Justicia por Fernando. Asesinato en Gesell: por qué y qué hacer
Prepotencia de clase y machismo de rugbiers en patota, sobre un trasfondo social de crisis: esa es, a nuestro juicio, la combinación esencial de causas que en este caso terminó en el asesinato cobarde y brutal del joven Fernando Báez Sosa en Villa Gesell. La reflexión y los cambios que hacen falta.
No es el primer caso ni será el último. Pero su alta repercusión social lo ha transformado en un emergente a considerar.
Por supuesto, ningún pibe nace asesino. Tampoco ninguna piba. Detrás de estos hechos tan graves, entonces, hay determinada construcción cultural y social que termina detonando semejante nivel de violencia como para patear con saña la cabeza de quien está tendido en el suelo e inconsciente. Y repetimos: fue un asesinato no sólo brutal sino además cobarde, de varios contra uno. Como también fue cobarde acusar a otro joven, ajeno a los hechos, al que la “barra” tenía de punto.
A la hora de analizar los porqué, nos parece mejor huirle a las respuestas de tipo unicausal, al estilo “fue porque son chetos”, “fue el machismo”, “fue la falta de policía” o “fue el alcohol y la droga”. Es un reduccionismo equivocado. Más bien hay una confluencia de causas, un fenómeno complejo, aunque tampoco tanto.
Las causas
En primer lugar, está el componente de clase, de la proveniencia social. Y no es un tema menor. Los jóvenes asesinos de Fernando son hijos de gerentes de empresa, profesionales, funcionarios políticos: pequeñoburgueses acomodados, que a veces se creen más de lo que son. Esto no implica que toda persona de esa extracción social sea un asesino ni que no existan asesinos en los barrios obreros y populares. Sería necio afirmarlo. Pero sí implica que los sectores sociales altos habitualmente desarrollan conductas y convicciones de mando, jerarquía, prepotencia e impunidad. Lo mismo expresan acciones crueles como tirar un cordero desde un helicóptero y considerarlo “un chiste”.
Así como en esta sociedad capitalista la burguesía, a fin de sostener su dominación económica y política sobre los trabajadores y el pueblo, no duda como clase en apelar a la represión policial e incluso a la guerra, a título individual o grupal, como en este caso, tampoco tolera que en la discoteca le vuelquen un trago en la ropa ni siquiera por accidente: a menudo necesitan marcar su poder por la fuerza. Ambas son formas diferentes de la misma violencia clasista.
De ese estrato social privilegiado forma parte el rugby. Obviamente, ser rugbier no es sinónimo de ser asesino, y violencia hay asimismo en otros deportes, como los barrabravas del fútbol. No obstante, el rugby tiene una impronta elitista y violenta. “Irnos a romper lo que nos faltó el año pasado”, escribió uno de los Pertussi en sus redes antes de viajar a Gesell…
Otro rugbier, en una carta autocrítica reconoce: “Decimos que es un deporte de bestias jugado por caballeros y se nos infla el pecho… Nos creemos moral y físicamente superiores al resto… también eran nuestros los acusados de violar entre cinco personas a una chica en La Plata, y los que golpearon salvajemente a un linyera en Olivos porque estaban aburridos. También eran colegas los que abusaron de una chica en Miramar, los que le desfiguraron la cara a un pibito en Quilmes por chocar un auto y los tucumanos que casi matan a un empleado de un boliche en Pinamar. Es jugador de rugby, también, el rosarino al que filmaron golpeando salvajemente a su novia y que hoy camina como si nada hubiese pasado”.
Esa violencia contra las/os más débiles muestra el segundo componente de este caso: el machismo, que no viene en el ADN varonil. En esta sociedad, que es capitalista y patriarcal, los niños y adolescentes crecen con más videojuegos violentos que educación sexual integral. El mandato es que todo macho alfa debe imponerse al resto por la fuerza, como animales. Así marca su territorio y reafirma su poder sobre las hembras, crías y demás machos de la manada. Rita Segato resumió bien este aspecto: “Los muchachos tuvieron que probarse a sí mismos mediante una víctima sacrificial que son hombres”. Por eso, antes de la última patada a Fernando, uno de los rugbiers le dijo a otro: “¿Te lo querés llevar de trofeo?”
