Epidemia y emergencia sanitaria: mucho ruido y pocas nueces

Llegó el Coronavirus al país, se multiplicaron los casos y, mientras escribo esta nota, pegan un salto del 50%. La epidemia copa el centro de la escena nacional y ocupa la mayoría clara en medios de prensa y redes, eclipsando al tema de la deuda y la crisis de la economía doméstica que, como contracara de la virosis, se agrava exponencialmente en sus principales parámetros.

Después de haber minimizado el impacto del Coronavirus, de haber afirmado que no iba a entrar o que lo haría a ritmo lento, el ministro Ginés abandonó la sonrisa impostada y su cara se desencajó. Pretendió argumentar que las prioridades eran el sarampión y el dengue, cuando la crisis sanitaria y social, desnudan el crecimiento de las patologías emergentes y que no existe ningún plan para combatirlas seriamente. En los últimos dos días, ante la evidencia consumada, se imprimió un giro en la actividad oficialista, más mediático y gestual que real. El presidente habló por cadena nacional emulando a un sanitarista, se lanzaron pomposamente sendos decretos de “emergencia sanitaria” en Nación y Pcia. de Bs. As. Y los ministros y secretarios recorren los medios difundiendo los protocolos, explicando y explicando. La preocupación colectiva, con algunas dosis de pánico por cierto, refleja que la epidemia se nos vino encima, que no fue prevista y que la información planificada y con bases científicas, brilló por su ausencia.

¿Responsabilidad individual o políticas públicas?

Sin lugar a dudas, la población debe ser movilizada y hay que apelar a su compromiso activo para enfrentar estas contingencias críticas. Lo opuesto a la actitud burocrática del gobierno chino quien, combinó el ocultamiento primero y la desinformación extrema luego, con el disciplinamiento manu militari del pueblo. Pero otra cosa es apelar a la teoría de la responsabilidad individual, donde el estado se desentiende de su responsabilidad y asume como único rol la administración de la pobreza y la crisis social y un asistencialismo primitivo, instando que las soluciones vengan de la gente, transformando lo que deben ser acciones auxiliares en el centro de las campañas (identificación de un insecto, colocación de mosquiteros, vaciamiento de cacharros, cerramientos o ahora para el Coronavirus el autoaislamiento social o la técnica para contener las emisiones de fluidos con el estornudo).

Tenemos que ser categóricos. No alcanza con la acción de la población si no hay un cambio drástico en las políticas públicas en general y de salud en particular, para comenzar a revertir esta crisis. Son bienvenidos los protocolos. Y las medidas de blindaje cuando son racionales. Pero no alcanzan. En lugar de medidas efectistas, lo que se necesita es  un programa de emergencia con inversión, planificación y control social.

La epidemia desnuda la crisis sanitaria

Desde CICOP y desde nuestra agrupación Alternativa Salud/ANCLA, venimos alertando que tanto antes para el dengue y el sarampión como ahora para el Coronavirus ni el país ni la CABA ni Buenos Aires estaban preparadas para enfrentar la epidemia que se venía. Se evidencia la fragmentación del sistema, impotente para una respuesta nacional unificada y con medidas anárquicas y diferentes (a veces contradictorias) en cada provincia o municipio. Se evidencia el desfinanciamiento del sistema, habida cuenta que no hay insumos ni infraestructura siquiera para la contingencia. En muchos establecimientos brillan por su ausencia el alcohol, las toallas descartables, los barbijos hasta insumos de alta complejidad. La especulación de las empresas privadas que hacen pingues ganancias medrando con la salud de la gente, es evidente. También la falta de producción pública, pese a la capacidad instalada ociosa de más de 40 establecimientos que ya mismo podrían producir desde alcohol gel hasta insumos más complejos. Esto se ha agravado sobremanera porque tanto Nación como Buenos Aires tienen prorrogados los presupuestos de ajuste de Macri y Vidal. Y eso es producto de la decisión política de Fernández (que Kicillof emula) de condicionar toda la economía y las decisiones políticas por el pago de la deuda. Una patética muestra de las prioridades del Frente de Todos.

Y también se evidencia la desjerarquización de lxs trabajadorxs de la salud. Porque se depreció el salario con bono o suma fija, se negó la actualización del mismo, se suprimen las licencias en un sector expuesto a desgaste laboral y sin discriminaciones y no hay planes de incorporar nuevo personal. Es decir se opta, como lo hace Kicillof en la Pcia., por superexplotar a la insuficiente planta de personal en lugar de convocar nuevos contingentes con plenos derechos para poder atender como corresponde. El gobierno macrista de la CABA no se quedó atrás: en lugar de nombramientos nuevos, convoca a 200 enfermerxs jubiladxs; no contento con haberlos excluido de la carrera profesional, ahora los expone al riesgo. Indigno e inútil para combatir la epidemia. Sin una normativa nacional de verdadera emergencia, con inversión y control social.

La emergencia que hace falta declarar

Las medidas de blindaje y punitivistas de AF y la emergencia sin inversión ni planificación democrática y con castigo para el equipo de salud como hace Kicillof, no sirven para salir de esta crisis. No alcanza con recomendarle a los buitres de la industria farmacéutica que morigeren los precios, El estado tiene que intervenir. No alcanza con protocolos, sino hay shock de medidas de emergencia que empiecen a producir un cambio de fondo. Medidas que deberán profundizarse ante el surgimiento de los primeros casos autóctonos y la expansión de la epidemia.

Un programa de emergencia para responder a las epidemias fortaleciendo el sistema de salud, debería, entre otras, garantizar las siguientes medidas:

  • Disponer una partida de emergencia que implique la triplicación efectiva del presupuesto de salud en todas las jurisdicciones. Disponer para la contingencia un fondo nacional común a manejar por el comité de crisis. Todas las partidas deben ser puestas bajo control social, para evitar desvío de fondos.
  • Nombramiento de recurso humano del equipo salud de dependencia nacional, provincial y municipal, con plenos derechos laborales (planta permanente) para cubrir todas las vacantes y garantizar los planteles necesarios, el pase a planta del personal que ya revista en condiciones precarias y la movilización del personal de contingencia que sea necesario. Disponer un inmediato aumento salarial con cláusula gatillo de actualización automática.
  • Declarar de utilidad pública de todos los medicamentos e insumos necesarios para prevenir y tratar la enfermedad, con derecho a expropiación de los mismos a los laboratorios y empresas que lucran con la salud de la gente aumentando sideralmente sus precios. Distribución masiva y gratuita de los mismos a través del sistema público de salud. Aplicación de la ley de Abastecimiento si se comprueba acaparamiento. Implementar la producción pública de alcohol gel, medicamentos y demás insumos.
  • Declarar de utilidad pública la infraestructura y capacidad instalada, incluyendo todas las camas de los establecimientos privados de salud que sean necesarias, con su integración al sistema público mientras dure la emergencia.
  • Puesta en marcha comités de emergencia central y regionales, con participación decisiva de los trabajadores de la salud a través de sus organizaciones representativas, así como de las organizaciones comunitarias y universidades nacionales. Para ejercer el control presupuestario y la planificación efectiva de las acciones.
  • Obtener los recursos para financiar la emergencia de la suspensión de todo pago de la deuda externa en todas las jurisdicciones y aplicando un impuesto extraordinario a las corporaciones urbanas y rurales, entidades bancarias, multinacionales farmacéuticas y grandes fortunas del país.

Ponemos a urgente debate estos puntos en reuniones y asambleas, ya que necesitamos desarrollar el reclamo y la movilización para exigir la implementación y concreción de una verdadera emergencia sanitaria.

Guillermo Pacagnini