El Coronavirus desde el barrio

Hay cuarentenas, y “cuarentenas” no todos pueden “cuidarse en casa” del mismo modo. En los barrios más vulnerables de la pcia de Buenos Aires el virus, el hambre, las necesidades insatisfechas y el control policial caminan juntos. Así es en Villa Azul, entre Quilmes y Avellaneda; o en Caraza y Villa Jardín, en Lanús; o en las mayorías de los barrios del conurbano.

Escribe: Andrea Lanzette

Hace apenas dos semanas atrás, encontrábamos a Villa Azul en el mapa, lamentablemente por un brote de contagios que se llevaron la vida de dos vecinos y el necesario aislamiento de los infectados. Pero también, allí se evidenciaron las necesidades desoídas por muchos gobiernos. Años de desinversión, en calles, agua potable y obras públicas cruciales para enfrentar el virus. La falta de planificación urbana, y el problema habitacional que se reduce en el hacinamiento de muchos sectores de la población; que hace imposible una cuarentena cuidada y saludable. La falta de electricidad en algunos sectores, o un servicio totalmente deficiente.

Ni hablar de la falta de trabajo, y la imposibilidad de salir a changuear, o no poder ser beneficiarios del IFE, cuando tenés un plan, o viven varios en el mismo domicilio. Una realidad que hoy se multiplica. Ahí donde antes existía la carencia, hoy se instala el hambre, la falta de alimentos que no llegan y la desigualdad que castiga a los más vulnerables. Esa realidad es en Villa Azul, pero puede ser la descripción de cualquier otro barrio del Gran Buenos Aires. Quienes repartimos alimentos en las escuelas, y territorios nos encontramos con este duro escenario que no se resuelve con voluntarismo; aunque crecen entre los barrios la solidaridad, la olla popular, o barrial, para con un poco de cada quien hacer comer a varios, principalmente los niños.

El coronavirus pasea tranquilo en esos territorios, y cuando se detectan contagios como se dio en Villa Azul, los vecinos terminan con un asilamiento responsable en sus casas si no tienen síntomas, y si los tienen los recluyen en lugares donde muchas veces no tienen ni alimentos ni elementos esenciales como pañales, agua, o leche. En líneas generales, la respuesta de los municipios y del gobierno provincial, tanto en materia sanitaria como social, es insuficiente, precaria y muy lejos de lo necesario. Se pretende que con algunos bolsones de alimento, un poco de carne y unos cuantos testeos la situación no se desborde.

Desde adentro se siente la soledad, la desigualdad y el abandono. Y muchas veces se convierte también en persecución, control y cerco policial sobre nuestros estudiantes, pibes de las barriadas, o laburantes que salen a ganarse el pan. Una profunda militarización hace que ni siquiera podamos acercar algunos alimentos o ayuda ante estas emergencias.

Defendemos la cuarentena, la creemos necesaria, para frenar la circulación del virus y resguardar la vida de todos, pero una cuarentena sin derechos y excluyendo fundamentalmente a los más necesitados no prioriza la vida o la salud. ¡Plata hay! ¡No puede ir al rescate de las empresas y grupos económicos, como Vicentín!; debe ir para garantizar alimentos en estos barrios. Debe ir a salarios, subsidios a los trabajadores precarizados y para garantizar un asilamiento con todos los derechos. La plata no puede ir para los bonistas, ni tampoco podemos los trabajadores y sectores más vulnerables ser los que paguemos esta crisis, es necesario el impuesto a las grandes riquezas y que paguen los que más tienen.

Desde el MST y nuestro Movimiento Teresa Vive, creemos que además de frenar el virus, es necesario frenar el hambre, la desocupación y la incertidumbre que crece en nuestros barrios. No podemos mirar para otro lado, este jueves 11, movilizaremos con estas exigencias, para frenar el hambre, por trabajo digno, y la plata necesaria para no pagar con nuestras vidas esta crisis social, económica y sanitaria.