Sin vacunas para todxs. Se viene la segunda ola
Los casos de Covid-19, que venían transitando una alta meseta, comenzaron a crecer. La ministra y los asesores del presidente hablan de que la segunda ola es inevitable. Más que nunca necesitamos un cambio de rumbo en la política sanitaria y social.
Escribe: Gerardo Uceda
Alberto Fernández ya reconoció que afrontaremos la nueva contingencia con una escasez marcada de vacunas, encima con el riesgo de nuevas cepas mutantes de países vecinos y que no nos queda otra que el autocuidado. Perolas empresas de turismo se encargaron de asegurar que no haya restricciones para la Semana Santa. Y la política aperturista en general seguirá sin cambios sustanciales. Resulta más imprescindible que nunca anular las patentes sobre las vacunas para multiplicar su producción y destinar todos los dólares y recursos económicos al servicio de afrontar ésta segunda ola.
Desde hace más de un mes que los contagios vienen aumentando de manera paulatina, a nivel nacional el aumento ronda el 11% en forma semanal, en algunas provincias como Mendoza, Santa Fe y Tucumán llega al 20%. Es por eso que los asesores del presidente y la propia ministra Vizzotti ya salen a advertir que la segunda ola sería inevitable. La marea aún no subió en ese sentido, mas la ocupación de camas ronda el 59% en la zona metropolitana y hay provincias como Neuquén y Rio Negro que están en el 80%.
Con más de 8 mil casos diarios y 150 muertes la discusión no se limita a si la ola llegará en 4 semanas como opinan unos o en 2-3 meses según otros. Está también el problema de las variantes mutantes como la del Reino Unido y la de Brasil que son más contagiosas aún y que podrían escapar a la inmunidad otorgada por las vacunas y aumentar incluso la mortalidad, superando, según algunas proyecciones, los 80 mil fallecimientos. Otro problema oculto por el gobierno es que está aumentado el índice de positividad de los testeos, que pasó del 12% a más del 20% en muchas provincias. Ello indica claramente que, aunque digan estar preocupados, siguen testeando menos de lo necesario, cuando se ha demostrado que la capacidad de hacerlo masivamente fue, junto con los aislamientos parciales y programados, la medida más eficaz para evitar la propagación masiva de casos en varias regiones del mundo.
Pero sin dudas el problema más grave que tenemos es que afrontamos este nuevo brote de contagios sin vacunas. Han llegado muy pocas con respecto a las promesas del gobierno de hace unos meses. Encima el ritmo de vacunación es bajo y estamos a años luz de lograr una inmunidad comunitaria en pocos meses como se requeriría.
Con todo esto el gobierno, presionado por el empresariado, no quiere aplicar ninguna medida de confinamiento. Solo reduciría algo los vuelos desde el exterior, pero de los países más comprometidos como Brasil y Chile o Inglaterra. Pero se cuida de decir que no se limitará el turismo interno, en claro guiño para las empresas del sector que quieren tener una apertura total sin limitación alguna. Y lo mismo vale para el resto de las actividades comerciales e industriales. Es que los empresarios y la derecha agitan a los cuatro vientos que de haber cierres se hundiría nuevamente la economía, justo ahora que empezaron a recuperar algo sus ganancias.
La presencialidad en las escuelas no sólo conlleva el riesgo del aumento de los contagios a través de los niños y jóvenes que aumentan los contagios dentro de la comunidad docente y sus familias aún sin vacunas disponibles, por la falta de protocolos como exigen les trabajadores de la educación. También y fundamentalmente vienen fomentando la circulación comunitaria en el resto de la población al aumentar la actividad callejera y el movimiento de gente en el transporte público.
¿Nos tapará la ola?
Ya insistimos muchas veces desde estas páginas que la Argentina afrontaría la segunda ola desde una situación distinta a la europea. Aquí los casos nunca llegaron a bajar significativamente, sino que se mantuvieron en una meseta alta y desde allí podemos pegar el salto que nadie acierta a decir cuán grave pueda ser, aunque todos hablan de la posibilidad de que sea peor que la primera oleada. Tampoco el sistema de salud se reforzó de manera adecuada, sin nombramientos significativos de personal de salud, sin sistema único y sin una política de multiplicación de los testeos que permitiera identificar los sitios de circulación del virus.
