¿Trotskos?

Hace poquitos días, el 21 de agosto, se cumplieron 81 años del asesinato de León Trotsky. Muchos nuevos militantes trabajadores, pero también activistas juveniles, de los movimientos sociales, preguntan qué quiere decir “ser trotsko”. Y entonces, vamos a aprovechar la recordación de este crimen político para dar información sobre las ideas y la vida de este referente del socialismo y la revolución obrera. Empecemos.

Escribe: Mariano Rosa

El año pasado, incluso, cuando se cumplieron 80 años de su crimen, el gobierno de Putin financió una serie en Netflix para desacreditar un poco burdamente su biografía. Durante las últimas semanas, los llamados “libertarios”, instalaron conceptos tales como comunismo o socialismo, marxismo, propiedad privada, libertad, Estado. Todos de una u otra manera (más allá del sentido y uso abusivo del delirante de Milei) remiten a revolución, izquierda y a él, a Trotsky. Y entonces, lo mejor es empezar por el principio y la data básica para ubicar al personaje. Se lo conoce como el “gran revolucionario ruso”, pero en realidad nació en Ucrania en 1879. Trotsky no era su nombre real, sino un seudónimo para ocultar su identidad y zafar de la represión policial del régimen de los zares, algo así como los emperadores de Rusia en aquel momento. Su nombre real fue León Davidovich Bronstein. Fue papá de 4 hijos y sus dos compañeras de vida, fueron también socialistas: Alejandra y Natalia. Con Lenin, fueron los dirigentes centrales de la más extraordinaria revolución triunfante de la historia: la revolución rusa de 1917 que construyó y condujo el primer Estado gobernado por la clase trabajadora. Ese proceso enorme marcó una nueva época y mostró que efectivamente los que movemos el mundo podemos gobernar todo: la economía y la política. De un plumazo se derrumbaron todos los mitos con los cuales los patrones, sus partidos y sindicalistas amigos nos quieren convencer que no podemos, que no somos capaces. A través de su historia política, vamos a presentar las claves de una visión del mundo que tiene más vigencia que nunca ahora.

Los que mueven todo se autoorganizan y pueden

En 1905 en Rusia hubo una primera gran explosión revolucionaria. Los trabajadores de las principales ciudades del país se lanzaron a la huelga contra el gobierno de los zares. Protestaban contra una guerra absurda, por salarios y ante la represión policial, la conciencia escaló y el planteo ya fue contra el propio gobierno y todo el régimen político. Lo extraordinario de esta primera gran revolución rusa, fue que la clase obrera creó nuevas organizaciones propias: los llamados soviets, que quiere decir consejos o asambleas en ruso. Esos organismos que coordinaban a la clase obrera de distintas fábricas y barrios, se transforman en verdaderos parlamentos donde todo se decidía democráticamente y donde los mandatos eran revocables en cualquier momento por las bases. Eran verdaderas palancas de aprendizaje político independiente de los trabajadores, y a la vez, muy superiores a los sindicatos ya que los soviets decidían sobre todo lo público: eran un poder alternativo al de los capitalistas y los dueños de la tierra. Un doble poder obrero, que competía por el rumbo general del país y por la organización social. Impresionante. Un joven Trotsky de 26 años fue elegido como presidente del soviet de Petrogrado, la capital industrial de Rusia. Y aunque esta experiencia no se nacionalizó y fue reprimida, corrió la frontera de lo posible para los de abajo.

El poder de los que nunca gobernaron

Es importante marcar un factor decisivo para que la experiencia de 1905 no volviera a frustrarse. En 1917 otra vez las masas trabajadoras irrumpen, protestan, hacen huelgas, se organizan y reactivan los soviets surgidos 12 años antes. Y esta vez se multiplican por todo el enorme imperio ruso y se extienden a los campesinos pobres, e incluso a los cuarteles de soldados en el ejército. Pero lo central para que esta vez la revolución triunfara fue la unidad de Trotsky con Lenin, y el ingreso al partido Bolchevique: los socialistas más revolucionarios de la izquierda rusa. Trotsky entendió que para tomar el poder, consolidarlo, reorganizar toda la economía y extender la revolución obrera y socialista, se requería un fuerte partido militante de la clase trabajadora. La síntesis de Lenin y Trotsky permitió tomar el poder en octubre de 1917 y a partir de ese momento empezar una experiencia inédita: el gobierno obrero y de campesinos pobres, que erradicó la gran propiedad privada de bancos, fábricas y latifundios, y planificó toda la economía al servicio de la mayoría. La educación y la salud fueron prioridad, como así también los derechos democráticos en su más amplia expresión.

La revolución es permanente, socialista e internacional

Fundó con Lenin una potente organización internacional de lucha por la revolución socialista y el gobierno de trabajadores en todos los países. En ese momento la organización internacional existente (la llamada “Segunda”) se había distorsionado y el capitalismo la había burocratizado y domesticado a sus dirigentes, transformados en reformistas y burócratas. La construcción de una nueva organización internacional (la “Tercera”), al contar con el impulso de la triunfante revolución rusa, logró una expansión e influencia enorme en más de 100 países en pocos años y ayudó a construir organizaciones revolucionarias en todo el mundo. Sin embargo, la inexperiencia de los jóvenes partidos surgidos en ese período hizo fracasar varias oportunidades de revolución, principalmente en Alemania retomó la iniciativa el capitalismo y logró aislar al Estado Obrero en Rusia. Este panorama, las consecuencias de una guerra civil provocada por la invasión de 14 ejércitos de potencias capitalistas que trataron de derrocar al gobierno de Lenin, Trotsky y los bolcheviques, generaró cansancio y desmoralización en el pueblo. Sumado a eso, la crisis económica y la prematura muerte por un ACV de Lenin, generaron una situación favorable al surgimiento de una tendencia política conservadora y burocrática en la revolución y el partido bolchevique: el estalinismo, la corriente liderada por Stalin, acérrimo enemigo de Trotsky y sus ideas que van quedando aislados también. Stalin y sus seguidores oponen a las ideas de Trotsky de retomar la lucha por expandir la revolución internacional y fortalecer la democracia interna del partido, la ideología reaccionaria del “socialismo en un solo país” y la de pactar con el imperialismo todo lo posible, sin combatirlo implacablemente. Se va consolidando una verdadera burocracia en el partido y en el país que lograr encarcelar a Trotsky, reprimir a sus militantes y finalmente, mandarlo a asesinar en su exilio en México el 21 de agosto de 1940.

Más trotskos que nunca

Toda esta información histórica está muy simplificada. Daría para contar mucho más y es realmente apasionante. Tenemos en nuestra propia editorial “La Montaña” una infinidad de material de lectura muy bueno para aprovechar. Pero, por fuera de lo histórico, la vigencia del trotskismo es incuestionable:

La lucha anticapitalista, por un gobierno de trabajadores que reorganice todo de abajo hacia arriba: la economía, el sistema político, las relaciones entre los pueblos del mundo. Recontra vigente.
Las ideas socialistas adaptadas al siglo XXI y superando todas las frustradas experiencias burocráticas o edulcoradas del siglo pasado: un socialismo con democracia, con amplias libertades para la clase obrera, la juventud y el pueblo pobre. Sin burócratas en los sindicatos o en el partido revolucionario.
La construcción de una verdadera organización política internacional para luchar por partidos con influencia masiva en la clase obrera de todos los países para tomar el poder, y cambiar todo lo que haga falta.
Cómo no vamos a ser trotskos, si es en defensa propia. Con el MST en el Frente de Izquierda acá en Argentina. Con la Liga Internacional Socialista, en todo el planeta.