“…A la estratósfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir…”

El humor, un recurso de crítica política

Situado y en contexto, el sarcasmo echa mano a una transgresión. Es en el orden de lo simbólico, logra desenmascarar, denunciar y dejar en ridículo aquello que se nos presenta violento y altamente injusto. Junto con la ironía y la broma nos invita al juego, pero en el terreno de las ideas nos permite una síntesis inmediata que apela a la realidad y sus contradicciones. Genera un goce transitorio e invita a compartirlo, se hace popular. No derroca gobiernos ni regímenes, eso únicamente con la irrupción de los pueblos en las calles. Sí pone en evidencia lo que las instituciones intentan ocultar, a fuerza de la propaganda oficializada con carácter de verdad; el discurso que elabora y difunde la clase social en el poder. En la historia fueron muchas las expresiones que dieron lugar a este recurso, en especial en la literatura, en el periodismo, la gráfica, el cine, la música y ahora las redes de la era virtual. Cada cual con su estilo y lenguaje son un testimonio del ingenio que las masas toman para sí en momentos cruciales.

Éste, el primero de los artículos donde me propuse mostrar este “préstamo” del humor a la política. Se trata de un recorte, por la vastedad y variedad, y un intento de citar los hitos más relevantes, según mi criterio, que la historia de la cultura nos ha ofrecido.

[…]

NARRADOR
No; digo que partamos de la Historia. Usted sabe que, en la mitología griega, están las tres musas que propician las Artes; por ejemplo, la musa del teatro, Talía; la musa de la música, Euterpe… bueno, hay otras, hay más… la musa de los escarabajos… la «escaramuza»; pero, dada la índole de la disertación que nos congrega en este recinto, digamos que la musa de la danza, es Terpsícore.

DOCTOR
¿Quién?

NARRADOR
Doctor, no me diga que no conoce a Terpsícore.

DOCTOR
De nombre no, a lo mejor si la veo… ¿Éster Píscore? ¿quién es? No, no la conozco, me acordaría, yo tengo buena memoria para… Éster Píscore es un nombre… bueno… un nombre fuerte… Éster Píscore por su nombre debe ser una mujer… ¡fuá! […] *

Aristófanes

Comediógrafo mordaz, en momentos que se desarrollaba la guerra del Peloponeso, sus obras exponen la inutilidad de la misma, la demagogia de los gobernantes, su ineptitud. Enemigo de Sócrates y de la retórica, le dedicará la comedia Las Nubes. Pero es en Las Asambleístas y en Lisístrata donde redobla su desafío. En esta última, un grupo de mujeres, liderada por la protagonista, se declaran en huelga sexual con sus maridos a cambio de que cesen las hostilidades. Reclaman el fin de las penurias que acarrea. Recordemos que, en esta cultura, la figura femenina era considerada solamente un “mal necesario” para la procreación y la crianza, “animal parlante” decía Aristóteles. A tal punto el autor contraviene estos principios.

No nos pongamos tan contentas, Aristófanes no era feminista, más bien ubica a la mujer en este estatus para mostrar la decadencia de la ciudad “hasta ellas lo hacen mejor”. El lenguaje procaz y grosero muestra cómo lo erótico es un arma más poderosa que la espada.

Lisístrata que es ateniense, manda a llamar a sus semejantes del bando enemigo, las espartanas, para proponerles una artimaña y lograr su cometido. No sin reticencias, logra convencerlas. Los guerreros, arquetipos del macho, regresan de la contienda para reforzar su virilidad en la cama, pero se encuentran de pronto con las alcobas vacías, los enseres sucios, los niños solos. Son ahora ellos quienes deban ocuparse de estas tareas, porque las esposas organizaron la huelga amatoria y tomaron la Acrópolis.

[…]

LISÍSTRATA. ¿No echáis de menos a los padres de vuestros hijitos, que están lejos, de servicio? Pues bien sé que todas vosotras tenéis al marido lejos de casa.

CLEONICE. Mi marido, por lo menos, cinco meses lleva fuera, pobre de mí, vigilando a Éucrates en Traria.

MÍRRINA. Pues el mío, siete meses completos en Pilos.

