EEUU: primarias demócratas, el establishment pisa fuerte, la crisis continúa

Escribe Luis Meiners

El “Super martes” se votó en 14 Estados y estaban en juego 1357 delegados para la Convención Nacional del Partido Demócrata. Biden ganó en 9 de los 14 Estados: Alabama, Virginia, Tennessee, Carolina del Norte, Oklahoma, Minnesota, Arkansas, Massachusetts y Texas, y lideraba una ajustada pelea en Maine. Además del sureste del país donde lideraba en las encuestas, logró abrirse paso en estados del Norte donde Sanders lideraba. Sanders ganó en Vermont, Colorado, Utah y California, el estado con más delegados.

Biden llegó al supermartes luego de un contundente triunfo en Carolina del Sur y fortalecido por las renuncias de dos de sus competidores “moderados”, Buttigieg y Klobuchar, quienes pasaron a apoyar oficialmente la candidatura del ex vicepresidente. Sanders, por su parte, emergió en un claro primer lugar en la carrera luego de un abultado triunfo en Nevada y a pesar de un distante segundo lugar en Carolina del Sur, llegaba al super martes como el favorito en las encuestas.

 El establishment juega su carta

Los resultados de los primeros estados en votar en el transcurso de febrero desataron una enorme ola de preocupación en el establishment demócrata. Por un lado, Sanders emergía encabezando la carrera por la nominación, especialmente luego de Nevada donde no sólo obtuvo casi el 47% con una diferencia de más de 25% sobre Biden, sino que además lo hizo ganando en casi todos los segmentos de la población. Además, hasta la votación en Carolina del Sur, Biden no lograba despegar del pelotón de candidatos moderados.

A partir de Nevada el establishment sacó una conclusión. El momento para frenar a Sanders había llegado. En los días siguientes se transformó en el blanco de las críticas de todos los demás candidatos. El aparato del partido demócrata buscó instalar que la candidatura de Sanders generaría un retroceso del partido demócrata en el Congreso, y aseguraría el triunfo de Trump. No faltó una carga de macartismo con una fuerte campaña contra el senador de Vermont sobre sus declaraciones positivas en torno al sistema educativo de Cuba. El establishment económico también jugó fuerte. Varios empresarios del poderoso polo tecnológico de Sillicon Valley salieron a expresar su preocupación, diciendo incluso que ante el “socialismo” de Sanders votarían por Trump.

Ante este escenario una apuesta fuerte del establishment demócrata fue lograr unificar al conjunto de los candidatos “moderados” detrás de Biden, y generar un escenario de polarización entre éste y Sanders. Luego de su triunfo en Carolina del Sur y las renuncias de Tom Steyer, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar solo Bloomberg quedó compitiendo por este mismo espacio. Muchas figuras políticas asociadas a Obama anunciaron durante el lunes su apoyo a Biden, y Hillary Clinton salió a golpear duramente a Sanders en la propia mañana del martes.

Es un escenario no carente de riesgos para el establishment. No es la primera vez que Biden parece estar al frente del escenario. De hecho, así lo fue durante todos los meses previos al inicio de las votaciones. El hecho de haber caído ya una vez de esa posición es una clara señal de alarma hacia lo que viene. Apostar todo a esta polarización abrirá una dura pelea entre ambos candidatos, en la que Biden, un candidato que ha demostrado escasa capacidad de generar un gran entusiasmo en torno a su figura, quedará enmarcado en la defensa del status quo. Los números del super – martes parecen indicar que entrará a ese nuevo tramo de la campaña fortalecido, pero aun queda mucho en juego.

¿Convención disputada?

En la medida en que la disputa se reduce cada vez más a una pelea de dos candidatos, las posibilidades de que ninguno de los candidatos llegue a la Convención con la mayoría necesaria de delegados se reduce, pero no puede ser completamente descartada, especialmente si Elizabeth Warren y Michael Bloomberg se mantienen en la competencia. Para ser nominado en la primera ronda de votación de la Convención un candidato debe tener al menos 1991 delegados. En caso de no lograrlo, se pasa a una segunda votación donde participan los superdelegados.

Con Sanders como favorito luego de Nevada, el debate en torno a esta posibilidad tuvo fuerte presencia en la agenda. Ante la pregunta sobre si el candidato con mayor cantidad de delegados debía obtener la nominación, aun si no obtiene la mayoría necesaria, todos los candidatos con la excepción de Sanders sostuvieron que se debían respetar las reglas del Partido Demócrata. Es decir, abrieron la puerta a que en una segunda ronda de votación en la Convención resulte nominado un candidato distinto al elegido por la mayoría de los votantes.

El establishment sin dudas baraja esta opción en caso de que la apuesta por Biden fracase. Sin embargo, también es una jugada riesgosa. Confirmaría ante millones el carácter antidemocrático del Partido Demócrata, y potenciaría la ruptura de miles de jóvenes y trabajadores que respaldan a Sanders con este partido.

Una noche no cierra la crisis: ¿Cómo podemos aprovecharla?

Es posible que el establishment haya logrado frenar parte de la dinámica ascendente de la campaña de Sanders con los resultados obtenidos por Biden en este super – martes. Aún queda un largo camino por recorrer antes de la nominación en una carrera que ha demostrado tener una dinámica cambiante semana a semana. Esta volatilidad precisamente refleja los problemas estructurales que enfrenta el Partido Demócrata.

Ante esta realidad, el debate estratégico en la izquierda cobra cada vez mas fuerza. La maquinaria del Partido Demócrata demuestra que prefiere alienar a los jóvenes y trabajadores movilizados por Sanders antes que correrse hacia posiciones que, como éste último ha dicho, tampoco implican una ruptura radical con el sistema. La tesis sostenida y elevada a estrategia política por algunos sectores sobre la posibilidad de “capturar” al Partido Demócrata impulsando candidaturas “socialistas democráticas” obscurece la realidad de este partido y conduce a frustraciones.

La tarea de construir una organización política de la clase trabajadora, independiente tanto de los Republicanos como de los Demócratas, tampoco puede posponerse hacia un futuro indefinido a la espera de la maduración de condiciones objetivas cuya evaluación siempre se realiza desde lente pesimista. Hoy miles buscan un camino de ruptura. Muchísimos de ellos se organizan en apoyo a Sanders y están hartos del establishment demócrata. La crisis de este partido representa una enorme oportunidad en un periodo en que las ideas socialistas ganan popularidad. Este es el momento de construir una organización capaz de pelear por esas ideas.