Economía: Nuevas medidas, más de lo mismo
Las nuevas medidas del gobierno con respecto a las compras en dólares en el exterior con el recargo del 15% que en teoría sería recuperable del impuesto a las Ganancias y Bienes Personales; requiriendo la información por parte de las tarjetas de créditos de dichas compras, representa una vuelta de tuerca al cepo cambiario que estableció el gobierno de Cristina en forma progresiva y creciente desde que asumiera su segundo mandato.
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La génesis de esta medida hay que buscarla en las propias locuras realizadas por el gobierno, veamos: las restricciones al dólar hicieron subir el precio del paralelo un 30% por encima del oficial. Como las compras con tarjetas se pagaban a dólar oficial, esto estimuló el consumo con las mismas en el extranjero. La previsión de las mismas empresas de Tarjetas de Crédito era que éste año se iban a gastar más de U$S 4.500 millones con el plástico. La respuesta del Gobierno fue sencilla: apliquemos un 15% de impuesto a estas compras con tarjeta.
Los objetivos que persiguen desde la Rosada son varios. Por un lado desalentar las compras en el exterior con la pretensión de evitar mayor salida de dólares del país y de rebote intentar que la gente siga comprando en el país a pesar que los precios en dólares están por las nubes. Esta y no otra es la razón por la cual la gente compra en el extranjero: cualquiera sabe que un TV LED en Chile cuesta la mitad, que la ropa en Miami la cuarta parte.
Y esto es debido a las distorsiones de la economía inducidas por el mismo gobierno que ahora con estas medidas trata de desalentar el “consumo en el exterior”.
Por otro lado el impuesto del 15% a las compras en el extranjero representa una aceptación tácita pero concreta de que el dólar a precio “oficial” no existe. De hecho todo lo que se compre con un dólar a $ 4,60 costará desde ahora un 15% más que es lo mismo a reconocer que el valor del dólar el mismo gobierno lo ubica a más de $5,30.
Finalmente este impuesto, no es más que una nueva forma de recaudar a partir de sectores medios, ya que los grandes capitalistas lo que hacen es fugar dólares y de ninguna manera pueden traducir esas enormes masas de dólares (que en el el 2011 superaron los U$S 21.500 millones) en mercancías que retornen al país y sobre las cuales tuviesen que pagar el 15%.No, el impuesto es para los “perejiles” que intentan ahorrarse un peso comprando un TV o ropa o algún otro electrodoméstico.
Este nuevo impuesto al consumo hay que agregarlo a la larga lista que el gobierno aplica sobre los sectores populares y medios de manera creciente y asfixiante. En primer lugar el IVA que es el gran ingreso tributario del Estado y que pagamos todos de manera injustamente pareja (el mismo 21% lo paga el dueño de una multinacional que un trabajador en negro) y que gracias a la inflación cada día recauda más. Pero hay otros impuestos que como resultado de la inflación hacen engrosar la recaudación fiscal. Tal es el caso del impuesto a las ganancias que pagamos los trabajadores, debido a que en los años 2004, 2005, 2009 ni 2012 el mínimo no fue ajustado, pasaron a tributarlo de 400.000 trabajadores a más de 2.000.000, y encima como tampoco se cambió el porcentaje o alícuota que se paga, al aumentar los sueldos sin aumentar la base se paga proporcionalmente más, un negocio redondo para Cristina y los suyos. Lo mismo pasa con el monotributo y servicios profesionales, los alquileres y otros. Recordemos que por Ley estos impuestos debieran reajustar sus mínimos por la inflación, Ley suspendida en su aplicación por la Ley de Convertibilidad de Menem y cuya suspensión continúa con el Gobierno nacional y popular de los Kirchner.
Las causas de fondo
Desde hace tiempo venimos insistiendo en que hay numerosas causas de fondo que complican la economía nacional. En primer lugar la crisis económica mundial, que hace que aún hoy no se logre salir de la peor recesión en 80 años según los analistas. Con un EEUU que apenas recupera los niveles de actividad previos al 2008 pero sin lograr una recuperación del empleo. Con una Europa que sigue sumergida en el estancamiento y/o recesión.
En segundo lugar la profunda crisis estructural que tiene nuestra economía, con carreteras colapsadas y sin inversión en ferrocarriles encarecen el transporte de mercancías. La enajenación de las reservas de energía sobre todo petróleo y gas, llevó al agotamiento de las mismas, con necesidades de importación por más de $ 10.000 millones de dólares anuales. Una industria nacional obsoleta, cuya única posibilidad de competitividad está atada a un dólar alto (ahora reclaman un dólar a $ 5,40).
Si a todo esto le sumamos una inflación del 25% anual y una fuga de divisas realizada por los grandes capitalistas que supera los U$S 20.000 millones anuales y una falta neta de inversión productiva, se comprende por qué el gobierno está desesperado por retener a toda costa los dólares. Los necesita para intentar mantener las reservas en dólares y sobre todo para hacer frente a los compromisos de la Deuda Externa.
Todas las medidas desde el cepo cambiario, las limitaciones a las exportaciones desde Brasil y Uruguay fundamentalmente y ahora con este 15% a las compras en el exterior vienen siendo insuficientes ni siquiera para garantizar los pagos de la Deuda, garantizar las reservas, cubrir las importaciones de combustibles y pagar los subsidios a los grandes empresarios. No lo salva ni siquiera la recuperación de Brasil ni el precio récord de la soja. Ni hablar de cumplir con los pagos de la coparticipación federal que reclaman las provincias, ni para eliminar el impuesto a las ganancias de los trabajadores o para mejorar la salud y la educación públicas. Son un manotazo de ahogado de un plan agotado, que en 9 años de “crecimiento” no logró revertir un ápice los problemas del pueblo trabajador mientras dejó correr la más escandalosa concentración económica.