Corrida cambiaria y debate sobre dolarización. La salida es romper con el FMI y nacionalizar la banca

Casi diez días de corrida. El dólar rozando los $500. Los precios de los alimentos y productos de consumo disparándose a las nubes. Massa pidiendo permiso y mendigando un nuevo acuerdo de entrega al Fondo. La incertidumbre sobre si viene una crisis mayor. No hay salida sin romper con el FMI y nacionalizar la banca.

Escribe: Gustavo Giménez

El índice récord -e inesperado- de inflación de marzo del 7,7% fue la primera llamarada de esta crisis. Con los dólares paralelos trepando, las “trascendidas” propuestas del jefe de asesores presidenciales, el ex-CEO de Syngenta, Antonio Aracre, proyectando devaluar entre un 40 y 60%, hicieron saltar los tapones de la frágil situación política del gobierno. Massa -el ministro que toma las decisiones importantes- quedó cuestionado. Renunciaron al desestabilizador asesor, luego renunció Alberto a su candidatura a la reelección. La corrida no se detuvo.

El poder de fuego del ministro estaba muy disminuido. Las reservas liquidas, en medio de una tremenda sequía que reduce las exportaciones del país en unos U$S 20.000 millones, apenas sumaban unos U$S 2 mil millones y como después se supo, no se podían tocar, dado la nueva cláusula acordada con el Fondo en marzo pasado. La apuesta al nuevo dólar agro a $ 300 fracasaba, dado que los empresarios liquidaban la mitad de lo esperado ya que aprovechan el salto del paralelo para exigir al gobierno un dólar más alto.

La aguja del termómetro tocó los $ 500, luego de largos días de angustia e incertidumbre, de millones de familias trabajadoras que veíamos diluirse el poder de compra de nuestros ya muy magros ingresos, de todo tipo de especuladores haciendo dinero con nuestra miseria creciente. De La Nación hablando de “vacío de poder” y el cristinista Larroque reconociendo que el martes de la semana pasada no sabían si llegaban al fin del mandato.
Luego de tres días de discutir con el FMI -según relató el periodista Alejandro Bercovich- Massa intervino con las reservas del Banco Central, rematando a precio vil títulos públicos, parando -por ahora- la corrida. En el medio, había renovado otra deuda haciendo otras grandes concesiones a los especuladores. Roleó (reprogramó) un billón de pesos, a vencimientos cortos y tasas efectivas anuales del 135%.

Finalmente, el peso se devaluó en abril, en relación a los dólares paralelos, 18% con el blue, 11% y 10% al CCL y el MEP1, respectivamente. Cifras que van a caer como un plomo sobre la inflación de abril, que superará el 8% y más aún, sobre los precios de mayo, a los que se trasladará con fuerza. Mientras, Cristina elogiaba la actitud épica de su protegido ministro Sergio Massa en enfrentarse al Fondo -sin avisar que el mismo ministro había aceptado hace unas semanas la cláusula que ahora le ataba las manos-.

Rascando la olla y renegociando con el Fondo

Con los agroexportadores y grandes productores de soja sentados sobre los silos bolsas esperando una mejor cotización. Con empresas exportadoras que se arriesgan a multas y pérdidas de permisos, pero no traen, violando la ley, cerca de U$S 1.500 millones de divisas liquidadas en el exterior. Una parte del equipo del ministro ya está instalada en Washington intentando que el FMI afloje- antes de agosto- unos U$S 10.000 millones que necesita para apagar previsibles nuevos focos de incendio y que el que parece contenido, no rebrote con fuerza.

Los economistas están divididos en torno a sus pronósticos. Los más pesimistas como Alejandro Werner, que fue una figura clave del Fondo para otorgar el fraudulento Stand By a Macri por U$S 45.000 millones, afirma que el FMI va a guardar los fondos que tiene para el próximo gobierno porque con este no hay nada que hacer.
La mayoría, en cambio, especula que no pueden dejar caer a un país al que le prestaron tanta plata, al que Biden prometió ayudar a cambio de nuevas señales de sumisión a los intereses norteamericanos, y que podría salir un nuevo acuerdo que flexibilice algunas metas, endeude más al país, para que no se caigan las reservas, con nuevas cláusulas de ajuste y entrega.
Si para muestra basta un botón, el sábado se publicó en el boletín oficial un nuevo tarifazo del 30% sobre el gas y ahora sale el de la electricidad, cumpliendo el pedido del Fondo de apurar los aumentos tarifarios. También el Banco Central volvió a subir las tasas de interés, que ahora pagan un 140% de tasa efectiva anual.

