A 150 años del nacimiento de Lenin. El arquitecto de la revolución

El 22 de abril de 1870 nacía en Simbirsk, Vladimir Ilich Ulianov, quién adquirió luego el seudónimo de Lenin. Las lecciones que nos dejó el fundador del partido bolchevique, quién dirigió con Trotsky la revolución rusa y construyó la III Internacional, son imprescindibles para afrontar estos tiempos en que los pueblos se levantarán contra las consecuencias de la pandemia, la explotación y el hambre capitalistas.

Escribe: Gustavo Giménez

Criado en el seno de una familia liberal, su padre fue un inspector de escuelas adherido al movimiento de educación popular de aquellos años y su madre fue una culta maestra, dueña de una pequeña propiedad terrateniente.

Un hecho que en su adolescencia lo va marcar duramente fue el fusilamiento de su hermano Aleksandr Uliánov, acusado por el régimen zarista de pertenecer a una conspiración de la organización populista «Voluntad del Pueblo» para asesinar al zar Alejandro III.

Los primeros pasos

En el año 1887 ingresa a la universidad de Cazán, de la que posteriormente es expulsado por participar en las protestas estudiantiles y termina por correspondencia sus estudios de derecho con notas sobresalientes. En la década de 1890 participa de varios grupos socialistas. En 1893 se instala en Petrogrado donde la obra de Plejanov, el maestro del marxismo ruso, al que visita en Suiza en 1995, lo gana para los postulados del marxismo.

Encarcelado y deportado a Siberia, utiliza su exilio forzoso para estudiar los clásicos del marxismo. Allí se casa con la militante y activista feminista Nadezhda Krúpskaya, quien fuera su compañera de toda la vida. La fundación en 1898 del Partido Obrero Social Demócrata Ruso (POSDR), lo anima a fundar junto a Mártov el periódico Iskra, cuando partió a Suiza luego de cumplir su condena en el año 1900.

El diseño de una estrategia revolucionaria

Luego de enfrentar a los Narodnikis (ultraizquierdistas), dos grandes batallas políticas van a caracterizar al Lenin de estos años. Primero enfrentó a los «economicistas» y a un importante sector de la socialdemocracia, que sostenían que en la semi feudal Rusia había que realizar una revolución democrático burguesa que iba a ser acaudillada por la burguesía liberal. Contra ellos, Lenin tuvo el mérito de señalar que el raquitismo y los lazos de la burguesía rusa con la nobleza y las potencias imperialistas, hacían imposible que esta acaudillará una revolución. Quedaba en manos de los campesinos y los obreros, la pelea por derrocar el régimen zarista y liquidar la propiedad terrateniente de la nobleza.

La otra gran batalla, que se expresó en la publicación del «Que hacer» en 1902 y en la pelea al interior del II Congreso del POSDR en 1903, se refería al tipo de partido necesario para dirigir la revolución y derrotar al zar. Frente a los que, encabezados por Mártov, consideraban que este debía ser una organización de carácter amplio, sin gran disciplina interior, Lenin sostenía que había que crear una organización de cuadros profesionales, que unificara a los distintos grupos del partido detrás de una dirección nacional, que se basara en el centralismo democrático como método de funcionamiento. Fue el nacimiento del partido bolchevique.

El joven Trotsky, que luego encabezó el soviet(1) de Petrogrado en la revolución de 1905, había avanzado más que Lenin en torno al pronóstico de la revolución que se avecinaba en Rusia. Trotsky consideraba que la revolución iba a ser claramente socialista y que la clase obrera iba a convertirse en el caudillo de las masas campesinas, pero no comprendió la necesidad del partido que sostenía Lenin y durante años militó fuera del partido bolchevique.

La primera revolución rusa de 1905 fue, como reconocieron los revolucionarios rusos, un verdadero ensayo de la que triunfó en 1917. En ellas se probaron prácticamente las discusiones en curso. El balance de Lenin de la misma fue que una de sus grandes debilidades consistió en que aún la división entre la fracción bolchevique y la menchevique no era completa.

