El Villazo: Apuntes sobre un ensayo general
Comenzó el juicio a los genocidas del Villazo. El proceso iniciado hace 49 años, que luego el gobierno de isabel Perón impulsó bajo el nombre “Operativo, Serpiente Roja del Paraná”, resultó en un ensayo general de lo que más tarde aplicaría en todo el país la Dictadura Genocida. Pero el proceso del Villazo fue asimismo un ensayo de la construcción de una dirección obrera alternativa a la burocracia peronista de los 70. Una mirada crítica de este proceso es necesaria para sacar las lecciones que la gesta obrera de esos años tiene para las nuevas generaciones de trabajadores.
Escribe: Carlos Carcione
En marzo de 1974 se produce una de las más importantes luchas obreras desde el Cordobazo. Se trata de la pelea en defensa de las comisiones internas y cuerpos de delegados de ACINDAR y las empresas metalúrgicas de la región y por la recuperación de la seccional local del sindicato metalúrgico. La disputa entre corrientes clasistas, combativas y la tradicional burocracia peronista que se había expresado ya en el surgimiento de la conducción clasista del SITRAC – SITRAM en Córdoba, se desarrolla durante todo el año 1974 hasta que en marzo del 75 se produce el desembarco de la fuerzas de tareas represivas enviadas por el gobierno peronista, con la participación de fuerzas policiales, las Triple A y los matones de la propia burocracia, que provocan un ensayo de genocidio con la excusa de “pacificar”. Gobierno, matones y paramilitares se despliegan para aplastar esa lucha obrera que, de la mano de la Lista Marrón, buscaba tomar en sus manos, de manera democrática, su propia organización.
El proceso
El sentido histórico, estratégico, para el movimiento obrero que tiene el Villazo es que se trata del intento de construcción de una dirección obrera nueva, contra la burocracia peronista de los sindicatos, una vanguardia de izquierda plural, composición política combativa por sus métodos de lucha, y democrática, porque buscaba activar la participación en la toma de decisiones a través de asambleas de la base obrera.
Desde principios del 1973 se daba un proceso de recuperación de la Comisión Interna de ACINDAR, principal referencia del Villazo. En enero era elegido Alberto Pichinini como secretario general de la Interna. Más tarde, ya en 1974, la UOM, encabezada por Lorenzo Miguel, y la CGT, con Rucci al frente de la central, junto al ministro de trabajo de Perón, Otero, empiezan a preparar el desembarco en la seccional rebelde para que no se extienda por el principal gremio del país el mal ejemplo. Con ese objetivo convocan a elecciones en todas las seccionales de la UOM menos en la de Villa para marzo de ese año. A raíz de la no convocatoria a un Congreso de Delegados el 25 de enero, día que según el calendario electoral se debería haber realizado, la Lista Marrón convoca el día siguiente, 26 de enero, a un plenario de 250 trabajadores. Además de los de ACINDAR había trabajadores de Marathon, Metcon y Villver, entre otras empresas.
La movida de Lorenzo Miguel frente a la exigencia del plenario es nombrar como nuevos interventores de la seccional a Lorenzo Oddone y Jorge Fernández, quienes recorren la fábrica de la mano del histórico carnero Raúl Ranure. La respuesta en la fábrica es de repudio e incluso algunas secciones paran. Miguel decreta la expulsión de la Comisión Interna y varios delegados, lo que detona la huelga que, como había ocurrido en el SITRAC recurre a la ocupación de las plantas, con toma de rehenes inclusive. Seis días después la huelga había triunfado con el respaldo de gran parte del movimiento obrero de la región, con empresas que día a día se sumaban a las medidas, con un gran apoyo de las familias y la población. El festejo en la plaza central de Villa Constitución concentró a una multitud compuesta por casi la mitad de la población total de la ciudad.
El proceso de normalización de la Seccional, conquistado con la huelga, lleva a la instalación de la Comisión Directiva encabezada por “el Pichi”. Pero la burocracia no aceptaría ese desafío y, junto al gobierno peronista, prepararían una contraofensiva sangrienta. La punta de lanza de esa contraofensiva fue la detención de la Comisión Directiva encabezada por Pichinini, lo que es respondido por una heroica huelga que duraría más de 50 días, gran parte de la cual se desarrollaría en los barrios.
Pero lo que estaba en marcha era un plan integral del Estado. Una denuncia pública hecha por el gobierno de Isabel acusa la existencia de un plan subversivo integral contra las industrias pesadas de la zona. Los dirigentes de la Comisión Interna son detenidos, el Operativo Serpiente Roja del Paraná estaba en marcha. Y, aunque los atentados y asesinatos habían comenzado antes, desde el 20 de marzo de 1975 se produce la ocupación policial y militar, con un peso importante de la triple A y matones sindicales. Este ejército de represores, financiados por las empresas y alentados por el gobierno peronista, ingresaron de madrugada en 105 Falcon, formando el patrón con el que actuaría luego la Dictadura contra el conjunto de la vanguardia obrera del país. Hoy lo que se juzga son las 69 víctimas registradas de esa ocupación y masacre. Desde el 13 de noviembre se está juzgando a sus responsables en la causa conocida como «El Villazo». Nuestro compañero Pacho Juárez, miembro del Comité de Lucha de la histórica huelga, ha venido peleando durante años para que se concrete este juicio.
Algunas enseñanzas
Una de las principales conclusiones de esta gesta es que la fuerza de la unidad, la lucha y la movilización, pueden hacer que se consigan objetivos que a primera vista parecen poco posibles. En este punto es importante reivindicar que esta unidad se puede lograr a condición de que haya mecanismos democráticos por los cuales los trabajadores se puedan expresar y tomar las decisiones para la lucha.
En segundo lugar, es importante precisar que la lucha por la recuperación de las organizaciones obreras es una fuerte pelea, porque las direcciones burocráticas no renuncian a sus privilegios “democráticamente”.
En tercer lugar, es necesario tener presente la responsabilidad del peronismo en la preparación y ejecución de la brutal represión y del diseño, puesta en marcha y ejecución del Operativo Serpiente Roja del Paraná.
Por último, pero no menos importante, se debe revisar críticamente la renuncia de la conducción combativa encabezada por Pichinini a extender nacionalmente el conflicto cuando todavía era posible. El 20 de abril de 1974 se llevó a cabo en el Club Riberas del Paraná el Plenario nacional antiburocrático, que tuvo la oportunidad de avanzar a crear un polo nacional alternativo para el surgimiento de una nueva dirección del movimiento obrero que enfrente a la burocracia sindical peronista. En este plenario, que contó con la presencia de Tosco de Luz y Fuerza Córdoba, Salamanca de los Mecánicos de Córdoba, Mera de la interna del Banco Nación, entre otros miles de participantes, se desperdició esa oportunidad con la excusa de que el plenario había sido convocado solo para expresar solidaridad. De fondo, esa renuncia expresaba una voluntad de ceder a la presión del peronismo de izquierda, que no participó del plenario para no enfrentarse a Perón. Solo Mera y el PST fueron consecuentes hasta el final, planteando la extensión nacional del reagrupamiento obrero contra la burocracia sindical para defender la lucha de los obreros de Villa Constitución. Dicho reagrupamiento no solo podría haber enfrentado en mejores condiciones la represión que se desataría el año siguiente, sino que también habría podido luchar por poner en pie una nueva dirección obrera combativa y democrática.