Mientras se negocian las cláusulas de un nuevo acuerdo, que implicará seguramente nuevos y difíciles ajustes en un año electoral, Massa se dedica a rascar la olla tratando de juntar algunos dólares más y de restringir el uso de los pocos que tiene en las reservas.
En esa cuenta pueden contabilizarse algunos créditos gestionados con el Banco Mundial, el BID y la CAF. El acuerdo con China para utilizar yuanes de los swaps de las reservas para pagar importaciones de ese país y el que, con la ayuda de Alberto está negociando con Brasil, para que el Banco Central de ese país financie las exportaciones brasileras a la Argentina. Son sumas importantes, pero que no logran tapar la magnitud del agujero dejado por la sequía. Implican, además, mayor endeudamiento que pagaremos todos los argentinos de a pie.

¿Quién se llevó los U$S 45.000 millones del superávit comercial?

Esa enorme cifra es el saldo comercial extraordinario que hubo en los primeros tres años del gobierno del Frente de Todos, del que quedó muy poco en las reservas del país. El colmo, ahora, es que, con importaciones muy restringidas, que están bajando el nivel de actividad, que según economistas como Marina Dal Poggetto van a producir una reducción de entre un 4 y un 5% del PBI en 2023, hay todavía grandes empresas, como Arcor, que le piden al Banco Central 128 millones de dólares para cancelar “obligaciones negociables”. Unas semanas antes, IRSA avisó que iba a cancelar 121 millones de dólares de estas obligaciones.

Un negoción que se está destapando, consistente en ofrecer a ahorristas locales inversiones en pesos contra intereses moderados y tomar créditos en dólares en el extranjero, para luego pagarlos con el barato dólar oficial, haciendo una enorme diferencia. No se trata de importaciones de insumos, sino de maniobras financieras.
Estas especulaciones financieras, junto a la “maniobra de las maniobras” que constituye el fraudulento crédito del FMI, del que no vimos un dólar y que, según Macri, se lo llevaron los “bancos comerciales”, son responsables de arruinar nuestra economía y engrosar las grandes fortunas.

Ahora el gobierno, cuidando los pocos dólares que le quedan, ha restringido el acceso al MEP y el CCL, a las sociedades de bolsa, más conocidas como ALyC y agentes de negociación, a sus clientes que tengan cauciones o pases. La operatoria consistió en colocar títulos en garantía, obtener pesos por ellos y luego con esos pesos comprar dólares. Estos manejos habrían sido uno de las responsables de la pasada corrida.

El “combativo” discurso electoral de Cristina

Desde la tribuna montada en el Teatro Argentino de La Plata, la vicepresidenta señaló que ella no está en contra de pagarle al Fondo, sino que objeta las “condicionalidades” del acuerdo. Propuso pagarle al FMI con el superávit comercial.

Un discurso para la “tribuna” cuando, como ella misma mostró, su gobierno – al que nunca Cristina, ni ninguno de sus funcionarios importantes, abandonó- ya le pagó, en tres años, US$ 5.000 millones de intereses solamente. Esa cifra, además, no cuenta lo pagado a otros organismos internacionales y a los bonistas privados del canje de Guzmán del 2020, que Máximo apoyó en su momento.

Tampoco mencionó que su superministro Massa acepta y paga esas “condicionalidades” impuestas por el Fondo, a costa de una inflación récord que devora los salarios e ingresos populares y entrega de los recursos de nuestro país a las multinacionales imperialistas.

Romper con el FMI y nacionalizar la banca

No hay salida sin romper con este modelo económico impuesto por el FMI y los buitres imperialistas. Desconocer la deuda con el Fondo, los organismos internacionales de crédito y los acreedores privados debe ser la primer medida soberana para revertir la grave situación que atraviesa el país.

Nacionalizar la banca, para terminar con la especulación, la fuga de capitales y depreciación de nuestra moneda debe ser una tarea inmediata. Investigar y desconocer el negociado de la enorme deuda interna pública, tanto del Tesoro como de los pasivos remunerados del Banco Central, solo podrá hacerlo una banca cien por cien estatal. Destinar nuestro crédito al desarrollo de los recursos del país y el bienestar de sus familias trabajadoras será su objetivo.

Nacionalizar el comercio exterior, para que las divisas que produce nuestro suelo vayan a parar al desarrollo del país y no a los bolsillos de los grandes terratenientes y capitalistas del agronegocio, los que hacen fortunas con la renta agraria, mientras la mayoría trabajadora pasa necesidades al tener que pagar los alimentos a precio dólar, para evitar la fuga de capitales vía maniobras de sub y sobre facturación que hacen importadores y exportadores sin control.

Una reforma tributaria progresiva para que paguen mucho más los ricachones y grandes capitalistas, se elimine el IVA de los productos de la canasta familiar y se aliente a los pequeños productores del campo y la ciudad con bajos tributos y exenciones impositivas.
En la emergencia un modelo distinto provocará un fuerte aumento de los salarios básicos, planes sociales y jubilaciones, para que cubran la canasta familiar, con cláusulas de indexación mensual. Congelará los precios de los artículos de la canasta y aplicará la ley de abastecimiento con todo su rigor a los empresarios que desabastezcan y especulen.
Son las primeras medidas que proponemos desde el MST en el FITU, en el marco de la aplicación de un programa anticapitalista, para salir de esta crisis y aprovechar los inmensos recursos que tenemos en nuestro país.

