Manifiesto reformista afín al gobierno. Por qué “Humanismo o barbarie” plantea un falso dilema

“Humanismo o barbarie” se titula un texto firmado por figuras cercanas al oficialismo(1). Ante el fracaso estrepitoso del “capitalismo de hoy”, proponen algunas reformas pero sin romper los marcos del sistema capitalista. Aquí, nuestro análisis y crítica.

Escribe: Pablo Vasco

Lo primero a señalar es que las ideas de este manifiesto no son exclusivas del ámbito argento: con Nueva York como mortuorio mascarón de proa, la debacle del capitalismo imperialista es tan pero tan rotunda ante el movimiento de masas, que en el mundo entero los capitalistas y sus ideólogos se ven obligados a diseñar variantes de recambio.

Sin embargo, para ganar alguna credibilidad popular, deben deslindarse del naufragio global de la derecha política y del neoliberalismo económico. El manifiesto citado, por ejemplo, afirma que “la crisis humanitaria de la pandemia expresa la decadencia de esta Humanidad, sometida al despotismo del capitalismo real del presente” y que “el capitalismo de la financiarización es un régimen de ciudadanía política vacío de democracia”.

Por lo general, todos estos sectores que critican al capitalismo financiero, salvaje o neoliberal postulan como salida alguna forma de keynesianismo, o sea otra variante de capitalismo: un mayor estímulo a la producción y al consumo que a la actividad bancaria y financiera, una mayor intervención del Estado en la economía y un poco de redistribución para disminuir los insultantes niveles de desigualdad social.

Entre tales sectores se encuentra el Papa Francisco, cuya reciente carta a los movimientos sociales plantea la necesidad de un subsidio o renta básica universal. Y también milita allí Alberto Fernández, quien acaba de declarar que “lo que llegó a su fin es lo que llamo el capitalismo especulativo y financiero” y que “lo que estamos discutiendo es cómo debe ser el capitalismo”(2).

Siempre olmo, nunca peras

Al capitalismo “malo”, el manifiesto oficialista le contrapone como salida genérica “la ruptura con la financiarización -el capitalismo de esta época- para que se inicie un rumbo instituyente de radicalidad democrática, igualdad sustantiva y desarrollo sustentable”. Epa, incluso suena como anticapitalista…
Los problemas comienzan al bajar a tierra en qué consistiría esa “ruptura con el capitalismo de esta época”:

Propone al pasar una “condonación de deudas soberana”. Suena a no pagar la deuda externa, ¿no? Pero omite que el gobierno de AF jamás menciona la palabra condonar y hace exactamente lo opuesto: paga y negocia cómo seguirle pagando al FMI y a los bonistas (los fondos buitres, que son los bancos). O sea, decenas de miles de millones de dólares al capital financiero. El manifiesto cuestiona al capital financiero, ¿pero por qué no propone como primera medida nacionalizar la banca, que precisamente es la única forma de evitar la especulación financiera, impedir la fuga de capitales al exterior y direccionar crédito barato hacia lxs trabajadores y los pequeños productores y pequeños comerciantes? Raro olvido…

Propone “una economía social de patrimonio público, con un peso decisivo de la intervención del Estado, también en la disposición de sus recursos y empresas estratégicas”. Suena a reestatizar los hidrocarburos y los servicios, ¿no? Pero omite que el gobierno de AF hace exactamente lo opuesto: alienta el extractivismo contaminante en Vaca Muerta y en medio de la pandemia declara “esencial” a la megaminería, todas en manos de corporaciones extranjeras a las que además les bajó las retenciones.

Propone que en esa economía “se inserten las empresas del porte que sean y con directorios que tengan respeto por la condición humana”. Y aquí está la irrealidad: ¿en dónde estaría esa economía soberana que no paga deuda externa, reestatiza recursos y servicios, en la que se insertan empresas incluso de gran porte -o sea corporaciones- con directorios humanos? Es muy simple: ¡no existe! Por eso AF discute dentro del capitalismo, sin ninguna “ruptura” ni siquiera discursiva.

Y atención, como socialistas estamos de acuerdo en movilizar en unidad de acción por toda medida parcial que signifique un avance contra el FMI y la estafa de la deuda, por recuperar el petróleo o por reestatizar la luz, el gas o el subte. Pero en vez de proponer luchar por alguno de esos puntos, el manifiesto sólo los alude para propagandizar un modelo ilusorio: un “nuevo humanismo” capitalista, es decir un capitalismo “bueno”. Pero el olmo es siempre olmo y no ha dado, no da ni dará nunca peras.

Contra el capitalismo, ¡socialismo!

La crisis y la recesión mundiales que la pandemia vino a profundizar de un saque, sin duda, van a reconfigurar el orden económico y político existente. En esta selva del sálvese quien pueda, quizás en algunos países surjan tendencias nacionalistas hacia un Estado fuerte. O quizás China cobre mayor protagonismo en la escena internacional, en desmedro de la alicaída Norteamérica. Pero si bien serán cambios importantes a evaluar, no alteran la esencia del sistema dominante: el capitalismo imperialista, basado en la explotación de una clase social por otra y en el saqueo de unos países por otros.

Por eso hablar de “humanismo o barbarie” es, a nuestro juicio, un falso dilema. Si lo que conduce a la humanidad y al planeta a la barbarie es el capitalismo, la única alternativa superadora es un sistema cualitativamente distinto, que implique abolir la explotación y el saqueo: el socialismo. Aunque algunos sueñen con un Plan Marshall o más injerencia del Estado en la economía, siempre será episódico. La tendencia directriz del capitalismo desde hace más de un siglo es a cada vez más explotación laboral, más concentración del capital, más especulación financiera y más depredación ambiental. El PJ y el Frente de Todos ni siquiera hablan del monopolio estatal del comercio exterior, los hidrocarburos y demás fuentes de energía y los servicios públicos, como hubo con Perón en los años ’50. ¡Hasta a la reforma agraria le huyen ya!

La salida de fondo para evitar la barbarie que se avizora es la propiedad colectiva de los medios de producción y cambio, para construir una economía planificada democráticamente en función de las necesidades del 99%. A su vez, se requiere articular los recursos y la matriz productiva de cada país con sus pares a nivel continental e internacional. Y en lo político e institucional, a partir de establecer un gobierno de lxs trabajadorxs y el pueblo, es preciso poner en pie mecanismos de democracia directa para las mayorías y sin privilegios. O sea, lo opuesto a la experiencia totalitaria y burocrática del stalinismo, que usurpó y ensució las banderas del socialismo. La disyuntiva estratégica real es barbarie o socialismo con democracia.

1. Página 12, 5/4/20.
2. Perfil, 12/4/20.