Luciana: «Orgullosos de ser antisionistas»

El 1° de julio, la Legislatura cordobesa aprobó la definición de antisemitismo que promueven Israel y EE.UU. El peronismo y el macrismo votaron a favor. Aquí la firme intervención opositora de nuestra diputada.

Se nos dice que esta ley tiene el objetivo de combatir la hostilidad y la violencia a las que nos llevan los prejuicios y la intolerancia y, en verdad, quién podría estar en contra de eso; incluso, algún legislador desprevenido, que no leyera a fondo este proyecto, podría aprobarlo, como lamentablemente ha pasado en otros recintos sobre este tema.

Pero, desde la autoridad que me da ser parte de un espacio político que históricamente ha repudiado y combatido al racismo, y en particular al nazismo, les digo con claridad que esta ley es lo opuesto a combatir la intolerancia, la violencia, los prejuicios y el antisemitismo.

Como ya se dijo, esta ley define que «las manifestaciones físicas y retóricas de antisemitismo se dirigen a las personas judías y no judías, y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto». Y, más allá de las explicaciones que ensayaron sobre cuáles serían las instituciones, está claro, con esta definición, que si alguien critica al Estado de Israel es considerado antisemita.

Tal como dije ayer en la comisión, nosotros somos muy claros: una cosa es ser antisemita y otra muy distinta es ser antisionista. Nosotros no tenemos problemas en definirnos como antisionistas, estamos orgullosos de serlo, porque el sionismo no es la expresión del pueblo judío, sino la encarnación, en Medio Oriente, de lo peor del capitalismo imperialista en los últimos 150 años.

El sionismo surgió, supuestamente, como respuesta al antisemitismo de los gobiernos europeos. Sin embargo, pregona la idea racista de que los judíos no pueden convivir con otros pueblos y que, por eso, necesitan su propio Estado.
Con la famosa falacia «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra», plantean la negación absoluta del pueblo palestino, que llevaba siglos viviendo, trabajando y produciendo en esas tierras.

A partir de la creación del Estado de Israel, en 1948, el sionismo utilizó uno de los ejércitos más armados del mundo para perseguir, masacrar y desplazar a las poblaciones nativas de sus tierras.

Estos métodos, que no tienen nada que envidiarle a los que utilizó la Alemania nazi contra los judíos, han ocasionado que, hoy, más de 5 millones de palestinos vivan en condiciones infrahumanas en campos de refugiados.

Todo esto con el financiamiento de Estados Unidos, que gira millones de dólares, año tras año, para fortalecer el aparato militar, este verdadero enclave colonial que defiende los intereses imperialistas en toda la región.

El nivel de racismo es tal que la Constitución israelí es la única en el mundo que reserva el derecho de autodeterminación sólo a los judíos, excluyendo de la categoría de ciudadano a todo aquel que no sea judío, y consolidando el apartheid al que viene sometiendo la población palestina desde hace más de 70 años.

Por eso no podemos avalar, de ninguna manera, esta definición que al hablar de las instituciones judías abre la puerta a calificar de antisemita cualquier declaración o acción contra la DAIA, el Parlamento o el Estado de Israel. Y, de esa manera, después perseguir y sancionar a estas personas críticas.

El sionismo mundial, históricamente, ha perseguido a todos aquellos que en todas partes del mundo levantan la voz contra sus crímenes. Incluso en nuestro país, desde antes de la existencia de esta ley, hay antecedentes de persecución a organizaciones de izquierda por el simple hecho de manifestarse frente a la embajada de Israel. Pero lo que hoy se está votando le da aún más elementos para avanzar en esa persecución. No es un invento mío, ni es una interpretación caprichosa.

Tengo en mis manos un comunicado de la Organización Sionista Argentina y, en el último párrafo -lo voy a leer textual- dice: «La normativa que el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto ha instituido con la adopción de la definición de antisemitismo establecido por la IHRA nos brinda una nueva herramienta para llevar ante la Justicia a quienes, desde sus palabras, manifiestan odio a los judíos, al sionismo como movimiento de liberación y autodeterminación del pueblo judío, y a Israel como Estado judío». Más claro imposible.

Concretamente, si esta aberración se aprueba cualquiera de los que nos hemos pronunciado en contra de los bombardeos en la Franja de Gaza, contra las masacres, las torturas y todas las aberraciones cometidas cotidianamente contra el pueblo palestino, podríamos ir presos. En verdad, el rechazo al Estado de Israel está creciendo cada vez más, van a tener que pensar, incluso, en armar una fiscalía especial para tratar todos estos casos.

El lobby sionista avanza, y en nuestro país su principal representante es, nada más y nada menos, que el presidente Alberto Fernández, que luego de reunirse con el derechista Netanyahu, se comprometió a impulsar este proyecto que no tiene nada de ingenuo. De hecho, se inicia esta campaña en todas las instituciones del país justo en el año en el que Trump, junto con Israel, han firmado el llamado Acuerdo del Siglo, que no es otra cosa más que una presentación unilateral de las condiciones de rendición para el pueblo palestino que, evidentemente, no ha podido participar de toda esta discusión.

Fíjense qué despropósito, justo hoy que nosotros estamos discutiendo esto, Israel avanza en la anexión de gran parte del territorio de Cisjordania, liquidando por completo la falsa propuesta de dos Estados que tanto habían propagandizado. Es tan brutal la avanzada de Israel que hasta incluso referentes políticos que siempre habían apoyado al Estado han salido a condenarlo.

En Israel hay más de 6 mil presos políticos, 350 niños y niñas cuyo único crimen fue no someterse a las imposiciones del Estado de Israel. Todos son torturados sistemáticamente; sometidos a juicios en hebreo con Cortes militares, sin derecho a la defensa; les confiscan sus tierras; les demuelen sus hogares, les quitan sus propiedades; los separan de sus familias; los persiguen, maltratan, los masacran; es completamente inhumano.

Entonces, ¿de qué pluralidad nos hablan?, ¿de qué tolerancia? La única salida plural y tolerante, realmente democrática y humanitaria, es la destrucción del Estado genocida de Israel y la construcción de una Palestina libre, laica, democrática y no racista, donde puedan convivir todos los pueblos como, de hecho, lo pudieron hacer durante muchos años.

Por eso, me permito sugerirle a la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto que, si realmente quiere mantener viva la historia del Holocausto, empiece por condenar a quienes hoy cometen crímenes tan espantosos como aquéllos. Y si realmente quiere combatir al antisemitismo, tenga en cuenta que muchos de los antisemitas están justamente en el propio Estado de Israel, que persigue, hostiga y masacra a pueblos semitas por prejuicios religiosos y también por intereses económicos.

No vamos a permitir que, utilizando a las víctimas de ayer, se justifiquen atrocidades cometidas hoy contra el pueblo palestino. Este proyecto busca justamente eso: legitimar esas barbaridades y perseguir a quienes las denunciamos.

El «Che» una vez les dijo a sus hijos que fueran capaces de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Como militante, no puedo menos que honrar, con cada una de mis acciones, esas palabras.
Por eso, hoy, no cuenten con mi voto en este proyecto.