Gobierno de mano dura, pero débil. Ni a los palos pasa el ajuste

El grado de fortaleza o no del gobierno macrista, y por extensión también el de los gobernadores, es un tema político de debate permanente entre el activismo social en general. Y en el movimiento de derechos humanos, en particular, preocupa mucho la escalada de medidas represivas que se vienen acumulando desde que Macri entró en la Rosada y Bullrich en el Ministerio de Seguridad.

Por cierto, no es que con el gobierno de los Kirchner estuviéramos en el paraíso terrenal de las garantías y derechos democráticos ni mucho menos. Tuvimos las leyes «antiterroristas» para perseguir a luchadorxs populares, el Proyecto X de espionaje a opositores, la Gendarmería reprimiendo luchas sociales, Julio López desaparecido, el genocida Milani como jefe del Ejército. De alguna manera, estas medidas anticiparon el rumbo que luego multiplicaría el gobierno de Cambiemos.

Pero con Macri hubo no sólo un cambio de discurso, sino un salto en calidad en cuanto a recorte de derechos y represión. Inclusive es parte de una tendencia mundial de los gobiernos al autoritarismo. Quiso negar el genocidio y, aunque no pudo imponer el 2×1, creció el beneficio de prisión domiciliaria a genocidas. Permitió a las FF.AA. intervenir en tareas de seguridad interior. Santiago Maldonado y Rafael Nahuel fueron asesinados por fuerzas de seguridad. Mantiene presas y presos políticos, a la vez que endurece la represión y la penalización de la protesta social. Con la «doctrina Chocobar» habilitó a la cana a disparar por la espalda y el gatillo fácil subió a uno cada 21 horas. Legalizó el uso de las picanas Taser. Y quiere bajar aún más la edad de imputabilidad penal. No es poco, sin duda.

Mano dura, pero que no le alcanza

«Macri, basura, vos sos la dictadura», se canta a veces en algunas marchas. Como expresión de bronca y repudio puede pasar, pero por más ofensiva represiva que despliegue Macri está muy lejos de ser una dictadura. Nada que ver, sería banalizar el uso de la palabra dictadura. Este es un gobierno capitalista y proyanqui de derecha, pero en democracia burguesa. Las Fuerzas Armadas no gobiernan y aún pagan su desprestigio. Lo mismo la policía y las fuerzas de seguridad, instituciones represivas y corruptas por naturaleza.

El discurso oficial de «mano dura», que también replican el massismo y sectores del PJ, influye en un sector de la población, sobre todo cuando se utiliza como justificativo el problema de la seguridad. Pero resulta que esa «mano dura» no es esencialmente para combatir al delito, que no ha disminuido casi nada, sino para ir contra las luchas, para tratar de imponernos a palos a la clase trabajadora y al pueblo el brutal plan de ajuste capitalista que ordena el FMI. Y ahí, en ese terreno, es donde constatamos que al gobierno de Macri no le alcanza.

«¿Cómo que no le alcanza si vivimos cada vez peor?», preguntan algunos. Es verdad que vivimos peor. Pero ni la pobreza, ni los despidos ni los palos -ni tampoco la complicidad del PJ y la burocracia sindical- les alcanzan a Macri y a los capitalistas para derrotar a la clase trabajadora y al pueblo, para que dejemos de luchar, para que bajemos la cabeza, agachemos el lomo y nos dejemos explotar y saquear por limosnas. No les alcanza para someternos al grado en que ellos lo necesitan para recuperar su tasa de ganancia y así salir un poco de su crisis. Por eso a Macri le va de mal en peor, en economía, en política y también en votos: por más que hable y meta «mano dura» no está cada día más sólido y más prestigiado, sino cada vez más odiado y más débil. Ésa es la verdadera relación de fuerzas, la pulseada entre las clases sociales que la escalada punitivista del gobierno no logra torcer en favor suyo.

Esto no implica minimizar ninguna de las medidas antidemocráticas, que además paga el pueblo con palos y gases, presxs políticxs, activistas procesadxs, organizaciones multadas, derechos avasallados. Cada ataque hay que enfrentarlo con la mayor unidad de acción posible. Y la lucha paga, como lo demuestran el reciente pase a domiciliaria de los cuatro choferes de la Línea Este platense, la absolución de los tres obreros petroleros de Las Heras y la detención del cabo Pinto por el asesinato de Rafael Nahuel, lo que desarma la mentira montada por Bullrich. Por eso es decisivo no caer en el posibilismo del «no se puede» o «no da», tan habitual como autojustificativo de la burocracia sindical o hasta de la izquierda escéptica. Hoy por hoy, ni a los palos pasa el ajuste.

Pablo Vasco, CADHU-MST