LAMPITO. Y el mío, si alguna vez viene del frente, toma el escudo y desaparece volando.

LISÍSTRATA. Y ni siquiera de los amantes ha quedado ni una chispa, pues desde que los milesios nos traicionaron, no he visto ni un solo consolador de cuero de ocho dedos de largo que nos sirviera de alivio «cueril». Así que, si yo encontrara la manera, ¿querríais poner fin a la guerra con mi ayuda?

[…]

LISÍSTRATA. Voy a decíroslo, pues no tiene ya que seguir oculto el asunto. Mujeres, si vamos a obligar a los hombres a hacer la paz, tenemos que abstenernos…

CLEONICE. ¿De qué? Di.

LISÍSTRATA ¿Lo vais a hacer?

CLEONICE. Lo haremos, aunque tengamos que morirnos.

LISÍSTRATA. Pues bien, tenemos que abstenernos del pene. […]

Cuando los hombres llegan a las puertas de la Acrópolis, deciden derribarlas. Entonces ellas harán lo suyo.

[…]

LISÍSTRATA. No apalanquéis nada. Ya salgo yo sin que me obligue nadie. ¿Qué falta hacen las barras? No son barras lo que se necesita, sino sentido común y mollera.

COMISARIO. ¿Conque sí, eh, guarra? ¿Dónde está el arquero? (Al arquero.) Deténla y átale las manos a la espalda.

LISÍSTRATA. Por Ártemis, como me ponga encima la punta de un dedo, me las pagará, aunque sea un agente público.

COMISARIO. (Al arquero.) ¿Qué, te da miedo, tú? ¿No vas a agarrarla por la cintura –y tú (A otro arquero) con él-y acabaréis de atarla entre los dos?

(Sale CLEONICE de la Acrópolis.)

CLEONICE. (Al primer arquero.) ¡Por Pándroso!, como la toques, aunque sólo sea con la mano, te vas a cagar encima, de los pisotones que te vamos a dar.

Finalmente, y ante la abstinencia, los hombres deciden “entrar en razones” y declarar la paz.

En las Asambleístas, nuevamente tomando la delantera y acaudilladas por Proxágora las mujeres deciden asistir a la Asamblea. Ellos han perdido el entusiasmo y el compromiso con la República, los que van solo lo hacen por unas monedas. Todo está corrupto. Cubiertas de las túnicas masculinas y barbas postizas se escabullen de sus casas, se reúnen en secreto antes de ingresar y ensayan sus discursos. A todas se les escapa, en algún momento, algo que denota que es mujer. Menos a Proxágora, que será, en definitiva, quien tome la palabra y ante el estupor de los presentes, arengue la solución de los problemas. Poner en sus manos y la de sus congéneres el gobierno de Atenas. (¡…” Y al entregarles, oh, ¡ciudadanos! las riendas del gobierno, no nos cansemos en inútiles disputas ni les preguntemos lo que vayan a hacer; dejémoslas en plena libertad de acción, considerando solamente que, como madres que son, pondrán todo su empeño en economizar soldados. Además, ¿quién suministrará con más celo las provisiones a los soldados que la que les parió? La mujer es ingeniosísima, como nadie, para reunir riquezas; y si llegan a mandar, no se las engañará fácilmente, por cuanto ya están acostumbradas a hacerlo. No enumeraré las demás ventajas; seguid mis consejos y seréis felices toda la vida…”)

Además, propone socializar los bienes y el sexo argumentando que de esa manera nadie reclamará nada, porque nadie sabrá quién es hijo de qué hombre. Y nuevamente, en guiño cómico, para que no haya desigualdades ante esta oferta abierta de placeres, elabora una ley que obliga a las jóvenes y bellas tener relaciones con los “feos y viejos” antes que, con los muchachos gallardos, y viceversa.

[…]

BLÉPIRO. -Sólo una cosa es de temer para las personas de nuestra edad, y es que en cuanto se apoderen de las riendas del gobierno, no nos obliguen por la violencia…

CREMES. – ¿A qué?

BLÉPIRO. -A.… fornicarlas.

 CREMES. – ¿Y si no podemos?

BLÉPIRO. -No nos darán de comer.

