Reunión en el Vaticano El Papa y Alberto, en “sintonía fina”

Así evaluó un diario oficialista la reunión entre Alberto Fernández y el Papa Francisco, realizada la semana pasada en la Santa Sede. Nuestra opinión crítica, como un aporte al debate y un alerta hacia todo el activismo antiimperialista, sindical, de género, ambientalista y de derechos humanos.

Según el director del observatorio de política exterior de la universidad privada UCEMA, la visita al Vaticano “se ha convertido en una cábala de los gobiernos a partir de que el Papa es argentino. Los líderes y dirigentes peronistas, de cualquier color o extracción, viajan allí como una forma de buscar una bendición, buena suerte, y una fotografía con el Santo Padre con una amplia sonrisa” (1).

Es tal cual. La vieja y estrecha relación del peronismo con la cúpula de la Iglesia Católica Apostólica Romana es refrendada por los líderes de dicho espacio político toda vez que pueden. Y más todavía desde que el Papa es argentino y desde que Alberto Fernández ocupa la Casa Rosada. Por eso los medios afines al gobierno nacional se dedicaron a resaltar que Francisco charló con Alberto 44 minutos, en vez de los 22 que lo hizo con Macri, y que en la reunión entre ambos hubo regalos, chistes y sonrisas, en vez del gesto adusto que en su momento le dedicó al ex presidente.

Pero más allá de tal o cual anécdota y aclarando que no consideramos que haya “delito de silla” ya que toda persona, el presidente incluido, tiene pleno derecho a reunirse con quien quiera excepto con genocidas y represores, lo que importa aquí es sacar las conclusiones de un encuentro de neto carácter político.

Con el FMI, “nos está ayudando mucho”

En el marco de las negociaciones del gobierno nacional con el Fondo Monetario Internacional y los fondos buitre por la deuda externa, la conclusión del presidente fue que el Papa “nos está ayudando mucho” y que va a seguir así. Es más: Alberto le pidió al Papa que reciba en persona al ministro de Economía Martín Guzmán, que esta semana participa en Roma junto a la titular del FMI, Kristalina Georgieva, en un seminario económico internacional que convoca el propio Vaticano. El evento se llama “Nuevas formas de fraternidad solidaria de inclusión, integración e innovación”.

Como la decisión clara de Alberto es renegociar para seguir pagando, eso significa que la contribución papal no apunta a otro fin más que a reconciliar a la Argentina con los acreedores y acordar las condiciones de pago de esa estafa colosal que es la deuda externa, por cierto a costa de aplicar más ajuste contra el pueblo trabajador. Pero entre el FMI y nuestro país la única “fraternidad solidaria” posible es la misma que hay entre el lobo y las ovejas. El Papa, en cuya encíclica Laudato Si, en 2015, hizo algunas críticas al extractivismo, esta vez ni siquiera mencionó el tema en su reunión con Alberto, que promueve a Vaca Muerta como “motor del desarrollo económico” y les bajó las retenciones a las mineras y petroleras.

La Iglesia Católica argentina también juega un rol activo en la mesa del “pacto social” que organizó el gobierno de Alberto junto a la burocracia sindical, cuyo objetivo es reconciliar a la clase trabajadora con los capitalistas para aceptar paritarias con techo y sin cláusula gatillo, o sea perder salario y condiciones de trabajo, mientras que el FMI y los bancos siguen ganando. Por eso, lo único que en realidad nos conviene es que el Papa no nos “ayude” más.

Aborto: no a un proyecto verde-celeste

Tras las idas y vueltas del comunicado de prensa, el Papa dejó en claro que no fue él quien le recordó a Alberto la hipócrita postura eclesiástica de “proteger la vida desde la concepción” sino el secretario de Estado vaticano.
Bajo la fuerza de la marea verde, la presión clerical dinosauria no alcanza para borrar del todo la cuestión del aborto de la agenda presidencial. Sin embargo, sí resulta suficiente para que Alberto ya haya anunciado que su proyecto de ley incluirá tanto el derecho a abortar como a tener hijes. O sea, un proyecto verde-celeste.

