90 años del golpe de Uriburu y la impotencia de la burguesía “nacional”
Escribe: Carlos Carcione
El 6 de septiembre de 1930 se produce el primer golpe de Estado en la Argentina moderna. Un movimiento militar encabezado por el Teniente General José Félix Uriburu derroca a Hipólito Irigoyen, presidente electo por voto “universal”, aunque limitado solo a los hombres. El dirigente Radical había sido elegido dos años antes para un segundo mandato de seis. El golpe daría origen a la llamada “Década Infame”, un periodo de gobiernos “civiles” elegidos a base de fraudes monumentales. Se iniciaba así una fase de participación directa de las fuerzas armadas como árbitro en los conflictos en la clase dominante y su relación en la disputa interimperialista, incluso en algún caso, para intentar derrotar el ascenso obrero cuando los mecanismos de la democracia burguesa son insuficientes. Entre 1930 y 1976 se dieron seis golpes militares triunfantes, todos ellos con fuerte impulso, acompañamiento y apoyo civil, empresario y clerical y con el programa de la burguesía local. El último de este ciclo es el que lleva al llamado Proceso de Reorganización Nacional que dio origen a la dictadura genocida instalada en marzo de 1976. “Proceso” que fue derrotado revolucionariamente por el movimiento de masas en 1982, luego de haber desaparecido y asesinado a 30.000 luchadores y de haber llevado a la derrota en la Guerra de Malvinas.
En la caracterización del golpe de septiembre de 1930 y en la dinámica del proceso histórico que abrió, se encuentran las claves de la decadencia burguesa del país y de la imposibilidad de encontrar un proyecto nacional liderado por ese sector social, en síntesis, de su fracaso como clase dirigente independiente. Por eso no se trata de una simple curiosidad histórica anclada en el pasado. Por el contrario fue colocado en la agenda de actualidad por las declaraciones del ex presidente provisional Eduardo Duhalde en los últimos días de agosto de este año. Duhalde, frente al momento de crisis potencialmente explosiva que atraviesa el país, agitó el espectro del golpe como chantaje a los partidos burgueses frente a la perspectiva del estallido de la crisis, definió al país como campeón en golpes de estado, y reculó cuando percibió el impacto de terror que causó en las elites argentinas y los comunicadores que hacen la vocería de esa elites salieron a acusarlo de loco. Pero más allá del ataque psicótico en el que se excusó el propio Duhalde, refleja la memoria de la clase dominante Argentina de que es capaz de recurrir a una represión despiadada para imponer sus salidas, aunque hoy le de pánico incluso escuchar a algunos de sus dirigentes políticos decirlo en público. En realidad no hay una burguesía democrática y otra golpista, hay una clase social privilegiada incapaz de poner en pie un proyecto nacional pero que no está dispuesta a perder sus privilegios. El golpe del 6 septiembre de 1930 y los otros que se dieron durante el Siglo XX fueron un recurso que utilizó periódicamente sólo cortado por la revolución democrática de 1982.
La crisis del 29, el golpe y el proyecto burgués
El golpe dirigido por Uriburu se da en el contexto de la gran crisis capitalista mundial de 1929 que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial. Esa crisis aceleró las disputas interimperialistas, sobre todo entre el Reino Unido en decadencia acelerada y el ascendente imperialismo norteamericano. El impacto de una de las crisis más imponentes del sistema capitalista pegó de lleno en el país; ya para enero de 1930, meses antes del golpe, se desplomó el precio internacional de los granos, la principal fuente de ingresos del país. Esta situación agudizó la presión de la burguesía hacia el gobierno de Yrigoyen, acusándolo exagerada y falsamente de favorecer a las masas más desposeídas y a los trabajadores. Milciades Peña, joven militante trotskista e historiador ad hoc, describe la situación de la siguiente manera en su trabajo Historia del Pueblo Argentino:
“La crisis del capitalismo que tuvo lugar tras el crack bursátil de Nueva York, en 1929, trajo aparejada una caída de los precios internacionales de las materias primas, y esto significó un duro golpe para la economía Argentina y su modelo agroexportador.
Yrigoyen, el primer jefe de Estado electo por el voto universal y secreto, consagrado por la Ley Sáenz Peña en 1916, cumplía su segundo mandato y su autoridad comenzó a ser seriamente cuestionada por sectores sociales y políticos que creían que el Ejército debía hacerse cargo de la situación.
Así, diarios como La Nación, La Prensa y Crítica -propiedad del empresario Natalio Botana- iniciaron una campaña de desprestigio contra el gobierno y la figura del viejo caudillo popular.
