Nostalgia por Tabucchi

Una crónica sobre el más importante escritor italiano del siglo XX, a 77 años de su natalicio

“La vida es más lo que no recordamos que lo que recordamos”

Antonio Tabucchi nace en Pisa, Italia el 24 de septiembre de 1943, con los últimos bombardeos de EEUU sobre la ciudad. Se cría con sus abuelos maternos en Vecchiano, un pueblo cercano a la ciudad de Toscana, pero regresa a Pisa para hacer sus estudios secundarios y luego universitarios: filosofía, filología, literatura moderna española y portuguesa.

En su juventud viaja a París y allí, mientras deambula a orillas del Sena, en una escena fácilmente imaginable, vio un pequeño puesto de libros usados. Llamó su atención un ejemplar de Bureau de Tabac de Fernando Pessoa. “Yo no conocía nada de él. Lo compré. En el viaje de regreso a Italia, lo leí en el tren, me entusiasmó y, en cierto sentido, cambió mi vida. resolví cambiar la orientación de mis estudios. Por si fuera poco, también organicé un corto viaje a Portugal. Quería conocer la tierra de ese autor que tanto me había gustado. Y allí me fui con mi coche”.

Su vida cambió radicalmente porque a partir de allí, dedicó su tiempo a leer todo lo escrito por Pessoa y no contento con ello, decidió estudiar portugués para leerlo en su lengua madre, lejos de las traducciones. Vivía seis meses en Toscana y seis en Lisboa, ciudad que amó y veneró hasta su muerte en marzo de 2012.

“Mi primer contacto con Portugal fue a mediados de los años 60. Era el momento final del régimen de Salazar. Conocí a escritores perseguidos por el régimen y que tenían muchas dificultades. Surgió en mí un sentimiento de solidaridad cómplice hacia todos ellos. Y, desde entonces, fue como si tuviera dos patrias”.

En Portugal se casó con María José de Lancastre, profesora de literatura, quién hizo una bellísima fotobiografía sobre Pessoa y si bien no he podido encontrar datos de cómo se conocieron, imagino un encuentro en alguna Universidad, compartiendo la obsesión por el escritor portugués en largas charlas de café y oporto.

Nadie mejor que él para escribir sobre el nostálgioso Pessoa y sus más de 200 heterónimos*. Lo admiraba hasta el delirio, obsesionado por la duplicidad y el desdoblamiento. Recordemos que Pessoa, inventaba un heterónimo con nombre y apellido, una biografía y un estilo de escritura para cada uno. Ante tanta genialidad creativa, Tabucchi subyuga y dedica el resto de su vida a su estudio, y a la enseñanza de la literatura portuguesa en las más prestigiosas universidades de Italia, Portugal, Francia y EEUU. Como fruto de tanta veneración hacia el poeta nace “Un baúl lleno de gente” (1990), una recopilación de ensayos sobre los heterónimos de un Pessoa que crea multiplicidad de vidas para llenar la propia: la de un triste, melancólico y frustrado oficinista que traduce cartas comerciales y va guardando en un baúl sus escritos, cartas y sueños a la espera de un viaje imposible.

Tabucchi es considerado, además, el mejor traductor de Pessoa al italiano. Con su esposa realizó innumerables traducciones. Su primera novela es de 1975 “Piazza d´Italia”, donde narra la historia de una familia anarquista en un pueblito de la Toscana y sus tres generaciones de rebeldes por temperamento y mandato familiar.

En 1981 publica “El juego del revés”, en 1983” Dama de Porto Pim y otras historias “, en 1984 “Nocturno hindú” y así no deja de escribir hasta que lo encontró la muerte, que siempre busca tempranamente al equivocado. Su obra es prolífica e inmensamente maravillosa.

“Cuando me pongo a escribir, me encierro una semana entera sin ver a nadie. Mi mujer me deja provisiones, mis hijos tienen amigos por Portugal. Cuando no escribo, escucho música por la mañana, almuerzo en casa con la familia, visito a un amigo por la tarde y por la noche me gusta ir al cine. También me gusta pasear, quedarme en un café simple donde conozco a personas sencillas. Conversar con ellas, asistir al juego de las cartas”.

En 1994 llega “Sostiene Pereira” y aquí me detendré con el secreto, ambicioso y poco humilde propósito de interesar al lector para que de inmediato pida prestada la novela.