La guerra imperialista y la revolución

Derrotada la revolución de 1905 Lenin parte nuevamente al exilio y se instala en Finlandia. Mientras duran los años de la reacción zarista, sus historiadores cuentan cómo lejos de intentar conciliar posiciones con el ala menchevique, el gran revolucionario, muchas veces a costa de quedarse solo, insistía en que no podía haber un mismo proyecto partidario como no fuera desarrollando una estrategia y una herramienta política como la que la futura revolución necesitaba.

Cuando en 1914 se desata la Primera Guerra Mundial, el dirigente bolchevique no dudó en caracterizarla como una guerra inter-imperialista, en criticar desde un comienzo la enorme traición de los dirigentes de la Segunda Internacional, que habiendo podido enfrentarla mandaron a los obreros a pelear como carne de cañón de los intereses de su burguesía, y en reclamar una estrategia para la crisis revolucionaria que esta masacre iba a producir, expresada en la tarea de «transformar la guerra imperialista en guerra civil» contra las propias burguesías.

La revolución de 1917

Lenin, que arribó de su exilio en abril, en su discurso frente a los que se habían congregado para recibirlo señaló que era necesario terminar con la guerra. Para ello había que derrocar al gobierno provisional, entregar el poder a los soviets y fundar una república socialista, que expropiara la tierra a los terratenientes y nacionalizara las industrias claves con control de los trabajadores.

Su programa, expresado en las Tesis de Abril, tuvo que enfrentar a las vacilaciones de la dirigencia del partido bolchevique, que claudicaba ante el gobierno provisional. Lenin ganó la batalla, logró que sus posiciones fueran aprobadas y el partido bolchevique puso proa a la toma del poder.

Lenin adoptaba así las posiciones que venía sosteniendo Trotsky. Él y su corriente ingresaron al partido bolchevique reconociéndolo como la herramienta necesaria para dirigir al revolución. Desde ese momento, los viejos adversarios se constituyeron en el equipo de la revolución.

La III Internacional

La guerra del ’14 marcó la crisis definitiva del sistema capitalista y abrió paso a una época revolucionaria. Lenin, como Trotsky, defendía la necesidad imperiosa de crear un partido mundial de la revolución. Rusia revolucionaria fue un faro para los revolucionarios socialistas del mundo. La III, una internacional que llego a tener secciones en muchos puntos del globo, en algunos de ellos grandes partidos con peso en las masas, fue quizás el mayor legado de Lenin a la revolución mundial.

Las últimas batallas

Abrumado por el curso burocrático que Stalin le estaba imprimiendo al partido y al funcionamiento del gobierno, le propuso a Trotsky un acuerdo para enfrentarlo en el seno del Politburó. Esta propuesta no prosperó dado que Lenin sufrió en 1922 un grave brote de la enfermedad que padecía. No obstante antes de morir, llegó a redactar su testamento, que no pudo hacerse público por las decisiones de la burocracia. En él definía claramente a Trotsky como el hombre más capaz para dirigir al partido y clamaba por que se desplazara al «brutal» Stalin de su conducción. El gran revolucionario murió el 21 de enero de 1924. Trotsky continuó con su pelea y fue el encargado de mantener vivas sus ideas y las del marxismo revolucionario.

Su legado

El estalinismo, que se afirmó fruto de una contrarrevolución, destruyó primero al partido de Lenin, luego las conquistas de la revolución rusa y a la III Internacional. La caída de la burocracia encontró a millones enfrentando y derrotando las monstruosidades de sus dictaduras, lo que sumado a la debilidad extrema del trotskismo para convertirse en una alternativa revolucionaria, generó una enorme confusión en las masas y la vanguardia de esos países y del mundo. Parte de esas confusiones fueron igualar al partido de Lenin con las aberraciones del régimen estalinista.

Tres décadas después, cuando la humanidad está atravesando uno de sus momentos más difíciles, enfrentando una pandemia producto del desequilibrio ecológico en que el capitalismo ha metido al planeta, cuando la economía mundial está al borde del crack y se avecinan duras batallas, las enseñanzas de Lenin tienen más vigencia que nunca. Para que las luchas revolucionarias triunfen, hace falta un partido mundial como el que diseñó Lenin. Los socialistas del MST en el FIT-U, como parte de la construcción de la LIS, estamos jugados a contribuir con todas nuestras fuerzas a esa tarea.