El aumento sostenido de las últimas semanas sin dudas tiene que ver con la apertura de la circulación durante las vacaciones, como lo demuestran los casos de contingentes enteros de contagiados volviendo de Bariloche o Cancún ante un gobierno que se hacía el sorprendido por esto. Hoy la situación se ha complicado aún más con la aparición y circulación de cepas mutantes sobre todo en Brasil donde la cepa Manaos está haciendo estragos con miles de muertes diarias en el país vecino, con grandes posibilidades de que ingrese al país si no se toman medidas contundentes.
La cercanía del invierno con el aumento de actividades en espacios cerrados y otros factores que predisponen al contagio es otro factor que debe alertarnos.
Sin vacunas para afrontarla
En su última y deslucida cadena nacional el presidente Alberto Fernández se limitó a hacer un repaso de todas las cosas que ya sabíamos y que hemos comentado ya. Que se venía la segunda ola, que no hay vacunas, pero que no cerrará la economía y entonces no queda otra que apostar al autocuidado de la gente para tratar de aminorar el impacto.
Lejos de las previsiones y anuncios del gobierno a fin del año pasado, donde se pregonaban acuerdos de compra de millones de dosis con 3 farmacéuticas y que la producción local de la vacuna de Oxford nos daría prioridad en stock y distribución. En ese entonces el gobierno aseguraba que millones estarían vacunados en los primeros 3 meses del año, pero la realidad es muy otra. Según datos oficiales poco más de 600 mil personas han recibido las dos dosis, lo que apenas alcanza a cubrir al personal de salud. Y aunque el ritmo de vacunación es muy bajo lo peor es que tampoco llegan nuevas dosis en la cantidad necesaria. Lo mismo está pasando a nivel mundial, donde la producción de vacunas no cubre las necesidades y lo que prima es la lógica capitalista del sistema, donde los países más poderosos compran y acaparan dosis y generan una gran desigualdad con los países más pobres y periféricos como el nuestro.
Por eso lo más probable es que bajo las condiciones actuales de producción y distribución de vacunas continuaremos muchos meses con un déficit casi absoluto de vacunas y esta segunda ola nos encuentre con sólo una pequeña porción de la población inmunizada. Las consecuencias son serias: sobrecarga del sistema de salud y una mayor exposición al riesgo de la población.
Cómo enfrentar la segunda ola
Ya hemos escrito mucho sobre nuestras propuestas de salida. Por eso sintetizaremos en 4 ejes básicos que necesitamos reclamar con la movilización.
La primera es multiplicar la disponibilidad de vacunas. Para ello es absolutamente imprescindible anular las patentes que protegen la producción de las mismas por parte de los grandes laboratorios. La anulación de las patentes permitiría no sólo multiplicar centenares de veces la producción actual a nivel mundial y en nuestro país también, sino que bajarían los costos y eso facilitaría la importación y llegada a los países más pobres. La producción pública y masiva para asegurar vacunas para todxs es posible y urgente.
La segunda es fortalecer el sistema de salud, con un plan inmediato de nombramientos de personal en planta y con salarios acordes a la canasta familiar y mayor equipamiento e infraestructura. Y dar pasos firmes hacia un sistema único de salud estatal bajo control social, donde se impida el negocio de las privatizadas con la salud en pandemia.
En tercer lugar, hay que multiplicar los testeos de manera que se puedan localizar los nuevos focos con las nuevas cepas y mediante asilamientos focalizados se pueda contener el avance de la segunda ola que se avecina.
Cuarto y no menos importante es obtener los recursos para financiar estas medidas. El no pago soberano de la deuda externa y la ruptura con el FMI es perentoria. No puede seguir derivándose un solo dólar al pago de una deuda fraudulenta mientras en nuestro país faltan vacunas, testeos y personal de salud entre otras tantas cosas para enfrentar la pandemia. Un impuesto verdadero y sostenido a las rentas y grandes fortunas es la otra medida para que no haya excusa a la hora de invertir y privilegiar la salud del pueblo trabajador.