Tabucchi nos cuenta en su nota para la décima edición italiana: “Pereira me visitó por primera vez una noche de 1992. En aquella época no se llamaba Pereira, no poseía trazos definidos, era una presencia vaga, huidiza y difuminada, pero que deseaba ya ser protagonista de su libro. Era un personaje en busca de autor. No sé por qué me eligió precisamente a mi para ser narrado. Por la mañana compré un diario de la ciudad y leí la noticia de que un viejo periodista había muerto en el Hospital de Santa María de Lisboa.(…) Por discreción no deseo revelar el nombre de la persona. Diré únicamente que era alguien a quien había conocido fugazmente en París a finales de los años sesenta, cuando él, como exiliado portugués escribía en un diario parisiense. Era un hombre que había ejercido su oficio de periodista en los años cuarenta y cincuenta en Portugal, bajo la dictadura de Salazar. Y había conseguido hacerle una jugarreta a la dictadura salazarista publicando en un periódico portugués un feroz artículo contra el régimen. Después, naturalmente, había tenido serios problemas con la policía y se había visto obligado a escoger la vía del exilio. Yo sabía que después del setenta y cuatro, cuando Portugal recuperó la democracia, había regresado a su país, pero no había vuelto a encontrarme con él”.

Con “Sostiene Pereira” Tabucchi llega al punto más alto de su narrativa y es reconocido internacionalmente de una vez y para siempre. La novela se desarrolla en una Lisboa teñida de horror por la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, pero al mismo tiempo una Lisboa esperanzada que sigue atentamente los acontecimientos de la Guerra Civil Española al otro lado de la frontera. Pereira es un viejo periodista de un mediocre diario de Lisboa. Es un personaje melancólico, que transita un duelo largo por la muerte de su esposa, metódico, de costumbres casi obsesivas, un solitario que le habla al retrato de su esposa y un católico preocupado por la resurrección de la carne en la cual no cree. Vive en un pasado al que considera mucha mejor atmósfera, que la actual. Lee a los clásicos del siglo XIX y hace traducciones del francés que rellenan un tiempo desocupado. Le han encargado dirigir la página cultural del periódico y para ello contrata al joven Monteiro Rossi, a quién le pide que redacte efemérides necrólogicas anticipadas de escritores, para tenerlas a mano y usarlas cuando fallezcan. Pero el joven Rossi está comprometido inevitablemente con la vida y con el amor de su novia Marta. Esta tríada tan disímil llevará a Pereira fuera de su zona de confort y control, provocándole una crisis personal, política, una dolorosa toma de conciencia de un mundo que hasta el momento se ha negado a ver. Pereira se va convirtiendo en un personaje tierno, querible y al mismo tiempo en uno de esos que deseamos que despierten de una vez y para siempre y salgan del letargo. Pereira le dice no al fascismo, al abuso, al autoritarismo, a la censura.

“Con Pereira he creado un personaje que lucha contra su propia infelicidad y su soledad. Su toma de conciencia no es exclusivamente política, sino producto de una maduración interna, la elaboración del luto de toda una vida pasada, la búsqueda y el deseo de una vida futura”.

En 1995 la novela es llevada al cine con Marcello Mastroiani como protagonista, la última película que hará el entrañable actor ya que morirá poco después. Una película fiel al texto, un homenaje a un Pereira inolvidable.

En 1997 escribe “La cabeza perdida de Damasceno Monteiro”, consiguiendo con ella, la revisión del caso que protagoniza su novela en la que es asesinado un joven portugués.

Sus obras son reconocidas internacionalmente por público y crítica y son traducidas a más de 40 idiomas. Recibe innumerables premios y es candidato al Nobel de Literatura en varias oportunidades.

En 2004 obtiene la ciudadanía portuguesa. Muere a los 68 años, el 25 de marzo de 2012 de cáncer.

Salvando enormes distancias con Antonio Tabucchi, me unen con él algunas obsesiones: Lisboa, Pessoa, los desdoblamientos esquizofrénicos, la muerte.

Me esperan dos flores, dos tumbas.

“La literatura como todo arte, es la demostración de que la vida no alcanza” (Fernando Pessoa)

Ingrid Fernández

*Nombre diferente al suyo con que el autor firma su obra cuando adopta una personalidad fingida