CREMES. -Pues bien, arréglatelas de modo que puedas… cumplir y comer.

Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir y si no nos dejan reír escracharemos su hipocresía

Durante la edad media se reconocen los carnavales como festejos masivos en contrastación a las festividades oficiales, impulsadas centralmente por la iglesia. De hecho, eran censurados, incluso esta institución durante el Siglo IV en persona de Basilio, obispo de Cesárea (fundador del modelo conventual cristiano) condenaba las carcajadas. Porque “Jesús nunca rió”, porque “es gravísima violación” por ser la risa “forma maligna”.

El Lazarillo de Tormes (S. XVI)

Texto anónimo (son varias las teorías que hablan de una producción colectiva) acerca de un adolescente entregado por su madre que, empujada por el hambre, lo deja en principio a un ciego y que luego irá pasando de “dueño en dueño”. Estructurado en 5 tratados, narrado en primera persona se lo considera la primera novela picaresca de habla hispana. El hambre del Lazarillo es el hambre de todos los sectores sometidos de la Europa del Siglo XVI, y sus amos, mayormente curas, son el retrato minucioso de esos funcionarios de una iglesia que, como hoy, esconde los escándalos más atroces.

 (“…Al cabo de tres semanas que estuve con él me quedé tan flaco que no me podía sostener sobre las piernas de pura hambre […]  – Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber y por esto yo no me desmando (desobedezco) como otros.

Mas mentía falsamente, porque en las cofradías y mortuorios que rezábamos, a costa ajena comía y bebía como un lobo…”)

 (…El quinto amo que tuve fue un buldero, el más sinvergüenza y caradura que yo nunca haya conocido, que utilizaba ingeniosos modos y maneras para engañar a la gente. En los pueblos donde iba a vender las bulas, primero regalaba a los clérigos y curas del lugar algunas cosillas de poco valor: una lechuga murciana, un par de limas o naranjas, un melocotón, un par de duraznos, o unas peras. Así procuraba tenerlos predispuestos para que favoreciesen su negocio y llamasen a sus feligreses a tomar la bula. Cuando trataba con los curas se informaba de sus conocimientos. Si veía que eran cultos, no hablaba en latín para no meter la pata, al contrario, utilizaba un fluido y gracioso romance. Si sabía que los clérigos eran de los reverendos que se habían ordenado con más dinero que con letras, les hablaba dos horas en latín: al menos, lo parecía, aunque no lo era…”)

Los bulderos eran funcionarios de la iglesia que “vendían” indultos y perdones (bulas) generalmente a la nobleza o comerciantes.

Money, money, money….

En el Siglo XVII Quevedo (el del nombre de los lentes, que fue su marca) afila la pluma para mostrar el nuevo poder del mundo, el dinero: (“… Nace en las Indias honrado/donde el mundo le acompaña/ Viene a morir en España/Y es en Génova enterrado/Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero/Poderoso caballero/Es don Dinero…)

La caricatura política del Siglo XIX

Nace en la Francia, en el Siglo XIX a través de la deformación o exaltación de ciertos rasgos de los personajes controversiales de la época.  El emblemático Charles Philipon dibujaba para el semanario francés Le Caricature, órgano de difusión de ideas republicanas contra la monarquía. Fue llevado a tribunales por injuria por la litografía que mostraba a Felipe I en una transformación de su retrato a una pera expresando la decadencia del gobierno. Les Poires, así llamado el dibujo, una vez publicado, se extendió en las paredes de toda Francia, el pueblo lo adoptó como grafiti de descontento.

 

Muchas de estas publicaciones graficadas en tono burlón, nacieron al calor de las disputas entre facciones políticas. En la Argentina de fines del XIX el diario El Mosquito no perdonaba a nadie, pero se había ensañado con la figura de Sarmiento a quien había apodado “El loco”. Decenas de imágenes del entonces presidente metamorfoseado con animales o junto a otros personajes, o en situaciones grotescas fueron lanzadas a los lectores. Surgía la opinión pública y con ella un territorio de batalla aún muy explotado.

Diana Thom

*Les Luthier.  El negro quiere bailar, en el espectáculo “Unen canto con humor”.