Problemas en las alturas

Cuarentena… ¿administrada? En base al supuesto éxito de la cuarentena en el país, el gobierno de Alberto Fernández busca empezar a flexibilizar la medida para activar algunos sectores de la economía por evidente presión de las patronales. Intenta mostrarse en una posición de fortaleza para avanzar en este sentido, pero detrás del discurso se empiezan a ver los verdaderos intereses del gobierno y las grietas que afloran en su seno.

¿Quién manda? Una primera señal de cuáles son los intereses que se priorizan fue el efímero amague del gobierno de declarar de utilidad pública los recursos sanitarios del país. Aunque el anuncio que esbozó el ministro de Salud Ginés aclaró que no tocaría «la propiedad» de los privados y que la centralización de los recursos se llevaría a cabo «por acuerdo», los dueños de la salud privada pegaron el grito en el cielo de todos modos. En menos de 24 horas, el gobierno había dado marcha atrás. Queda claro que cuando dicen elegir la salud por encima de la economía, están eligiendo la salud de unos pocos por encima de la salud de la mayoría.

Todo lo que está mal. El día siguiente, el gobierno dio una verdadera muestra de todo lo que no hay que hacer, cuando miles de jubilados se amontonaron en interminables colas por todo el país para cobrar. Toda la cuarentena voló por la ventana, poniendo en riesgo justamente al sector más vulnerable, sin haber tomado los recaudos más mínimos para evitar algo absolutamente previsible. Se podría haber dividido el cobro por DNI durante varios días, y se podría haber usado las instalaciones de los bancos privados para multiplicar los lugares de cobro. La verdad, se le podría dar a los jubilados los haberes dignos con 82% móvil que les corresponden, y no tendrían la desesperación que llevó a que miles pongan sus vidas en riesgo por cobrar. Una vez más se prioriza a los bancos por encima de los jubilados, y eso refleja todo lo que está mal.

¿Quién manda? Parte dos. Después vino el fiasco de los sobre precios pagados por el Ministerio de Desarrollo Social al comprar la comida que distribuye a familias y comedores populares. La insólita explicación que ofreció Alberto es que «Arrollo tuvo el dilema de elegir entre alimentar a la gente o pagar estos precios», 50% por encima de los precios máximos fijados por el propio gobierno, porque las empresas se negaban a venderle por menos. ¿Habrá tenido el mismo dilema Larreta cuando compró barbijos a 3000 pesos cada uno? ¿No tiene el gobierno la potestad hacer cumplir sus propias leyes y decretos? ¿O eso es sólo para reprimir trabajadores y humillar jóvenes en los barrios? Cuando se trata de empresarios, la ley es siempre más flexible, porque son sus intereses los que se priorizan.

«Al presidente no le gustó tu tuit». Mientras a los empresarios se les cede en cada todo, a los trabajadores y los jóvenes se les aplica mano dura. La brutal represión que sufrieron los trabajadores del frigorífico Penta en Quilmes por protestar contra 250 despidos fue tan escandalosa que tuvo que salir Berni a decir que «hubo un operativo policial mal diseñado». El despliegue policial y militar con la excusa de hacer cumplir la cuarentena tuvo la consecuencia que advertimos desde la izquierda: detenciones arbitrarias, abusos y torturas en los barrios populares, y en especial contra la juventud. Ahora a esto se suma la persecución del «ciberpatrullaje» que anunció la ministra de Seguridad Sabina Frederic para controlar el «humor social». La primera víctima de este operativo de espionaje ilegal fue Kevin Guerra, de 20 años, que fue detenido por gendarmería en su domicilio. «Al presidente no le gustó tu tuit», le dijeron los gendarmes. Necesitan controlar el humor social porque le temen, porque saben que sus políticas ante la pandemia priorizan las ganancias empresariales y aumentan la miseria popular. Los recursos que no emplean en resolver los problemas de la gente, los usan para intentar disciplinarla.

Los límites del doble discurso. El gobierno mantiene un doble discurso exitista para esconder una orientación que protege ganancias a cuesta de la salud y la economía de la mayoría trabajadora. Ante la salud privada, cede, ante los despidos, saca un DNU que no tiene efectos concretos, ante los recortes salariales y los sobreprecios, claramente cede. Y ante la presión empresarial de flexibilizar la cuarentena, también. Detrás de las curvas del «vamos ganando», se esconde un universo desconocido por la falta de testeo. Mientras tanto, la mayoría se va quedando con menos plata, menos recursos, y acumula bronca. Detrás de los discursos, lo que se empieza a expresar son los reclamos de los que están en la primera línea, de los trabajadores de la salud donde faltan elementos básicos, de sectores de la alimentación, como en Penta, que arriesgan sus vidas trabajando en un sector esencial… solo mientras le convenga al patrón, y luego son echados y reprimidos. Y un panorama similar se avizora en los barrios, donde empieza a faltar la comida. Ningún discurso puede tapar esta realidad. No hay otra, para cuidar la salud y el trabajo, hacen falta medidas socialistas.