90° aniversario de la CGT: de conquista obrera a losa burocrática

En medio de la profunda crisis capitalista global, la CGT, emblema de la burocracia sindical argentina y del movimiento obrero peronista, cumple 90 años desde su fundación el 27 de septiembre de 1930. En aquel entonces la clase obrera y los sindicatos tenían la fuerte  influencia de los anarquistas y marxistas.

Estos venían de acumular una gran experiencia y organización en la lucha de clases desde comienzos del siglo tras hechos trágicos de la historia como la “Semana Roja” (1909), la “Semana Trágica” (1919) y la “Patagonia Rebelde” (1920-21). Es por todo ello que la creación de la CGT fue una verdadera conquista de la clase obrera. Fueron las ideas socialistas, sindicalistas, anarquistas y comunistas las que convergieron en su conformación, aunque ya en su primera década de vida, dirigentes de los gremios de mayor peso fueron separándose de las bases obreras y de sus métodos históricos de democracia directa para reemplazarlos por el caudillismo sindical y así acelerar el proceso de burocratización.

Estatización y burocratización

Durante la dictadura de Edelmiro Farrell, entre 1943 y 1945, Perón, siendo  titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión, estableció una alianza estratégica con las corrientes sindicales socialistas y sindicalistas revolucionarios, que le permitió reglamentar las relaciones entre el capital y el trabajo.

Esa alianza lo llevó a ganar las elecciones e inmediatamente en su primer gobierno, tras otorgar importantes beneficios económicos del Estado a la burocracia sindical, consigue su entera subordinación al gobierno. Perón puso su experiencia, ideología y estrategia para definir lo que sería el modelo sindical argentino: el peronismo. Así el sindicalismo organizado pasó de ser  representante de los trabajadores ante el Estado a ser representante del Estado ante los trabajadores, hasta el presente.

La historia oficial

Entre muchas mentiras que se gestaron en los albores del peronismo y el desarrollo de la burocracia hay cuatro grandes mentiras (*1) que sintéticamente volcaremos en este aniversario de la CGT, porque desterrarlas es parte de la tarea hacia el sindicalismo clasista:

“La clase obrera argentina es diferente a las demás del mundo”

 Según los voceros del aparato, la clase obrera no ha sido internacionalista y adhiere a la doctrina social de la Iglesia Católica, que tiene un carácter exclusivamente nacional. La prueba sería que, a diferencia de otros países, aquí no se canta La Internacional en los actos de las centrales obreras. La realidad es muy distinta ya que nuestra clase ha sido internacionalista, con influencia anarquista y marxista desde su comienzo a fines del siglo XIX. Su formación tiene la marca genética de las corrientes inmigratorias que le dieron origen, con una transmisión fundamental de la experiencia de la avanzada clase obrera europea de entonces, además del marxismo alemán, los comuneros franceses con su tradición socialista, y el anarquismo italiano. Estaba internalizada en los luchadores de esa época la convicción de que la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos, la necesidad de la independencia de clase y la solidaridad internacional. Por ejemplo, un obrero alemán era considerado un hermano de clase y enemigo de toda patronal incluso argentina.

Respecto a la mentira de la clase obrera nacional y su raigambre en la doctrina social de la Iglesia, las raíces históricas demuestran lo contrario. El sindicalismo naciente fue clasista y se forjó combatiendo y derrotando los intentos de institucionalizar sindicatos cristianos que fomentaban la conciliación de clases, impulsados por el cura Federico Grote, también inmigrante que como vocero del socialcristianismo, enfrentó las huelgas activamente apoyado en la naciente Unión Industrial, pero no pudo derrotar al movimiento obrero y su carácter clasista. Al contrario, los sindicatos se fortalecieron y terminaron reclutando a la base obrera inicialmente organizada en los círculos de obreros católicos.

“La clase obrera organizada nació con el peronismo”

La segunda gran mentira del fraude histórico divulgada por la burocracia sindical. La clase no fue siempre peronista ni “los sindicatos son de Perón”. La historia real fue otra. Nuestra clase no nació con un pensamiento monolítico sino que había en su seno libertad de tendencias y opiniones, en las primeras federaciones interactuaban diferentes posiciones, pero siempre con un común denominador: la independencia de clase. Defendían el carácter clasista de la organización sindical.

La contracara de las conquistas peronistas fue la estatización de los sindicatos, la acelerada burocratización de sus dirigentes con crecientes privilegios dirigidos a cortar esa experiencia clasista e internacionalista acumulada desde principios de siglo XX y mutarla en la colaboración de clases, el movimiento político policlasista y el carácter nacional del movimiento obrero. Una muestra de ello es que el 1° de Mayo, de ser el día internacional de lucha de las y los trabajadores, pasó a llamarse la “fiesta del trabajo”: una oda a la colaboración de clases.

