Cortázar eterno

                            A 106 años de su nacimiento

Escritor, profesor, traductor, miembro del “Boom” latinoamericano.

Julio Florencio Cortázar nace el 26 de agosto de 1914 en Bélgica. Cuenta en una carta escrita en París en 1963: “Nací en Bruselas en agosto de 1914. Signo astrológico: virgo; por consiguiente asténico, tendencias intelectuales, mi planeta es Mercurio y mi color el gris (aunque en realidad me gusta el verde). Mi nacimiento fue el producto del turismo y la diplomacia; a mi padre lo incorporaron a una misión comercial y como acababa de casarse se llevó a mi madre a Bruselas. Me toco nacer en los días de la ocupación de Bruselas por los alemanes a comienzos de la 1° Guerra Mundial”.

Vivió hasta los 4 años en Bélgica, Suiza y España para luego regresar a la Argentina e instalarse en el barrio de Banfield. Cuando cumple 6, su padre los abandona, hecho que marcará su infancia. Fue un niño triste, enfermizo, pasaba bastante tiempo en la cama. Su refugio fue la lectura. Leía tanto que el director de la escuela primaria a la que concurría, le pidió a su madre que “le racionara los libros”. Un Don Quijote de la era moderna, pero por  fortuna no le tapiaron la biblioteca. También escritor precoz: a los 10 años escribe su primera novela, “afortunadamente perdida” según relataría él mismo, más tarde.

En 1932 se recibe de Maestro Normal Nacional en la gloriosa escuela Mariano Acosta (no puedo dejar de mencionar la emoción de recorrer sus fríos claustros y pensarlo inclinado sobre un libro, cuando muchos años más tarde iniciaba yo mi carrera de profesora). En 1935 obtiene el título de Profesor de Letras.

Ejerce como maestro rural en Bolívar y Chivilcoy, mientras escribe sus cuentos y colaboraciones para revistas literarias.

Entre 1939 y 1944 vive en Chivilcoy dictando clases de literatura en la Escuela Normal. Al año siguiente se muda a Mendoza donde enseña literatura francesa en la Universidad Nacional de Cuyo. En 1946 cuando Perón asume la presidencia renuncia al cargo.  “Preferí renunciar a mis cátedras antes de verme obligado a sacarme el saco como les pasó a tantos colegas que optaron por seguir en sus cargos”.

Regresa a Buenos Aires y allí su cuento “Casa tomada” sería publicado en la revista “Los anales de Buenos Aires” dirigida por Jorge Luis Borges. Luego formaría parte de su libro “Bestiario” en 1951. Tantas conjeturas tejidas alrededor del cuento, aunque según Cortázar fue producto de un sueño. “Cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”.

En 1948 se gradúa de traductor público de francés e inglés y 3 años más tarde decide marcharse a París dónde vivirá hasta el final de su vida. Allí trabaja como traductor en la UNESCO.

En la década del 60 la novela hispanoamericana da un salto cualitativo y es reconocida internacionalmente. Allí nace el movimiento BOOM latinoamericano integrado por Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes.

José Donoso en su libro “Historia personal del Boom” (Chile, 1972) nos cuenta: “Cortázar trabaja en la Unesco como traductor, vive en un piso en París y como único lujo tiene una modestísima casita en La Vaucluse donde cuando puede se encierra a escribir. En todo caso su fama internacional, que es relativa, se debe más que nada al éxito de la película Blow Up  basada en su cuento “Las babas del diablo”. Dice Cortázar que estando en Teherán por una conferencia de la Unesco, entró a un supermercado a comprar crema dental. Como era de cajón se acercó al estante de libros. Allí vio una edición de bolsillo de Rayuela en inglés. En la portada estaba el nombre minúsculo del escritor y de la novela y la referencia: del autor de Blow Up.

