Así no va más: hay otra salida
El último dato del INDEC fue demoledor para el gobierno: la pobreza creció al 32% y seguirá creciendo durante todo el año. La inflación se torna incontrolable. El país está en recesión y seguirá así al menos dos años más. Entretanto, crece la bronca popular y la desconfianza política de la burguesía y el imperialismo en Cambiemos. ¿Es realmente una situación sin salida, como plantean muchos analistas? Aquí, nuestras propuestas para salir de la crisis.
En verdad, el informe del INDEC no mostró más de lo que cualquiera puede sentir: que al pueblo trabajador, la crisis y el ajuste nos pegan fuerte. Una de cada tres personas somos pobres. A fin de 2018 la pobreza creció al 32%, un 6,5% más que en el 2017, y alcanza al 50% en las provincias del NEA y el NOA. Lo mismo pasa si consideramos a los menores: ¡uno de cada dos pibes es pobre! En números significa que hay tres millones más de pobres, llegando a 14,3 millones en el país de las vacas y el trigo…
Estos datos son la consecuencia de aplicar durante más de tres años un plan de ajuste sistemático sobre las masas. Éste pegó un salto cualitativo en marzo/abril de 2018, cuando se disparó el dólar, la inflación se descontroló y la recesión redundó en la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo. Se habla de 200.000, pero si les sumamos las suspensiones y la pérdida de trabajo no registrado son muchos más. Todo esto es lo que sumergió a tres millones más de argentinos en la pobreza.
La crisis en cifras
Podemos graficar la crisis con tres datos clave:
1. El impresionante endeudamiento en dólares al que nos sometió Macri, que hoy supera los 320.000 millones. Como todos sospechamos, es impagable. Por eso el dólar aumentó más del 100% en un año y pareciera no tener techo por más aumento de tasas que les den a los grandes especuladores.
2. La inflación, que se aceleró de manera exponencial y paralela al dólar. El 2018 cerró con un 48%. Para este año se proyecta un 40%. Y la perspectiva no es menor al 30% para los próximos años. Sobre todo la empujan el dólar, la especulación de los capitalistas que se cubren por si sigue subiendo el dólar y los tarifazos de servicios, que los empresarios también trasladan a los precios. Eso sí: muchos opinan que «todavía» no se trasladaron a precios todos los aumentos mayoristas… Lejos quedó el tiempo en que los plumíferos a sueldo de la burguesía buscaban culpar de la inflación a los aumentos de salarios: con una caída del 20 al 30% del poder adquisitivo real, por desmemoria o cinismo ya ni se atreven a mencionarlo como factor inflacionario.
3. La recesión, que no sólo da cuenta que el país no crece desde 2012, sino que en el último semestre hay una destrucción masiva de puestos de trabajo, cierre de comercios, pymes y suspensiones en las grandes empresas, que se aprovechan de la recesión para meter «procedimientos preventivos de crisis» para bajar salarios, suspender y echar trabajadores. Lo peor: el marco de menor crecimiento de la economía-mundo hace prever que la recesión vino para quedarse por varios años más y los «brotes verdes» de Macri y Peña son meras alucinaciones.
Los porqué de esta crisis
Desde los grandes medios, funcionales al macrismo y a la oposición patronal, intentan meternos dos versos. Uno es que la crisis de 2018 fue causada por factores externos (suba de las tasas en EE.UU., que secaron al mundo de dólares-crédito). Es falso. En Latinoamérica el dólar aumentó un 8% por año y en la región menos pero sigue creciendo. También le echan la culpa a la sequía del campo. El otro verso es que el ajuste es la única salida, una especie de «estamos mal pero vamos bien» del siglo XXI. Por eso tratan de demostrar que la oposición no tiene un plan muy distinto (es cierto, en cuanto a la oposición burguesa tradicional). Con esto pretenden que nos dejemos seguir ajustando y que la bronca se canalice a través del voto en octubre, pero sabiendo que nada distinto nos depara con uno u otro candidato.
La realidad es muy distinta. La crisis de 2018 se produjo porque, desde el punto de vista burgués, Macri desde que asumió no pudo imponer el shock de ajuste que pretendían el imperialismo y las corporaciones. El supuesto gradualismo no fue una estrategia planeada, sino una respuesta defensiva del gobierno que hasta hoy no pudo aplicar la reforma laboral, o sea bajar el «costo argentino» a los niveles exigidos por la gran patronal. Tampoco pudo evitar la resistencia y las luchas, que se multiplican pese a la inmensa traición de las direcciones tradicionales políticas y sindicales, que le votaron el ajuste y no hicieron un plan de lucha unificado en tres años de la peor crisis desde el Argentinazo de 2001.
Es por esto que Macri no puede «normalizar» el país en términos burgueses; es decir, que nos dejemos explotar y ajustar sin luchar. El ajuste y las reformas las necesitaban sí o sí para que los sueldos bajaran a unos 150 dólares por mes y con menos cargas sociales. Por eso no vienen «inversiones productivas», sino timba financiera que deja al país peor luego de fugar más de 60.000 millones de dólares como han hecho. Y por eso crece el riesgo país día a día en paralelo con cada traspié económico del gobierno, que reafirma las sospechas del imperialismo de que la deuda no se podrá pagar e iremos al default.
Una salida obrera y popular
Por más que Lavagna y Kicillof se muestren opositores a nivel electoral, todos se reúnen con el FMI y no plantean nada muy distinto: son variantes moderadas del mismo plan. Pero hay otra salida y es la que proponemos desde el MST y la izquierda: dar vuelta todo. Hacer que la crisis la paguen los que la generaron, los que fugaron los dólares, los que especulan con los precios y el hambre del pueblo: el FMI y las corporaciones. Entre otras medidas, hay que aplicar «mano dura» con los de arriba:
- Anular los acuerdos con el FMI, no pagar la deuda externa e imponer impuestos progresivos a las grandes ganancias y fortunas.
- Renacionalizar las empresas de servicios públicos bajo el control democrático de sus trabajadores y usuarios para tener tarifas accesibles.
- Combatir la inflación mediante un aumento general de salarios, jubilaciones y planes sociales y anular el IVA a la canasta familiar. Si las grandes empresas formadoras de precios especulan o acaparan, aplicarles la Ley de Abastecimiento bajo control social.
- Evitar la fuga de dólares mediante la nacionalización de la banca y el comercio exterior, que es por donde se fugaron los más de 60.000 millones de dólares en los últimos años.
- Atacar la desocupación a través de un plan masivo de construcción de viviendas populares y obras públicas. Sólo con los 58.700 millones de dólares que debemos pagar de deuda este año sobra plata para hacer todo lo que proponemos y más.
Gerardo Uceda