“Siempre imperó el actual modelo sindical

Otro supuesto legado del peronismo fue siempre el modelo del unicato, verticalista y monolítico. La realidad se ha encargado de derribar la consigna que “hay una sola CGT”. Ella es la síntesis del modelo sindical burocrático que se transformó en un cáncer cultural a erradicar. La reforma de los estatutos de la CGT, el estatuto del Partido Justicialista, la ley de asociaciones sindicales y la reforma de 1949 fueron la expresión jurídica de la subordinación política de la central obrera al Estado capitalista, facultado así para regimentar la vida misma.

Hoy el modelo está cuestionado y el panorama comienza a parecerse al de inicios del siglo pasado, cuando había libertad sindical, auto-organización democrática y autodeterminación de las y los trabajadores. La existencia actual de miles de delegados y delegadas, organismos sindicales recuperados, nuevos sindicatos fundados y hasta varias centrales obreras, hacen crujir al unicato y la autodeterminación cobra fuerza.

“El sindicalismo y la política van por separado, la política es para los políticos”

La cuarta mentira es que el sindicalismo y la política van por separado. Se reedita un viejo debate de los primeros tiempos de la clase obrera que parecía superado: las y los trabajadores deben limitarse a la lucha económica en los sindicatos. Inclusive el peronismo también colocó que habría “una sola ideología”. Incluso los estatutos reformulados de los sindicatos “de Perón” explicaban que no se hace política en los sindicatos. El justicialismo, al ser una corriente policlasista, necesitó armar una división de estas dos esferas, creando una falsa conciencia a fines de poder subordinar al movimiento obrero a direcciones políticas burguesas.

Esta división entre trabajadores que se organizan sindicalmente y políticos se dedican a la política “favoreciendo a las clases trabajadoras” tenía y tiene el objetivo de contener a los trabajadores y trabajadoras en las demandas económicas para que no trascienda el cerdo del sindicalismo. Esta política por parte del peronismo tuvo manifestaciones inequívocas en el estatuto del PJ, en la reforma de la Constitución de 1949, en la ley de asociaciones  sindicales y en los ataques que recibieron los dirigentes que se aventuraron a saltar ese cerco.

Sin embargo, una vez más, la verdadera historia del movimiento obrero es otra. Todos los fenómenos sindicales siempre estuvieron signados por fenómenos políticos que fueron los que determinaron el rumbo histórico. Y esto es así en todo el mundo. Como escribía Trotsky en 1930: “…los hechos demuestran que no existen en ningún lado sindicatos políticamente ‘independientes’. Nunca los hubo. La experiencia y la teoría nos dicen que nunca los habrá. En los Estados Unidos los aparatos sindicales están directamente ligados a la plana mayor de la industria y a los partidos burgueses. En Inglaterra antes apoyaban generalmente a los liberales, ahora forman la base material del partido Laborista. En Alemania marchan  bajo la bandera de la socialdemocracia. En la República Soviética su dirección corresponde a los bolcheviques. En Francia una de las organizaciones sindicales sigue a los socialistas y otra los comunistas. En Finlandia se dividieron hace muy poco, unos van hacia la  socialdemocracia y otros hacia el comunismo. Así en todas partes.” (*2).  Nuestro país no fue ni es la excepción.

Por una nueva dirección clasista y democrática

El Argentinazo de 2001 abrió la una gran oportunidad para que madure un recambio de dirección y colocó en debate el modelo sindical a construir ya que las nuevas camadas de activistas reflejan tanto su carácter antipatriarcal y antiburocrático, como el peso de la revolución feminista y disidente que cruza la sociedad, al igual que el peso protagónico de la juventud.

Es por eso que nuestra propuesta desde el MST y ANCLA (Agrupación Nacional Clasista Antiburocrática) además de tener como ejes la independencia política, la democracia obrera y la unidad en la diversidad, incluye la eliminación de los privilegios de casta y una fuerte perspectiva de género. Para el modelo sindical que proponemos es necesario un programa de transición para organizarse y luchar:

  • Por la más absoluta independencia de los sindicatos del Estado.
  • Por la más irrestricta democracia sindical.
  • Contra toda concepción monolítica. Por la integración proporcional.
  • Por una práctica que apunte a prevenir la burocratización.
  • Impulsar la coordinación genuina de internas y delegados combativos.
  • Por un sindicalismo con perspectiva de género.

Tomás Vázquez

*1.  Extracto de “Sindicalismo combativo: conceptos y herramientas”, Guillermo Pacagnini, César Latorre y Vanesa López, Editorial La Montaña, 2019

*2  Trotsky, León; Comunismo y sindicalismo, 14/10/1929.