Primaria de jóvenes y adultxs: la escuela sin derecho

Lxs postergadxs

Si buceamos en la realidad de la Escuela Primaria de Jóvenes y Adultxs (EPJA), veremos el exponente por excelencia de la vulneración constante de los derechos de los sectores más empobrecidos de nuestro país, pero por sobre todo el derecho a la educación.

Así es incluido y nombrado en todos los documentos y lineamientos del sistema educativo donde la demagogia -discursos de los funcionarios de turno- compran conciencias nombrándolo con “orgullo”. Situación que nos deja ver lo incómodo que le resulta al Estado visibilizar esta realidad: hubieron niñxs que no han podido acceder al derecho inalienable de ir a la escuela porque hay una realidad que no conviene atender.

La “desescuela”

Para entender este cercenamiento es importante ver qué nos dice la Ley Educación Nacional (LEN) en el artículo 4: “El Estado nacional, las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tienen la responsabilidad principal e indelegable de proveer una educación integral, permanente y de calidad para todos/as los/as habitantes de la Nación, garantizando la igualdad, gratuidad y equidad en el ejercicio de este derecho, con la participación de las organizaciones sociales y las familias.” [1]

Lamentablemente, y contrario a lo que establece la norma, en la realidad de las EPJA hay una gran deuda.

Solo para ejemplificar algunas de las falencias que tiene la EPJA: en la Provincia de Buenos Aires, ninguna tiene edificio propio. La mayoría funcionan en espacios barriales, sociedades de fomento, comités de partidos políticos, espacios culturales, etcétera.

En éstos Centros de Educación de Adultxs (CEA) se cuenta como recursos materiales los que puede ofrecer el espacio, el resto corre por cuenta de docentes y buenas voluntades de los estudiantes que hacen esfuerzos descomunales para conseguir pizarrón, sillas, tizas, y en la mayoría de los casos lxs mismxs docentes es quien se encarga de comprar una merienda para que lxs estudiantes puedan compartir algún alimento y así estar en condiciones de aprender.

Y sumamos a esta realidad que los grupos que se conforman son integrados con todos los niveles: imaginemos un espacio reducido con 15 personas en las que se encuentran todos en diferentes estadíos de la escuela primaria, desde las personas que empiezan a alfabetizarse hasta quienes están por terminar la escuela.

Un espacio y muchas historias

Lxs estudiantes en general son personas adultxs y adultxs mayores, que han migrado de otras provincias o de países cercanos al nuestro y se asentaron en villas de emergencia del conurbano bonaerense o de CABA, en busca de un lugar para vivir o sobrevivir con la ilusión de un trabajo o alguna changa. Ellxs cuentan que han nacido y crecido en zonas rurales donde llegar hasta la escuela a kilómetros de sus hogares, exige un gasto y un esfuerzo difícil de cumplir y en muchos casos se suman al trabajo de la cosecha por ser muy apreciadxs ya que ellxs mismos cuentan que lxs niñxs al tener manos pequeñas se recoge mejor los frutos de la tierra y es por eso que los terratenientes los buscan para el trabajo en sus campos y así abandonan la débil posibilidad de ir a la escuela.

Entonces, con los años, llega el momento que por alguna razón se acercan a la escuela con la vergüenza de la condena social, como si ya no hubieran pagado un costo muy alto por algo que debía estar garantizado en la niñez, y con ese peso social deciden buscar un espacio de aprendizaje.

También están lxs adolescentes y jóvenes que han quedado excluidxs de la escuela primaria de niñxs por diferentes necesidades que debieron cubrir en sus hogares cuestiones  como el cuidado de lxs más pequeñxs, trabajar o cartonear; y en otros casos por tener alguna capacidad diferente.

Vemos entonces que la historia de alguna manera con las nuevas generaciones se va repitiendo.

 

Uniendo cabos

Así es como el docente de la EPJA trabaja, conteniendo la realidad de lxs estudiantes, armando redes barriales, llevando la administración del espacio de la escuela, sin recursos humanos como equipos de orientación, auxiliares, etcétera, así como tampoco ningún tipo de recurso material, todo esto queda totalmente en manos del docente a cargo del Centro de Adultxs (CEA)

Entonces, si reflexionamos y sentimos esta realidad, las escuelas de adultxs como responsabilidad del Estado y el sistema educativo, no son más que  la reproducción constante de la pobreza y del olvido.

 

¿Cómo seguimos en cuarentena?

Si existe este escenario en tiempos de la “normalidad anterior”, imaginemos en qué situación están hoy estudiantes y docentes en el contexto del Aislamiento Social y Obligatorio (ASPO). Lxs docentes hacemos lo imposible para poder comunicarnos con lxs estudiantes que en su mayoría, no cuentan con internet fija, apenas un celular por familia, muchos no saben leer y escribir, y por ende no manejan las últimas tecnologías y aplicaciones, entonces la pregunta  que surge es ¿cómo alfabetizar en este contexto?.

Lxs docentes hacemos “malabares” para al menos mantener la comunicación, compañeros y compañeras que sólo contaban con un celular, sin herramientas materiales como cuadernillos impresos y debemos dar clases individuales por video llamada, los que nos lleva a trabajar entre 10 y 12 horas diarias para que nuestrxs estudiantes no sean “expulsados” una vez más del sistema. Tampoco recibimos bolsones de alimentos en ninguna EPJA, y sin recursos humanos como equipo de orientación que nos acompañe a acompañar y, en muchos casos, nos limitamos a contener, buscando herramientas para que nuestrxs estudiantes puedan garantizarse lo básico de la vida: alimentarse, acceder a atención médica, acompañarlxs en que sus hijxs o nietxs no abandonen las escuelas. Los procesos de aprendizajes, entonces, están totalmente interrumpidos.

 

Hacia un cambio de modelo.

El artículo 4º de la LEN nos da claridad y marco legal: exigimos al Estado que garantice la tecnología, el “aula virtual” y el recurso humano para que se lleve a cabo la continuidad pedagógica.

Que los estudiantes de la EPJA son parte del sistema educativo y deben tener garantizadas las bolsas de alimentos, los cuadernillos impresos. Exigimos también que de una vez por todas el Estado asuma la responsabilidad de los derechos vulnerados en la infancia y repare transfiriendo los recursos necesarios a la EPJA.

Esta realidad deja en evidencia el cambio profundo que debe dar el sistema de educación hacia un nuevo modelo educativo en nuestro país que tiene que ser debatido en un Congreso Pedagógico, al que exigimos al gobierno que convoque, con lxs integrantes de todas las comunidades educativas que son quienes están empapadxs de la realidad y las necesidades de las escuelas públicas.

Julieta Bottoni – Docente de EPJA San Isidro

[1] Ley N° 26.206, 2006