La trampa de la dolarización

Aprovechando la reciente corrida cambiaria, con un dólar que trepó a las nubes y que colocó a la vuelta de la esquina el fantasma de una nueva hiper, sobre la base de una inflación que habiendo alcanzado el 104% anual, promete seguir subiendo, la propuesta de dolarizar de Javier Milei fue largamente debatida.

Aprovechando el completo desprestigio y crisis del gobierno y la oposición de Juntos por el Cambio, por un lado, el justo anhelo de que se estabilicen los precios y el desconocimiento de las generaciones más jóvenes de la grave crisis que dejó la experiencia de la “convertibilidad” del ex ministro de Menem y la Alianza, Domingo Cavallo, por el otro, el tema ha ocupado innumerables programas televisivos, medios de prensa y conversaciones cotidianas.

Las propuestas del ultraliberal candidato a presidente, de aplicarse, serían nefastas por las siguientes razones:

Al no existir los dólares necesarios en las reservas, el equivalente de cada dólar existente para comprar la base monetaria en pesos actual (4 billones), necesitarías para mantener el valor a $ 200, unos 20.000 millones de dólares y si tomas la actual trepada, y consideras el valor del blue, unos 10.000 millones. Actualmente en el Banco Central hay tan solo $2.000 millones. No hay dólares.

Pero esta cuenta es muy superior si se toman, por ejemplo, los pasivos remunerados del Banco Central (Leliqs y pases), que suman hoy cerca de 12 billones de pesos. Sumados a la base monetaria, al valor del blue tendrías que necesitar cerca de 40.000 millones de dólares. Imposible.

Milei sostiene que los organismos de crédito (FMI, Bco. Mundial, etc.) podrían poner parte de ese dinero, endeudándonos, y el resto surgiría de la venta de títulos del Tesoro en el mercado internacional revaluados porque resurgiría la confianza en el país. Un cuentito naif como dice Dal Poggetto, cuando tenemos un riesgo país de más de 2.000 puntos.
Con la dolarización se acabaría la inflación ya que no tendremos Banco Central y no podremos emitir moneda. Los salarios mejorarían como en Ecuador. Falso. En Ecuador siguió durante varios años la inflación comiéndose el poder adquisitivo de los trabajadores ecuatorianos. Su índice de pobreza lo ha llevado a dos grandes rebeliones populares en los últimos años.

Una economía dolarizada aumentaría las inversiones productivas y las fuentes de trabajo. Error. Nuestra economía quedaría a merced de las crisis de la economía mundial capitalista, que impactarían con mucho mayor fuerza. Cualquier sacudón fuerte, ni hablar de una crisis como la que ocurrió en el 2008, devastaría nuestra economía. Si necesitáramos emitir moneda para atravesar una situación de emergencia como fue la pandemia no podríamos.

La experiencia de la convertibilidad de Cavallo arrancó con la incautación de los depósitos en el conocido plan Bonex de Herman González, para luego, sobre la base del remate de las empresas públicas y un gran aumento del endeudamiento externo, llevar al país a una desocupación récord, al quiebre de gran parte de nuestra industria local y finalmente, al estallido del 2001. Al final con los corralitos y corralones, devaluación para volver al peso y pesificación asimétrica, se terminaron por liquidar, de nuevo, los ahorros de los trabajadores y la clase media de entonces.

Por último, la ilusión de la dolarización toma el falso concepto de los economistas monetaristas de que la inflación se produce porque, para cubrir los gastos del Estado, el Banco Central emite más pesos que los equivalentes a los precios de los productos existentes. De esa manera hay más papeles por cada mercancía que antes.
La verdadera razón de la inflación es más profunda. Son los grupos concentrados de la economía los que suben arbitrariamente los precios, con los que los salarios y las prestaciones sociales del Estado bajan, produciéndose una enorme transferencia de ingresos hacia los grandes capitalistas, que aparte hacen todo tipo de maniobras para llevarse los excedentes de nuestra economía (fuga de capitales, deudas fraudulentas, etc.). ¡El problema central no es la emisión de moneda, sino quien se queda con la plata!!!

 

1. Se llaman dólares paralelos al Blue, el llamado Dólar Bolsa (MEP) y al Contado con Liquidación (CCL). El Blue es el “ilegal” que se trafica en las cuevas. El volumen de su operación es de alrededor de 5 millones por día. El MEP permite mediante la compra de títulos en dólares, hacerse de la divisa en el mercado local. El CCL permite hacer esta operación con títulos que se cotizan en la Bolsa de Nueva York y es una de las vías legales para fugar divisas. Son operaciones “legales” entre privados cuyo volumen se estimaba en unos 60 millones de dólares contra cerca de 1.000 –según Batakis- que movería el oficial.