Es una trampa. No solamente porque la opción de parir ya es legal y en cambio acá lo ilegal es el aborto, sino porque además busca reconciliar a quienes defendemos el derecho democrático a decidir con los sectores celestes antiderechos (católicos, evangélicos y políticos) que imponen el embarazo forzado y niegan la ESI y todos los demás derechos de género.

Los derechos humanos, en danza

Ya vimos que días atrás el Papa les envió rosarios bendecidos por él mismo a decenas de genocidas detenidos y procesados. Ese gesto de quien bajo la dictadura militar, siendo entonces Jorge Bergoglio, desprotegió a dos curas jesuitas villeros y así permitió su secuestro, confirma que también intenta reconciliar al pueblo argentino con quienes secuestraron, asesinaron y torturaron a miles de personas, robaron cientos de bebés y hundieron al país en el peor terror de toda nuestra historia.

En forma similar a lo que ocurre con el tema del aborto, la tradición del movimiento de derechos humanos argentino y las convicciones democráticas arraigadas en gran parte de nuestro pueblo no dejan margen político para que, por ahora, Alberto acepte semejante línea. Pero sí es una luz roja importante su negativa a reconocer que en nuestro país hay presxs políticxs.

Tan equivocada es dicha postura del presidente, que hasta la embajadora argentina en el propio Vaticano, obviamente designada por él mismo, María Fernanda Silva, militante kirchnerista y católica, declaró que Luis D’Elía y Milagro Sala son presxs políticxs y que, en ese último caso, “estos cuatro años de prisión hablan peor de nuestro espacio que del espacio que la tiene presa” (2)…

Ni reconciliación ni “mayor líder moral”

Antes de reunirse con el Papa, Alberto y su esposa participaron en la Basílica de San Pedro, ¡oh, casualidad!, de una misa especial “por la reconciliación”. La celebró el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, que, ¡oh, casualidad!, es el titular de la academia vaticana que organiza el seminario con el FMI que se hace esta semana.

A su vez, como balance de su reunión con Bergoglio, Alberto declaró que comparten “una suerte de obsesión”: “Me ha dicho que estaba muy contento con todos los esfuerzos que yo hacía por unir a los argentinos… En eso estamos los dos de acuerdo: la Argentina tiene que terminar su tiempo de disputa” (3).

“El Papa Francisco me reconcilió con la Iglesia”, había dicho Alberto en agosto pasado. Allá él. Ya hemos dicho que si bien hay obispos ultra-oscurantistas que critican al Papa por derecha, eso no lo hace mejor: él es el actual jefe mundial de esa institución reaccionaria. Pero volviendo a Alberto, si “terminar el tiempo de disputa” es, como predican el Papa y la Iglesia desde hace años, reconciliarnos con el FMI, el ajuste, los capitalistas, los antiderechos y los genocidas, nuestra propuesta es rechazar de plano esa línea: son y serán nuestros enemigos jurados.

En su tuit del 31 de enero Alberto insistió: “Francisco significa mucho para mí, es un líder moral que me reencuentra con la mejor Iglesia”. Y en vistas a una previsible visita del Papa a la Argentina, fue aún más allá en sus elogios: “El día que me llame y me diga ‘voy para allá’, me ocuparé de que lo recibamos como corresponde, como el mayor líder moral que la cristiandad y la humanidad reconocen” (4). Lamentablemente, guste o no, considerar al Papa como “el mayor líder moral que la humanidad reconoce” es reivindicar su mensaje. Es por eso que invitamos a las, los y les activistas con quienes compartimos tantas luchas a reflexionar sobre todas estas definiciones.

Pablo Vasco

1. En la web iprofesional.com, 30/1/20.
2. Infobae, 31/1/20.
3. Perfil, 31/1/20.
4. La Opinión, 1/2/20.