Según el Ministerio de Salud de la Nación, en 2018 hubo 1.646 muertes por agresiones. De ese total, 4 de cada 5 son varones. Y en la franja adolescente, más todavía: 5 de cada 6 muertes. Desde ya, mujeres asesinas hay. Pero la violencia es esencialmente masculina por las víctimas y por la autoría: del 90 al 95% de los asesinatos los cometen hombres, tasa similar en todo el mundo.
A su vez, esta doble violencia de clase y de género se da en un contexto específico local y social. Por un lado, ocurre en un boliche de ésos saturados de gente y a canilla libre con tal de ganar, encima con patovicas violentos. Ahora saltó lo que todos sabían: que Le Brique deja entrar a menores, después de hora, y más gente de la permitida. Y que su dueño, qué casualidad, lo es también de un despacho de alcohol con habilitación irregular: Full Escabio. Por otro lado, como sustrato social está la crisis en la que vienen arrinconando a la juventud, que cada vez tiene menos perspectivas de presente ni de futuro y por ende es más proclive a la inmediatez y la evasión. De todos modos, según parece esta vez no hubo alcohol ni drogas, cuyo consumo abusivo en las “previas” o en los boliches suele exacerbar el descontrol.
En resumen, por el origen de clase, por la violencia patriarcal, por el negocio de la noche y por el marco social, todas las vías conducen a un mismo destino: la matriz de este sistema capitalista y patriarcal en decadencia, en donde día a día crecen la desigualdad de poder, la violencia y la degradación a todos los niveles.
Las propuestas
Lo primero es acompañar el reclamo de justicia de los familiares, la novia y amigos de Fernando. A los culpables, juicio y castigo. Pero sin duda la respuesta debe ir bastante más allá, buscando que hechos así no se repitan y también apuntar a los problemas de fondo. Y como una vez más resurgen las propuestas punitivistas al estilo Berni-Bullrich (poner más policía, usar las Taser, prohibir el alcohol, no dejar salir a les pibes, etc.), las rechazamos por probadamente inútiles y por pretender criminalizar al conjunto de la juventud. En cambio planteamos otras alternativas, tanto urgentes como a mayor plazo:
*En vez de más policía y represión, prevención. “Había policías en la esquina, patovicas enfrente, pero nadie hacía nada. Nos metimos pibas y pibes, y nos pegaron los rugbiers porque no les importó nada, hicieron lo que quisieron”, contó Tatiana. Ninguna seguridad puede aportar esta policía, formada para reprimir y no para prevenir. Menos aún la Bonaerense, campeona del gatillo fácil y cuyo 40% del personal está sumariado (y de esa misma fuerza es el inepto secretario de Seguridad de Gesell). Lo que hace falta es prevención a cargo de personal civil y una reforma policial total.
*En vez de prohibir el alcohol, control y consumo responsable. Desde la ley seca yanqui, se sabe que prohibir sólo favorece a las mafias. Ante la ridiculez del intendente de Gesell de prohibir el alcohol en la vía pública, que impide a cualquier turista tomarse una birra en la playa, hay que legalizar toda droga bajo control estatal, fiscalizar la venta y hacer campañas masivas para educar en el consumo responsable.
*En vez de negocio de la noche y corrupción, control real a los boliches. Terminar con las habilitaciones truchas y las coimas empresariales a funcionarios públicos, haciendo controles efectivos rotativos durante el horario de funcionamiento. Prohibición a todo patovica violento.
*En vez de videojuegos y mandato machista, Educación Sexual Integral. Aplicación inmediata de la ESI en todo el sistema educativo, con quita de los subsidios estatales a las escuelas religiosas y privadas que incumplan, como parte de la batalla cultural contra los estereotipos patriarcales de género.
*En vez de deporte elitista y violento, cultura del respeto y la convivencia. Expulsión de todo socio que cometa acciones violentas u otros delitos. Sanción a aquellas entidades deportivas que los amparen. Promover las conductas de respeto, solidaridad, compromiso social e igualdad de género.
*Contra la prepotencia de clase y la falta de perspectivas para la juventud, ir por un cambio de sistema. Como dijimos antes, las violencias que se vieron en Gesell no nacen de un repollo: son el resultado, el “efecto colateral”, de este sistema capitalista y patriarcal. Si no luchamos por cambiarlo, no habrá paliativos que valgan. Por eso convocamos, en especial a les jóvenes, a ser parte de la lucha anticapitalista por construir una nueva sociedad sin explotación ni opresión: el socialismo.
Pablo Vasco