EL HOYO: la anti metáfora del capitalismo.

El hoyo: la anti metáfora del capitalismo.

Narrativa pornográfica escéptica en épocas del coronavirus

Por: Raúl Gómez

En una secuencia del “El cartero” (basada en la novela de Antonio Skármeta), película que atesoro en mis recuerdos, un personaje que remite a Pablo Neruda intenta esforzadamente enseñarle qué es un metáfora a un aspirante a poeta, el cartero. El poeta Neruda pone una mano sobre el hombro del muchacho entusiasta y argumenta:

-Para aclarártelo más o menos imprecisamente, son modos de decir una cosa comparándola con otra.
-Deme un ejemplo.
Neruda miró su reloj y suspira.
– Bueno, cuando tú dices que el cielo está llorando. ¿Qué es lo que quieres decir?
– ¡Qué fácil! Que está lloviendo, pu’.
– Bueno, eso es una metáfora.
– Y, ¿por qué, si es una cosa tan fácil, se llama tan complicado?
Replica el aprendiz de poeta, sin saber que ha aprendido más de lo cree.

En una secuencia posterior, el aprendiz de poeta le pregunta a Neruda si todo el universo, con todas las criaturas que están en él, no es metáfora de otra cosa. Incapaz de contestar una pregunta que roza la metafísica, Neruda le promete una respuesta para el día siguiente.

Lo central de esta referencia al cartero es la “utilidad de la metáfora” como herramienta cognitiva y emocional que nos permite asir al mundo de una manera más comprensiva, analítica y profunda.

Nada de esto ocurre (o quizás lo contario) en la película El hoyo. Una película española de ciencia ficción y thriller del año 2019, dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia y protagonizada por Iván Massagué, Antonia San Juan, Zorion Eguileor, Emilio Buale y Alexandra Masangkay, que Neflix sumó a su catálogo de streaming en medio de la pandemia con una cierta repercusión mediática que intenta referenciarla como una crítica al capitalismo.

Ambientada en un espacio único: una especie de prisión vertical, en una distopía futurista, con cientos de niveles o pisos, en cada uno de los cuales solo habitan dos personas, las ubicaciones son cambiantes con el tiempo, a merced de una administración de la que poco se sabe y que todo lo manda. En esas condiciones la alimentación depende siempre de lo que vayan dejando los de los pisos superiores a los de los inferiores. Con ese esquema, la trama le esquiva tanto a la sutileza como a la creatividad. Con una simplificación casi insuperable se pretende hacer una reflexión política y social sobre la codicia, la tolerancia, el orden, la justicia, la cooperación, la asistencia, la violencia, el ansia y el conformismo. El problema es que sólo un lector de las solapas de la obras de Marx puede creer que estamos ante una alegoría de la lucha de clases.

Tamaña vulgata, que se sirve de una estética Gore de baja intensidad al servicio de una idea efectista y superficial, es conceptualmente solidaria con el intento de un mensaje casi panfletario que se ¿quiere? transmitir.

La película empieza bien y va decayendo a medida que desnuda (casualmente) su intencionalidad política. Es en ese momento inicial cuando los diálogos parecen sacados del teatro del absurdo y sumados a las excelentes actuaciones, permiten disfrutar genuinamente de las secuencias. En cambio, en los siguientes momentos narrativos, la película se torna más convencional, superficial y alejada de cualquier originalidad. Hasta llegar a un desenlace más confuso que abierto.

Un escepticismo de café pretende sentenciar de manera inapelable la esencia de la condición humana arrojada a la barbarie capitalista. El problema es que ese discurso tan básico, explícito y elemental produce el efecto de hacer creer que el capitalismo no es lo que es. De manera que se lo muestra como invencible e inmodificable por la acción humana, contrario a lo que la historia del desarrollo de los diversos modos de producción ha demostrado. Es por esto que me animo a afirmar que la categoría de política a esta película le queda grande e impostada.

La trama se esfuerza en resaltar la imposibilidad desarrollar estrategias solidarias y/o de acción común para enfrentar un sistema tan brutal como omnipotente y omnipresente.
La carencia de profundidad narrativa es compatible con un discurso explícito típico de la pornografía. Y acá si vale la analogía: si poco se puede saber de la sexualidad mirando pornografía, poco se podrá entender del capitalismo en este film.
La experiencia de verla puede ser mejorada (intuyo) si se bajan la expectativas previas. Al servicio de eso están quizás estas líneas.