una burguesía obscenamente rica y concentrada, y una clase media acomodada que le servía de colchón.
Pero el objetivo principal de Pinochet fue la colonización económica al servicio del imperialismo yanqui, abriendo como ningún otro país sus fronteras al imperialismo y sus socios, prácticamente sin aranceles. La privatización del cobre y la minería fue el botín de las multinacionales megamineras. Este modelo elogiado por todo el capitalismo y los partidos de derecha por años, destruyó desde el inicio, toda probabilidad de industrialización del país, que hoy no produce prácticamente nada, a excepción de materias primas y productos agrícolas, vino y la pesca industrial del salmón en el sur en manos de las multinacionales.
La Concertación continuó y perfeccionó este saqueo a la caída de Pinochet, y Piñera en sus dos periodos profundizó aún más los ajustes. Ambos contaron con la complicidad de las direcciones burocráticas y del PC. Las consecuencias fueron catastróficas para el pueblo, pobreza creciente con salarios que perdieron sólo en los últimos 10 años el 30% frente a la inflación y servicios carísimos que consumían la mitad de los ingresos familiares.
La chispa
La bronca fue creciendo, el modelo crujiendo. Ya en 2006 saltaron los estudiantes secundarios por el derecho a la educación (privatizada por Pinochet) que llegó a paralizar más de 400 colegios y donde los secundarios se enfrentaban a diario con los carabineros y lograron que Bachelet tuviera que hacer concesiones importantes. Luego vinieron las luchas de los universitarios, los profesores y contra las AFPs por el derecho a tener una jubilación digna.
La realidad nos muestra que el Chile “ejemplo” de las derechas y el capitalismo es uno de los países más desiguales de la región, donde el 1% más rico acumula el 33% de la riqueza y donde más del 50% de la población vive no sólo marginado en las “poblaciones”, sino que carece de todo tipo de protección social, llámese salud, educación o jubilaciones. Si a eso le sumamos un Estado represivo, que tiene el triste honor de ser el único regido por una Constitución proveniente de una sangrienta dictadura, entenderemos por qué la reacción y movilización del pueblo chileno al aumento del boleto, se parecen muy poco a un relámpago en cielo despejado como pretenden hacernos creer.
Capitalismo, no solo neoliberalismo
Pero la centroizquierda y los supuestos “progresistas” también quieren sacar su rédito del tremendo ascenso chileno y llevarlo al punto muerto de su salida posibilista. Es por eso que Cristina o Alberto critican superficialmente el modelo chileno. Lo acusan de ser un neoliberalismo despiadado, en oposición a un supuesto capitalismo más humano, con redistribución de la riqueza que ellos encarnan. Todo esto para que las masas, sean chilenas, argentinas o del país que fueren no traten de saltar de los márgenes del sistema capitalista que ellos defienden. Tiemblan ante la posibilidad de una salida anticapitalista o socialista a sus críticas situaciones. De allí la perfidia de sus propuestas.
Porque en realidad, desde hace décadas es el mismo capitalismo mundial en crisis el que ajusta a las masas del mundo y lo hace de la forma que pueden. Donde, como en Europa o Argentina los trabajadores no han sido derrotados y resisten, paran o se movilizan, aparecen ciertas concesiones que no cambian el carácter permanente de esta contrarrevolución económica, sí lo postergan, lo mediatizan. La consecuencia son las crisis económicas recurrentes de la economía capitalista en estos países, como pasa en Argentina cada 8-10 años o como pasa en la Europa desde 2008. Pero en lugares donde logran aplastar a la clase trabajadora con una derrota importante, entonces adquiere su rostro más bestial, más descarnado, que llaman “neoliberalismo”, pero que no es más que otra cara de una misma moneda llamada sistema capitalista, contra el cual luchan los trabajadores de Chile, Ecuador, Haití, Puerto Rico, Hong-Kong o Francia, todos se rebelan contra un ajuste que no da tregua.
La salida es anticapitalista
Tratarán de derrotar la movilización o desviarla si no lo consiguen, dependerá de la relación de fuerzas. Desde el MST decimos que la gran tarea que tiene el pueblo chileno es profundizar su movilización para echar a Piñera, la derogación definitiva y completa de la reaccionaria constitución actual y decidir un nuevo modelo a través de una constituyente libre y soberana. Comenzando por el castigo a todos los represores de ayer y de hoy, el desmantelamiento del ejército pinochetista, un salario mínimo que cubra el costo de vida real, la estatización de los servicios de agua, energía, transporte, salud y educación y acabar con todos los privilegios de toda la clase capitalista. Son algunas de las medidas para avanzar en camino a una sociedad socialista. Medidas que se ponen a la orden del día al calor de cada uno de los procesos insurreccionales que han comenzado a recorrer Latinoamérica y el mundo.
Gerardo Uceda