Se acuñó, en los días previos a la asonada, el mito de que a Yrigoyen sus acólitos “le hacían un diario” en el que le contaban una realidad a su medida. Sin embargo, se trató de una mentira difundida por la prensa opositora, interesada en mostrar al presidente como un hombre confundido y senil…
…Bajo el amparo de los sectores terratenientes, que veían con preocupación que ante la crisis el gobierno tomara medidas que pusieran en riesgos sus intereses, los militares pusieron en marcha la conspiración.
Desde un comienzo se vislumbraron dos posturas claras en el movimiento golpista: los que pretendían instaurar un Estado fascista y corporativo al estilo del que regía en Italia con Benito Mussolini y los conservadores que soñaban con volver al régimen político anterior al de 1916, caracterizado por el fraude electoral.
Los que soñaban con un Estado corporativo se identificaban con Uriburu y estaban inspirados en las ideas que proclamaba el escritor Leopoldo Lugones, en tanto que los conservadores se aglutinaban detrás de la figura del general Agustín P. Justo.
El sábado 6 de septiembre de 1930, una partida de cadetes del Colegio Militar marchó sobre Buenos Aires y desalojó de la Casa de Gobierno al vicepresidente Enrique Martínez, en ejercicio del Poder Ejecutivo, ya que Yrigoyen se encontraba de licencia por enfermedad.
No obstante, el presidente fue apresado y llevado a la isla Martín García; Uriburu asumió la presidencia dos días después, y el 10 la Corte Suprema emitió una sentencia que convalida el golpe en una abierta violación a la Constitución Nacional.
El régimen naciente de ese hecho ilegal impuso una fuerte censura, estado de sitio, ley marcial, intervino las universidades y las provincias, con excepción de Entre Ríos y San Luis.
En lo económico, ante la necesidad de afrontar compromisos externos, tomó créditos con entidades financieras internacionales y aplicó fuertes reducciones del déficit fiscal.”
La Década Infame y el paréntesis del primer peronismo
La disputa entre los corporativistas de Uriburu y los conservadores de Agustín P. Justo, ambos generales, se resolvió dos años después del golpe con la salida de Uriburu del gobierno y la convocatoria a elecciones que inauguró el periodo de los gobiernos del “fraude patriótico”, la manipulación de las elecciones con el adicional de prohibir la participación de los radicales Yrigoyenistas. El procedimiento reconocido por los dirigentes de los partidos del fraude se apoyaba en un argumento directo y simple, evitar el triunfo del radicalismo o de los socialistas. Pero el fraude electoral de los conservadores tenía el objetivo de servir al imperialismo inglés, así lo demostró el Senador por Santa Fé Lisando De La Torre, que produjo una investigación que develaba una estafa colosal contra el país y contra la incipiente industria local, por parte de los frigoríficos ingleses que monopolizaban la exportación de carne enfriada. De esta época también es el pacto Roca-Runciman, conocido así por el vicepresidente de Justo e hijo del genocida de la “conquista del desierto”, y el ministro de exteriores de Inglaterra. Este acuerdo significaba una cesión de soberanía económica hacia el Reino Unido superior a la de sus propias colonias. Los preparativos y el estallido de la Segunda Guerra, aisló al país y a pesar de la pusilanimidad su clase dirigente comenzó un proceso de industrialización relativa y la creación de algunos organismos estatales de regulación de la producción y la economía. De este proceso son el Banco Central, la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carnes, Fabricaciones Militares y Altos Hornos Zapla, etcétera y con el proceso de industrialización se produjo el desplazamiento de la población rural a las grandes ciudades.
La disputa interimperialista una vez finalizada la Segunda Guerra quedó resuelta a favor de Estados Unidos. Inglaterra en el bando de los triunfadores pero agotada por el esfuerzo de guerra junto con Europa en pleno proceso de reconstrucción no tenía energías para disputar con éxito al imperio emergente. Y relacionado con el avance a nivel mundial de la hegemonía estadounidense, se produce el golpe de 1943 que abriría paso al surgimiento del movimiento político que marcó al país desde la segunda mitad del siglo XX en el país, el peronismo.
