Argentina: capital mundial de transgénicos

El gobierno argentino autorizó el uso de la variedad transgénica de trigo HB4 de la empresa biotecnológica Bioceres. Especialistas y activistas ambientales advierten sobre los efectos nocivos sobre el ambiente y la salud.

Gaston Baldomir

No es fake news, Argentina se convirtió en el primer país del mundo en aprobar la comercialización de la semilla de trigo transgénica HB4. El anuncio fue festejado por todo el lobby empresarial del agronegocio y los medios de comunicación aliados. La aprobación forma parte de la agenda agroindustrial 2020-2030 anunciada hace semanas atrás por el propio presidente Fernández.

El trigo transgénico es impulsado por el grupo Bioceres, fundada en 2001, mayor distribuidor de semillas transgénicas en el país y  el resto del continente. El centro de investigaciones biotecnologías es financiado por empresario agroindustriales, entre ellos Hugo Sigman (presidente del grupo Grupo Insud, posee una fortuna de más de dos mil millones de dólares, según la revista Forbes), Gustavo Grobocopatel (presidente del grupo agroindustrial “Los Grovo” y según dio a conocer su empresa factura más de mil millones anuales) y Victor Trucco que preside la presidencia Aapresid.

Según fuentes oficiales de la empresa, el desarrollo fue en conjunto con la francesa Florimond Desprez y señalan que se trata de una variedad que «confiere tolerancia a la sequía y tolerancia al herbicida glufosinato de amonio».

A pesar de que ningún país del mundo ha dado el visto bueno a la importación de trigo transgénico, las expectativas están puestas en que Brasil sea el primero en aceptar la importancia de la semilla y se inicie un acelerado proceso de producción que daría una ganancia enorme a sus proveedores y el tan ansiado “ingreso de dólares” que solicita el gobierno de Fernández.

Las críticas de números científicos, activistas ambientales, organizaciones y sectores políticos de izquierda no tardaron en aparecer. En un entrevista realizada por el medio digital LaVaca[1],el medico e investigador Damián Verzeñassi (ISS-UNR), señaló que “leo esta medida como la consolidación de un rumbo dentro del gobierno actual que sigue la misma línea del gobierno anterior: no hay ninguna grieta…El macrismo no se animó a aprobarla porque económicamente no le cerraba el número: sabía que sólo era una ganancia para Bioceres pero iba en detrimento de la producción del país porque no se la iba a poder vender a nadie. No hay ninguna posibilidad de que este trigo resistente a herbicidas sea autorizado en ningún otro país del mundo que no tenga destino a la dependencia absoluta. ¿Dónde está la soberanía alimentaria de la que hablaron?”.

Experimento a cielo abierto

Existe un dicho español que dice “cuando el río suena, piedras trae” y algo de eso sucedió tras la publicación en Boletín oficial sobre la autorización del trigo transgénico HB4 que es resistente a dos de los peores venenos usados en la industria alimentaria: glifosato y al glufosinato de amonio y por eso se debe su resistencia a la sequía. El ruido es tan abrumante que incluso alertó a sectores afines ideológicamente a los transgénicos. Las investigaciones realizadas por Andres Carrasco[2], fallecido en el año 2014, han demostrado que el glufosinato es aún peor que glifosato. Tras varias pruebas en laboratorio con ratones detalló los efectos letales del pesticida usado en el sembrado de cereales: convulsiones, muerte celular en el cerebro. Afectación a  las crestas neuronales.

Tras darse a conocer esas publicaciones fue fuertemente perseguido por el Lino Barañao, Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva entre 2007 y 2018. Y en el año 2011 la agencia Wikileaks dio a conocer que la Embajada de Estados Unidos en Argentina lo espiaba por sus investigaciones sobre los efectos del  uso glifosato.

Los hechos concretos de la realidad le han dado la razón al doctor Carrasco por eso la multinacional y contaminante Bayer (segundo productor pesticidas del mundo) dejó de comercializar pesticidas en la Unión Europea por la cantidad de investigaciones que señalaban su peligrosidad para la vida animal y humana. Pero llamativamente aumento sus exportaciones a nuestro país ya que no hay ninguna prohibición.

Es decir, el uso de venenos para conseguir dólares se trata de una política de Estado y no de las legislaciones de un gobierno de turno. Desde el ingreso de la soja transgénica en nuestro país, en 1996, cada gestión gubernamental se ha encargado de profundizar aún más la lógica productiva transgénica. La supuesta grieta política se desvanece en el aire, la hoja de ruta para conseguir divisas extranjeras es una sola: dar garantías a las multinacionales y extender el envenenamiento sobre los pueblos.

Unidad interseccional contra el Estado ecocida

Nuestro país vive uno de las mayores crisis ambientales de la historia moderna. Los incendios de bosques nativos, humedales, montes y parques nacionales ya afectaron a más de 14 provincias y la perdida de flora y fauna ya se ha vuelto algo imposible de estimar. El acuerdo porcino con China sigue siendo un peligro a futuro y por ahora no hay señales de que el gobierno nacional pretenda retroceder. Ambos hechos no son aislados, son síntomas del actual modo de producción capitalista que privilegia las ganancias ante todo.

El panorama avizora un ascenso de la política extractivista en el país y la plena unidad entre las viejas fuerzas políticas para llevarlo adelante y garantizar los negociados a sus amigos empresarios y de ese modo obtener un beneficio. Por eso aún no hay Ley de Humedales y a excepción de la izquierda ninguna otra fuerza política quiere declararlos bienes intangibles. Mientras que por otro lado avanzan con la privatización de espacios públicos como Costa Salguero en CABA donde Larreta sigue garantizándole mayores rentabilidades a los especuladores inmobiliarios.

El extractivismo recargado[3] solamente puede frenarse con la mayor unidad interseccional, debates democráticos entre quienes coincidimos que todo el régimen político argentino es ecocida y que su esencia es garantizar los negociados de las multinacionales. La confluencia en la diferencia se vuelve una necesidad y la mejor posibilidad para conquistar plenos derechos. No podemos esperar nada de los que nos trajeron hasta este estado de situación. Necesitamos poder decidir qué, cómo, con qué se produce, la transacción a la agroecología solamente es posible con reforma agraria, una real soberanía alimentaria implica dejar atrás los venenos y mantener control absoluto sobre todo el sistema productivo. Son ellos o nosotros.

Las y los que bregamos por un mundo ecosocialista estamos dispuestos a poner todo nuestros esfuerzo en ese sentido, incluso ya lo venimos haciendo. Por eso el próximo 11 de Octubre desplegaremos toda nuestra fuerza militante en la enorme jornada Plurinacional por lo territorios y contra el extractivismo. Porque partimos de una clara certeza: no tiempo que perder, no hay planeta B.

 

[1] https://www.lavaca.org/portada/republica-transgentina-hasta-en-el-pan-aprobaron-el-trigo-transgenico-pero-hay-dudas-sobre-si-lograra-ser-impuesto/

[2] Fue presidente del CONICET  y director del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA. Su compromiso con lo público lo llevo a investigar los efectos del glifosato en la salud humana y a denunciar su utilización en nuestro país con aval del Estado.

[3] https://as.mst.org.ar/2020/09/30/debates-en-el-movimiento-socioambiental-el-extractivismo-no-recapacita/