La Revolución Cubana deja en evidencia según él mismo su “inutilidad política”. A partir de allí los temas políticos forman parte de su literatura. Viaja a Cuba invitado por la Casa de las Américas, más tarde a Chile, Nicaragua, Costa Rica. Dona derechos de autor para campañas por la liberación de presos políticos y forma parte del Tribunal Russel que investigó los crímenes a los DDHH en las dictaduras latinoamericanas. En una entrevista de los años 70 Cortázar nos dice: “Por mi parte, creo que el escritor revolucionario es aquel en quién se fusiona indisolublemente la conciencia de su libre compromiso individual y colectivo, con esa soberana libertad cultural que confiere el pleno dominio de su oficio. Si ese escritor responsable y lúcido, decide escribir literatura fantástica o psicológica o vuelta hacia su pasado, su acto es un acto de libertad dentro de la revolución y por eso también es un acto revolucionario”.

Maestro del cuento, la poesía y hacedor de grandes novelas como Rayuela, considerada como obra fundamental de la literatura moderna, leída por millones de personas y traducida a decenas de idiomas. Su narrativa está cargada de cuestionamientos existenciales, ahondan lo fantástico pero sin dejar la realidad, rompiendo con órdenes cronológicos y espaciales. Es uno de los mayores innovadores de la lengua y la narrativa castellana.

Su obra es vastísima. Nos dejó un legado sublime: siete novelas, nueve libros de cuentos, dos prosas breves, tres obras de teatro, 12 misceláneas, tres libros de poesía, nueve de críticas, cartas, traducciones. Sobre él se han escrito biografías, ensayos y abundante filmografía.

Amaba el Jazz, el boxeo y los gatos. Estos últimos estuvieron presentes en su literatura, como por ejemplo en Rayuela, cuando describe las cosas que sorprenden a la Maga en las calles parisinas: “y los gatos siempre inevitablemente , los minouche morrongos miaumiau kittenkat chat cat gatto grises y blancos y negros  de albañal, dueños del tiempo y de baldosas tibias, invariables amigos de la Maga que sabía hacerles cosquillas en la barriga y les habla un lenguaje entre tonto y misterioso, con citas a plazo fijo, consejos y advertencias”.

Su amigo entrañable Osvaldo Soriano es quien le cuidaba a su adorada gata Flanelle, cuando estaba de viaje.

El 29 de agosto de 1975 la DIPPBA (Dirección de Inteligencia  de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) creo el legajo 3178 que contenía una ficha con los siguientes datos: Apellido (Cortázar), Nombre (Julio Florencio), Nación (Argentina-Francia), Profesión (escritor), Antecedentes sociales o entidad: “hábeas”. Esta ficha fue encontrada junto a otras 217.000 más, lo que deja al descubierto la persecución en su contra.

En 1981 opta por la nacionalidad francesa como acto de protesta a la dictadura cívico, militar y eclesiástica argentina. En 1983, luego de la llegada de la democracia hace su última visita a la Argentina, con un recibimiento formidable por parte de un público lector que lo admira y lo aclama. Cuenta Osvaldo Soriano que Alfonsín se negó a recibirlo por consejo del actor Luis Brandoni.

El 12 de febrero de 1984 fallece de leucemia y es enterrado en el cementerio de Montparnasse junto a su último amor Carol Dunlop, cuya muerte lo había sumido en una depresión profunda.

Dicen que quienes visitan su tumba le dejan como tributo una copa de vino, una hoja en blanco o un boleto de metro con una rayuela dibujada.

“Cambiar la realidad es en el caso de mis libros un deseo, una esperanza. Pero me parece importante señalar que mis libros no están escritos, ni fueron vividos ni pensados, con la pretensión de cambiar la realidad”.

Me atrevería a decir que sus escritos ayudan y mucho a soportar y abstraerse de una realidad siempre cruel, siempre perversa, siempre injusta, siempre excluyente. Intentar cambiarla es la tarea.

Ingrid Fernández