La experiencia del primer peronismo es un paréntesis de relativa independencia apoyada en el movimiento de masas. Con una dirección política conservadora con fachada nacionalista y un apoyo político y de las estructuras sindicales obreras da paso, al decir de Trotsky al caracterizar al gobierno de Lázaro Cárdenas en México, a un régimen bonapartista sui generis que maniobra frente a la ofensiva del imperialismo ascendente estimulando y controlando desde arriba la movilización de los trabajadores y el movimiento de masas. Recostado sobre el viejo dominio del Reino Unido y tratando de resistir el impulso yanqui maniobra en un período convulsivo en el que se agrega el protagonismo de una joven clase obrera de segunda generación. Pero Perón, la dirección política del movimiento y los sectores burgueses y burocráticos que lo sostuvieron, no fueron capaces de romper o no quisieron enfrentar la ofensiva imperialista que derivó en el golpe del 16 septiembre de 1955 y abrió paso al dominio de Estados Unidos en el país, dejaron resistiendo sola a la clase obrera mostrando la incapacidad de la burguesía para llevar adelante un verdadero proceso de independencia nacional. En este periodo se completa la centralidad yanqui, y cualquier medida de un gobierno que buscara tímidamente regular sus negocios en el país terminaba con un golpe, así sucedió el 29 de marzo de 1962 con el derrocamiento de Arturo Frondizi, y el del 28 de junio de 1966 cuando se terminó con el gobierno de Arturo Illia.
El golpe del 76 y la revolución democrática
La relativa estabilidad que había logrado el sistema capitalista mundial desde finalizada la Segunda Guerra se quebró durante la década del ’60. Nuevas revoluciones y la maduración de una crisis económica que se presentaría entre finales de los ’60 y principios de los ’70. La Revolución Cubana, el ascenso mundial cuyo epicentro fue el Mayo Francés y la derrota de Estados Unidos en Vietnam desestabilizan los pactos de Yalta y Potsdam, entre tanto la crisis de los petrodólares marca el agotamiento del modelo de extracción que a un alto costo había logrado imponer el imperialismo yanqui y que imperaba desde los ‘40.
En el país la resistencia obrera a la Revolución Libertadora, una lucha más o menos abierta o sorda, deriva en el Cordobazo y abre una etapa de luchas obreras y populares que culminarían con el retorno de Perón al país. Un Perón que había utilizado la potencia de la “juventud maravillosa”, las formaciones especiales, pero sobre todo el ascenso obrero, para negociar su regreso con una dictadura militar herida de muerte por una sucesión de semi insurrecciones urbanas de las cuales el Cordobazo es el símbolo más destacado. Ese Perón, que ya no era el de la resistencia o roces con el imperialismo, fue aceptado por una burguesía que había perdido el control y recurrió a él, “el león herbívoro” como lo llama el último dictador de la llamada Revolución Argentina Agustín Lanusse, para detener el ascenso obrero y popular.
La muerte de Perón, el ascenso obrero y popular, el espiral de enfrentamientos armados, aislados de la voluntad de los trabajadores, y el cansancio de un sector de la sociedad de esa violencia, deciden a la burguesía y al imperialismo a dar el golpe del 76. El último del ciclo abierto por el que el General Uriburu dio del 6 de diciembre de 1930.
La decisión de adaptar el país a las nuevas condiciones de la explotación capitalista y de la extracción imperialista, dio la dimensión de la contrarrevolución que la dictadura encabezada por Videla debía ejecutar con métodos de guerra civil. La actuación como fuerza de ocupación en un país invadido, la desaparición y ejecución de 30.000 luchadores, el 66% de ellos activistas o dirigentes obreros de base, en su mayoría muy jóvenes, apuntaba a la liquidación de toda memoria de lucha. Pero estalló la primera crisis de deuda externa de este periodo y derivó en una crisis bancaria, con la quiebra del Banco de Intercambio Regional (BIR) en 1980, y esa crisis abrió la puerta a la recomposición del ascenso obrero y popular que se pudo expresar en la huelga general del 30 de marzo de 1982 convocada por una de las dos CGT en las que estaba dividida la organización sindical, encabezada por Saúl Ubaldini. Dos días después, el 2 de abril de 1982, la Junta de gobierno integrada por las tres fuerzas armadas intenta el operativo de recuperación de las Islas Malvinas, con la ilusión de ganar base social popular y extender indefinidamente su gobierno. Poco más de dos meses después el 14 de junio una cúpula irresponsable, cobarde, inoperante y asesina se rendía, ante el ejército inglés, dejando más de 650 soldados nacionales muertos y 1082 heridos.
Al conocer la rendición millones que habían apoyado la recuperación de las islas, se movilizaron en todo el país exigiendo la caída de la dictadura. Una verdadera revolución democrática que el 18 de junio logra la renuncia del presidente de la Junta Militar Leopoldo Galtieri y que se disuelva la Junta. Sólo 15 días después asume con el compromiso de convocar elecciones inmediatamente el General Reynaldo Bignone, nombrado sólo por el Ejército. El ciclo de golpes triunfantes que se inició en 1930 se cerró con este triunfo revolucionario sobre las Fuerzas Armadas y la prueba palpable de la incapacidad de la burguesía local para desarrollar un proyecto nacional. Lo que siguió es otra historia.