Corrida del dólar: ¿la economía hace agua?
Desde hace semanas que la subida del dólar venía siendo titular en los medios. Pero la suba y la corrida de la semana pasada puso al gobierno y a los grandes capitales al borde de la crisis. Rememoraban el efecto «tequila» o las crisis asiática y rusa. Desesperados salieron a aplicar medidas de ortodoxia financiera para frenarla, que traerán mayor inflación y recesión perjudicando a lxs trabajadorxs.
¿Por qué sucede esto?
Macri y su gabinete económico ensayan una explicación/justificación: el problema es la combinación de factores externos (la suba de tasa en EEUU que atrae capitales hacia allá y la devaluación de los países emergentes como Brasil), a lo que se suma el efecto político interno en donde la oposición bombardea al intentar frenar los tarifazos. Esta sanata pretende esconder los problemas estructurales del plan económico de Macri y cía. Para nosotros el problema central que llevó a la corrida de la semana pasada es que el modelo de ajuste implementado hace agua por todos lados y eso nos coloca ante la posibilidad cierta de nuevas tempestades que hundan el barco. Los factores externos existen y los políticos también pero tienen un peso relativo, y no determinante como pretenden hacernos creer para continuar con su plan.
Las bases del «modelo Macri» y sus consecuencias
La base fundamental de este plan consiste en aplicar un tremendo ajuste al pueblo trabajador y sectores medios, bajar el gasto del Estado para lograr un superávit fiscal y bajarle los impuestos y el costo laboral a la gran burguesía para que aumente sus ya fabulosas ganancias. De este modo los tarifazos al gas, luz, agua, transporte y combustible permitirían ahorrar en subsidios (que en épocas Kirchneristas superaba los 12.000 millones de dólares anuales). En el mismo sentido fueron los intentos de despedir cientos de miles de empleados públicos. Para beneficiar a las grandes corporaciones les quitaron las retenciones a los granos y megaminería, bajaron las de la soja, pusieron techo a las paritarias para que los salarios quedaran atrás de la inflación y pretenden meter no sólo la reforma previsional sino fundamentalmente la laboral contra los trabajadores. Según ellos esto nos mostraría como un país más serio, el crédito internacional para financiar la obra pública sería más barato y vendría la tan esperada «lluvia» de inversiones que aún se aguarda. Pero la realidad fue muy distinta a lo esperado por el Gobierno y tuvieron que aplicar un supuesto gradualismo. El aumento de las tarifas y combustibles fue parando la economía. Bajó el consumo masivo. Los capitalistas fueron trasladando los aumentos a los precios y la inflación se disparó. A casi tres años de macrismo se espera que, con suerte el 2018, cierre con el 24%. La baja de impuestos, retenciones y los ingresos por IVA bajaron la recaudación fiscal, que sumados a la política de apertura de importaciones que afectó aún más la balanza comercial internacional, han llevado a que en vez de reducirse el déficit, éste se haya mantenido o incluso aumentado si se tiene en cuenta el endeudamiento. Ante la falta de inversiones productivas, tanto la obra pública como el déficit se ha financiado mediante endeudamiento externo, llevando la Deuda Externa a más de U$S 320.000 millones (U$S 80.000 millones más en estos últimos dos años). Además, para intentar frenar la inflación emitieron miles de millones en bonos LEBAC, lo que es sin duda una bomba de tiempo especulativa. De hecho el grueso de las «inversiones» que han llegado son dirigidas a la timba financiera ya que mientras en los países centrales el rendimiento del dinero ronda el 3-5% anual aquí se pagan tasas de 20-30 y ahora 40%.
El problema es el plan
Para frenar la corrida el gobierno optó por medidas ortodoxas, como subir las tasas al 40% anual y prometer ajustar más aún el déficit del Estado al 2,7% del PBI, para desalentar la compra de dólares y que los pesos queden en bonos a plazos. Esto quiere decir, por un lado, que todo aquel que tenga plata la meterá en la ruleta financiera, y por otro, que se vendrá más ajuste en el sector público. En síntesis un horizonte de mayor recesión, e inflación cuando las tasas y tarifazos se trasladen a los precios. El anuncio de un acuerdo con el FMI no hace más que corroborar este panorama. El gobierno busca dar muestras de estabilidad asegurándose el ingreso de dólares mediante préstamos del Fondo. A cambio, deberá profundizar el camino de reducción del deficit preconizado por éste, es decir, más ajuste. El problema de base es el plan, que con inflación persistente presiona al alza del dólar a pedido de los grandes empresarios exportadores, mientras que el consumo masivo y popular cae por la asfixia de las tarifas llevando a un escenario de mayor estanflación. Las tasas altas desalientan la inversión genuina y el famoso «derrame» no llegará. Las medidas anunciadas agravan los problemas estructurales por lo que nuevas crisis son casi seguras.
Gerardo Uceda